Ante la inminente, y memorable -previsiblemente- decisión del juez Gómez Bermudez, que hoy se nos comunicará, un ilustrativo artículo de Rafael Argullol, "Llamadlo codicia":
Fíjense, sin embargo, que si seguimos la pista falta todavía el círculo más poderoso: el formado por los corruptores de los corruptores. Sabemos que existe pero nadie nos habla de él. O quizá sí se habla de él pero críptica y elogiosamente. Es un problema de escala. A menor escala se es corrupto; a escala intermedia se es corruptor; a gran escala, cuando se llega a ser un corruptor, se alcanza el grado de condottiere, un señor, sino de la guerra, sí de las finanzas, alguien que ya está situado por encima de toda sospecha y que puede adquirir, si lo desea, acciones de partidos políticos, clubes deportivos y medios de comunicación indistintamente. A los condottiere, hombres respetables, no se les cita en las páginas de sucesos sino en las de economía o sociedad, y siempre vinculados al bienestar del país. ¿Han reparado hasta qué punto los enigmáticos beneficios que se producen en la Bolsa y las nada enigmáticas ganancias de los bancos, magnitudes cada año más obscenas, se nos presentan como los índices más indiscutibles de nuestra salud colectiva? Llegados a este paraje no tenemos respuesta. Para tenerla, y no andar siempre extraviados en el laberinto, deberíamos poder nombrar, de nuevo, al Innombrable. Pero ya sabemos que esto es un tabú de nuestra época. Claro que siempre podemos volver a palabras más clásicas. Si no lo queréis llamar explotación capitalista porque os tildarán de locos y trasnochados, llamadlo codicia.
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