El nacionalismo ha convertido toda disidencia en una patología. Ejercicio simple y efectivo cuando se tiene al auditorio de tu parte. Es hora de enfrentarlos a un juego de espejos, para que se vean con los mismos ojos con que nos juzgan; pero con una diferencia: intentaré dar razones además de revelar las diversas infecciones nacionalistas que han convertido Cataluña en una sociedad enferma. Eso no me disculpará, pero al menos podremos confrontar visiones. Seguro que no tendré la razón en todo o en la mayor parte de lo teorizado a continuación, y colectivos o personas diversas tendrán razones para sentirse molestas; es el precio por intentar explorar lo que nos pasa y por qué nos pasa. Disculpas de antemano, si así fuere. Y una última aclaración: en cualquier caso, los ciudadanos son libres para elegir su destino, sea cual sea éste, incluso el de la sumisión, por lo que mi diagnóstico sólo es cognitivo, en modo alguno sancionador de conductas. Como decían en mis infancias: cada cual va al infierno por el camino que elige.
En 1973, en la ciudad de Estocolmo, en un asalto, los ladrones retuvieron a los empleados del banco durante varios días. En el momento de la liberación un periodista fotografió el instante en que una de las rehenes y uno de los captores se besaban. Este hecho sirvió para bautizar como "Síndrome de Estocolmo" ciertas conductas "extrañas" que demuestran afecto entre los captores y sus rehenes. Desde entonces se conoce con ese nombre la conducta de afectividad que sentiría el individuo sujeto a secuestro, como autoengaño y modo de agradecimiento, al vivir en una situación de suma fragilidad y chantaje. La consecuencia más desalentadora culminará en la justificación de la conducta ilegal de los secuestradores.
Cuando escribía Extranjeros en su país[1], a finales de los 80, ante la imposibilidad de dar una explicación al silencio de los castellanohablantes despojados de sus derechos lingüísticos en Cataluña, adopté el concepto de "síndrome de Estocolmo" para describir la sumisión social al nacionalismo. Quince años después, quiero describir con más detalle aquella metáfora. Pero ahora con un concepto aún más exacto: "El síndrome de Catalunya". Para ello me he valido del concepto psicoanalítico de "complejo de inferioridad", en diversas variantes, como respuesta a una situación conflictiva que causa frustración, intranquilidad, miedo, angustia o desajustes con el entorno. En términos freudianos, se trata de un mecanismo de defensa, es decir, de una de las maneras adaptativas inconscientes que posee el individuo para resolver esos conflictos y reducir la angustia que le producen.
El "acoso moral" que han sufrido cientos de miles de inmigrantes andaluces, extremeños, gallegos, aragoneses, castellanos, valencianos –españoles, en suma– a lo largo del último tercio del siglo XX en Cataluña por parte de una élite intelectual y política camuflada en el nacionalismo catalán ha llevado a la inmensa mayoría de ellos al autoodio, a la vergüenza, o si prefieren a la desgana cultural, lingüística y nacional y, por ende, a comportarse como si fueran culpables de un pecado original lingüístico por no hablar catalán y seguir utilizando el castellano en una tierra donde les han repetido hasta la saciedad que es una lengua agresora, culpable de la debilidad de la "lengua propia" del país e instrumento imperialista de la dictadura franquista para eliminar las señas de identidad de la "nación catalana".
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viernes, 1 de diciembre de 2006
el síndrome de Cataluña
Artículo de Antonio Robles en el nº 28 de La Ilustración Liberal
Etiquetas:
Antonio Robles,
Cataluña
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