Escribe Zygmunt Bauman, prolífico, en su último libro publicado en español VIDA LIQUIDA:
Vivimos en los que -siguiendo a Hannah Arendt y, a través de ella, a Bertold Bretch- podríamos muy apropiadamente llamar tiempos de oscuridad. Así es como Arendt describe la naturaleza y los orígines de esa oscuridad.
Si la función del ámbito público es arrojar luz sobre los asuntos de los hombres proporcionándoles así un espacio de apariencias en el que puedan mostrar de obra y de palabra, para bien o para mal, quiénes son y que pueden hacer, entonces la oscuridad ha llegado cuando esa luz se ha extinguido víctima de una brecha de credibilidad y de un gobierno invisible, de un discurso que no revela lo que es sino que lo barre debajo de la alfombra, y de exhortaciones (morales o de otro tipo) que, bajo el pretexto de sostener viejas verdades, degradan toda verdad a un trivialidad sin sentido. [1]
Y así describió sus consecuencias:
El ámbito público ha perdido el poder de la iluminación que formaba parte de su naturaleza original. En los paises del mundo occidental, en el que, desde el declive del mundo antiguo, se ha considerado la de emanciparse de la política como una de las libertades básicas, un número cada vez mayor de personas hacen uso de esa libertad y se apartan del mundo y de sus obligaciones en el [...] Pero con cada uno de esos abandonos se le inflinge al mundo una pérdida casi demostrable: lo que se pierde es el compromiso específico y, habitualmente, irremplazable que debería haberse formado entre el individuo y sus prójimos. [2]
[1, 2, 3] Hombres en tiempos de oscuridad, Gedisa, 1990El retraimiento con respecto a la política y al ámbito de lo público se ha convertido, por tanto, según Hannah Arendt, en "la actitud básica del individuo moderno, quien, alienado del mundo, solo puede revelarse verdaderamente en privado y en la intimidad de los encuentros cara a cara". [3]
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