El motor temporal que impulsa "La ética protestante" es la gratificación diferida en nombre de las metas a largo plazo. Weber creía que este motor temporal era el secreto de la jaula de hierro, ya que la gente se encerraba en instituciones fijas porque esperaba poder permitirse al final una recompensa futura. La gratificación diferida hace posible la autodisciplina; te armas de valor en el trabajo, con o sin sufrimiento, porque te centras en esa futura recompensa. Esta versión tan personalizada del prestigio del trabajo requiere la acreditación de cierta clase de institución, institución que ha de ser lo suficientemente estable para producir las recompensas futuras y cuyas autoridades han de permanecer en su lugar para atestiguar tu comportamiento.
En el nuevo paradigma, la gratificación diferida como principio de autodisciplina no tiene sentido; esas condiciones institucionales han desaparecido. Es lo que el giro de la rueda económica ha puesto netamente de relieve en los últimos años. La depresión esclareció y agudizó un fenómeno que había permanecido más oculto durante el boom: cuando las cosas van mal, la gente de la élite tiene más espacio que la de abajo para maniobrar y adaptarse; en empresas con problemas, la red gerencial es más espesa y más rica, lo que permite a los de arriba escapar más facilmente. El resultado es que los testigos de la recompensa, como el Dios desaparecido de Nietzsche, han huido de la escena burocrática. En la tecnología de punta, las finanzas y los medios de comunición, esta puerta giratoria de las altas esferas de la administración vino a significar que el trabajador constante y autodisciplinado había perdido público.
El problema de la gratificación diferida se hace aún más problemático en Norteamérica y en Europa debido a la gran cantidad de fondos privados de pensiones que se han hundido y al peligro que acecha a los programas gubernamentales de jubilación. El ahorro para el futuro, esencia misma de la ética protestante, está viciado por la debilidad de esas estructuras, que ya no son puertos seguros.
martes, 12 de diciembre de 2006
la gratificación diferida
Etiquetas:
Richard Sennett,
trabajo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario