Escribe Antonio Robles en Libertad Digital, el 20/10/06
"Acaba de comenzar la campaña electoral en Cataluña. El 1 de noviembre de 2006 no será una fecha cualquiera. Probablemente puede convertirse en el fin de una época y el inicio de otra.
Cataluña y España como sociedades tienen características muy parecidas. Las dos son diversas y plurales. Pero España reconoce y garantiza legalmente esa pluralidad, mientras Cataluña la combate desde las instituciones. España habla, enseña y promociona varias lenguas, Cataluña desautoriza la común del Estado y la mayoritariamente hablada en el Principado. España se avergüenza del nacionalismo que la hizo el primer Estado moderno de Europa, Cataluña gasta millones de euros públicos en convertir la identidad particular de una casta catalanista en el rito obligatorio de todos. España promociona los productos catalanes en el extranjero, Cataluña pretende suplantarla con embajadas enmascaradas. España incluye, Cataluña excluye.
Es ese mundo que voy anteponiendo a España el que puede entrar en crisis el 1 de noviembre. Si así es habrá ocurrido un milagro: Ciutadans, partido de la Ciudadanía habrá entrado en el Parlament.
Nunca tan pocos pueden hacer tanto. La omertá nacionalista, esa transversalidad catalanista de todos los partidos políticos es tan general que hasta el PP de Piqué ruega todas las mañanas poder pertenecer al club. Tan pesado se ha puesto Josep Piqué con lo de pactar con CiU que Artur Mas se ha visto obligado a firmar ante notario que no pactará con el PP. Tenía Mas la necesidad de escenificar una aversión para contentar y evitar la huida de sus votantes nacionalistas que consideran al PPC la imagen real del maléfico. Hoy parece rendirse a la evidencia de que CiU no le quiere en público (como a las amantes) y se ha quejado Piqué de la socioconvergencia que se avecina.
Esta atmósfera de abrazos y desencuentros deja al PPC fuera de juego. Los escaños que saque el 1 de noviembre serán los votos más inútiles jamás depositados. ¿Qué pintarán en el Parlament? Nadie los quiere como socios, a nadie podrán presionar y encima, su máximo representante, el señor Piqué, no tendrá ni agallas ni convicciones para oponerse al catalanismo. Y si lo del notario fuera una broma, pactaría con el nacionalismo. Casi mejor que no pinte nada.
Sin embargo, algunos de esos votos podrían llevar a Ciutadans, Partido de la Ciudadanía (C’s) al Parlament. Su fuerza no será ni el pacto con otros ni su número de escaños, su fuerza será su existencia en el Parlament de Catalunya. Su sola presencia ya es revolucionaria. Nadie podría tapar ya el discurso de millones de personas excluidas de la vida política catalana. Hablarían castellano también en el Parlament, sin vergüenza, sin pedir permiso, sin complejos. Denunciarían en cada sesión los millones de euros que se derrochan en construcción nacional mientras nuestras escuelas dan pena y nuestros hospitales tienen colas de medio año. Desenmascararían comportamientos viciados por tantos años de poder de una generación entera de políticos profesionales. Presionarían para que nuestros medios públicos de comunicación no sigan siendo cortijos privados del nacionalismo y del poder.
Y lo harían todo con descaro. No tendrían nada que perder. Por primera vez, ese comportamiento no temería al poder, al contrario, le daría aún más escaños en las siguientes elecciones. Quizás, de todo ello, sea esta frescura y voluntad de abrir las ventanas del Parlament a la ciudadanía sin hipotecas ni remilgos, la mayor revolución de una sociedad atada por una telaraña clientelar asfixiante. Por eso, el voto útil de quien piensa votar a un PPC irreconocible en estas elecciones será hacerlo por Ciutadans.
Como lo será si el voto se va al PSC. Montilla representa la imagen del final de una época. Un personaje gris, vendido al nacionalismo y con callos en las neuronas que ha hecho de la ideología una habilidad para trileros. Él ha ayudado a crear a sus propios sepultureros. Durante casi tres décadas se ha dedicado a ensanchar el espacio nacionalista y a despreciar y demonizar la cultura impropia de muchos de sus paisanos. Ahora que quiere jugar a lo que ha demonizado, le desprecia. Su derrota será espectacular. Y sus votos nunca habrán sido tan peligrosos: se abrazará a una farola si es necesario. Y en Cataluña ya sólo quedan farolas nacionalistas. Este es el problema de los profesionales de la política, han de hacer lo que sea por mantenerse en el poder.
Votar a los socialistas es arriesgarse de nuevo a tener un conseller de cultura o educación como Carod Rovira o Felip Puig. En este caso no será sólo un voto inútil, sino suicida para la igualdad y la dignidad.
También en este caso el voto útil será el de Ciutadans. Su mera presencia servirá para denunciar cada mañana los atropellos en nuestras escuelas, para denunciar cada multa que se ponga a un ciudadano catalán por rotular en castellano, para recordar que con España debemos construir puentes y no romperlos, para recordar que un hombre es un voto y no este desfalco del sistema electoral catalán que hace de Convergencia y ERC partidos sobrevalorados, que son necesarias las listas abiertas y la limitación de mandato...
Y todo esto Ciutadans lo hará con convicción, sin admitir chantajes ni presiones. Será un orgullo y una satisfacción hacerlo. Se lo dice alguien que podría estar el 1 de noviembre en el Parlament demostrando que lo más hermoso de las promesas electorales es cumplirlas".
"Acaba de comenzar la campaña electoral en Cataluña. El 1 de noviembre de 2006 no será una fecha cualquiera. Probablemente puede convertirse en el fin de una época y el inicio de otra.
Cataluña y España como sociedades tienen características muy parecidas. Las dos son diversas y plurales. Pero España reconoce y garantiza legalmente esa pluralidad, mientras Cataluña la combate desde las instituciones. España habla, enseña y promociona varias lenguas, Cataluña desautoriza la común del Estado y la mayoritariamente hablada en el Principado. España se avergüenza del nacionalismo que la hizo el primer Estado moderno de Europa, Cataluña gasta millones de euros públicos en convertir la identidad particular de una casta catalanista en el rito obligatorio de todos. España promociona los productos catalanes en el extranjero, Cataluña pretende suplantarla con embajadas enmascaradas. España incluye, Cataluña excluye.
Es ese mundo que voy anteponiendo a España el que puede entrar en crisis el 1 de noviembre. Si así es habrá ocurrido un milagro: Ciutadans, partido de la Ciudadanía habrá entrado en el Parlament.
Nunca tan pocos pueden hacer tanto. La omertá nacionalista, esa transversalidad catalanista de todos los partidos políticos es tan general que hasta el PP de Piqué ruega todas las mañanas poder pertenecer al club. Tan pesado se ha puesto Josep Piqué con lo de pactar con CiU que Artur Mas se ha visto obligado a firmar ante notario que no pactará con el PP. Tenía Mas la necesidad de escenificar una aversión para contentar y evitar la huida de sus votantes nacionalistas que consideran al PPC la imagen real del maléfico. Hoy parece rendirse a la evidencia de que CiU no le quiere en público (como a las amantes) y se ha quejado Piqué de la socioconvergencia que se avecina.
Esta atmósfera de abrazos y desencuentros deja al PPC fuera de juego. Los escaños que saque el 1 de noviembre serán los votos más inútiles jamás depositados. ¿Qué pintarán en el Parlament? Nadie los quiere como socios, a nadie podrán presionar y encima, su máximo representante, el señor Piqué, no tendrá ni agallas ni convicciones para oponerse al catalanismo. Y si lo del notario fuera una broma, pactaría con el nacionalismo. Casi mejor que no pinte nada.
Sin embargo, algunos de esos votos podrían llevar a Ciutadans, Partido de la Ciudadanía (C’s) al Parlament. Su fuerza no será ni el pacto con otros ni su número de escaños, su fuerza será su existencia en el Parlament de Catalunya. Su sola presencia ya es revolucionaria. Nadie podría tapar ya el discurso de millones de personas excluidas de la vida política catalana. Hablarían castellano también en el Parlament, sin vergüenza, sin pedir permiso, sin complejos. Denunciarían en cada sesión los millones de euros que se derrochan en construcción nacional mientras nuestras escuelas dan pena y nuestros hospitales tienen colas de medio año. Desenmascararían comportamientos viciados por tantos años de poder de una generación entera de políticos profesionales. Presionarían para que nuestros medios públicos de comunicación no sigan siendo cortijos privados del nacionalismo y del poder.
Y lo harían todo con descaro. No tendrían nada que perder. Por primera vez, ese comportamiento no temería al poder, al contrario, le daría aún más escaños en las siguientes elecciones. Quizás, de todo ello, sea esta frescura y voluntad de abrir las ventanas del Parlament a la ciudadanía sin hipotecas ni remilgos, la mayor revolución de una sociedad atada por una telaraña clientelar asfixiante. Por eso, el voto útil de quien piensa votar a un PPC irreconocible en estas elecciones será hacerlo por Ciutadans.
Como lo será si el voto se va al PSC. Montilla representa la imagen del final de una época. Un personaje gris, vendido al nacionalismo y con callos en las neuronas que ha hecho de la ideología una habilidad para trileros. Él ha ayudado a crear a sus propios sepultureros. Durante casi tres décadas se ha dedicado a ensanchar el espacio nacionalista y a despreciar y demonizar la cultura impropia de muchos de sus paisanos. Ahora que quiere jugar a lo que ha demonizado, le desprecia. Su derrota será espectacular. Y sus votos nunca habrán sido tan peligrosos: se abrazará a una farola si es necesario. Y en Cataluña ya sólo quedan farolas nacionalistas. Este es el problema de los profesionales de la política, han de hacer lo que sea por mantenerse en el poder.
Votar a los socialistas es arriesgarse de nuevo a tener un conseller de cultura o educación como Carod Rovira o Felip Puig. En este caso no será sólo un voto inútil, sino suicida para la igualdad y la dignidad.
También en este caso el voto útil será el de Ciutadans. Su mera presencia servirá para denunciar cada mañana los atropellos en nuestras escuelas, para denunciar cada multa que se ponga a un ciudadano catalán por rotular en castellano, para recordar que con España debemos construir puentes y no romperlos, para recordar que un hombre es un voto y no este desfalco del sistema electoral catalán que hace de Convergencia y ERC partidos sobrevalorados, que son necesarias las listas abiertas y la limitación de mandato...
Y todo esto Ciutadans lo hará con convicción, sin admitir chantajes ni presiones. Será un orgullo y una satisfacción hacerlo. Se lo dice alguien que podría estar el 1 de noviembre en el Parlament demostrando que lo más hermoso de las promesas electorales es cumplirlas".
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