El Nobel de la Paz-2006 debería haber sido el de Economía. “Para reducir la pobreza no necesitamos movilizar grandes recursos, sino muchas voluntades… Los microcréditos han ayudado a la mitad de la población de Bangladesh…”
Director del Grameen Bank, surgido de un proyecto iniciado en 1976 para dar oportunidades a los más necesitados de Bangladesh con una nueva fórmula de financiación, los microcréditos, Muhammad Yunus, defiende que la reducción de la pobreza –que conoce de cerca– “no es cuestión de recursos, sino de voluntad”. En 1976, a Yunus le tildaron de loco. Treinta años después, sus microcréditos han sido tabla de salvación para familias de todo el mundo. En su paso por el Fórum de Barcelona, en el marco del diálogo sobre Pobreza, microcréditos y desarrollo, Yunus ha derrochado optimismo y confianza en la sociedad civil a la vez que ha exigido a los gobiernos seriedad y voluntad en el cumplimiento de los Objetivos del Milenio, suscritos hace cuatro años por 189 países con la intención de reducir la pobreza mundial [personas con ingresos inferiores a un dólar por día] a la mitad para el año 2015.
-Usted afirma que la clave del éxito del Grameen es haber creído en las personas y que la lucha contra la pobreza es un pulso entre ‘creyentes’ y ‘no creyentes’. ¿A qué se refiere?
-Cuanto más distanciado estás de la realidad de las personas pobres más incrédulo eres sobre su capacidad de salir del pozo; te haces tus propias teorías y elocubraciones sobre el cómo y el porqué de la miseria y te las crees aunque no sean ciertas. Pero cuando convives con ellos, cuando malvives con ellos, duermes bajo el mismo techo y comes del mismo plato, te conviertes en un creyente total, porque ya no ves al pobre, sino a la persona, y conoces sus sueños, los mismos sueños que tenemos todos, y sabes de los esfuerzos que hace cada día para sobrevivir. Y entonces te das de bruces con la injusticia de este sistema. Te preguntas ¿por qué yo cobro más que ellos si ellos trabajan incluso más que yo? ¿Por qué más de la mitad de la población mundial no tiene acceso a los servicios financieros?. El sistema bancario está diseñado para que los pobres no puedan acceder. ¿Acaso tienen miedo de que no devuelvan los créditos? Bueno, siempre digo que si no lo hacen ya tendrán alguna cosa en común con los ricos… Cuando crees en la persona sabes que todo el mundo tiene capacidad y voluntad para mejorar por muy adversas que sean las circunstancias. Sólo falta que alguien crea en ellos.
-¿Y a qué no creyente más desearía usted convertir en creyente? ¿A algunos directores de banco o jefes de instituciones internacionales, por ejemplo?
-Si me permite, mi principal crítica es contra el sistema educativo, porque ha fracasado en [esta tarea de] convertirnos en creyentes, porque en lugar de acercarnos a la realidad, nos aparta de ella. El propósito último de la educación es abrir las mentes de las personas, ampliar nuestra visión del mundo, aprender a pensar y a comprender para poder prosperar. Por tanto, no podremos cambiar la sociedad ni dar un futuro a los que sufren si antes no reformamos la mentalidad educativa. ¿En qué valores educamos? En los de mejora y promoción individual. ¿Y de qué sirve la educación si no nos inculca el sentido de ayuda mútua, de contribuir juntos al desarrollo de todos?
-A pesar de los recelos institucionales, las organizaciones sociales han acatado y expandido el microcrédito por todo el mundo a una velocidad de vértigo… Será que, a pesar del pensamiento único imperante, habrá muchos creyentes, ¿no?
-La verdad es que la idea ha atraído a mucha gente, sobre todo a mucha gente joven. En los años sesenta, entre la juventud había un tremendo entusiasmo por encontrar la verdad, socialismo versus capitalismo. Pero aquello pasó, vinieron los tristes setenta, los ochenta… y ¿ahora qué? Los jóvenes se sienten frustrados, la política les ha fallado y creo que, a pesar de lo que parece, no les interesa el dinero por el dinero –quizás porque ya lo tienen-, sino que buscan ideales. Y los microcréditos tienen sentido, es un modelo financiero que entienden y una alternativa seria [al sistema]. Les gusta cómo se acercan a la pobreza, con una perspectiva nueva y respetuosa que nada tiene que ver ni con la caridad ni con la revolución. Y también les atrae el cambio que imprime al concepto de negocio. Tal y como está planteado hoy, el mundo empresarial es una desfiguración de si mismo. Cierto, negocio significa hacer dinero, pero no sólo eso. Hasta ahora ha sido totalmente ignorada, pero la economía social nos enseña que ayudar a los demás también puede ser un buen negocio, y un negocio rentable. Las empresas son armas muy poderosas, y alguien que quiera mejorar la sociedad no tiene porqué renunciar a la perspectiva empresarial para hacerlo. Puedes crear tu propia empresa, ganar dinero y, además, solucionar problemas de tu comunidad. La economía social mantiene el sistema pero a la vez contribuye al desarrollo colectivo. Y esto es un gran reto para la juventud.
Director del Grameen Bank, surgido de un proyecto iniciado en 1976 para dar oportunidades a los más necesitados de Bangladesh con una nueva fórmula de financiación, los microcréditos, Muhammad Yunus, defiende que la reducción de la pobreza –que conoce de cerca– “no es cuestión de recursos, sino de voluntad”. En 1976, a Yunus le tildaron de loco. Treinta años después, sus microcréditos han sido tabla de salvación para familias de todo el mundo. En su paso por el Fórum de Barcelona, en el marco del diálogo sobre Pobreza, microcréditos y desarrollo, Yunus ha derrochado optimismo y confianza en la sociedad civil a la vez que ha exigido a los gobiernos seriedad y voluntad en el cumplimiento de los Objetivos del Milenio, suscritos hace cuatro años por 189 países con la intención de reducir la pobreza mundial [personas con ingresos inferiores a un dólar por día] a la mitad para el año 2015.
-Usted afirma que la clave del éxito del Grameen es haber creído en las personas y que la lucha contra la pobreza es un pulso entre ‘creyentes’ y ‘no creyentes’. ¿A qué se refiere?
-Cuanto más distanciado estás de la realidad de las personas pobres más incrédulo eres sobre su capacidad de salir del pozo; te haces tus propias teorías y elocubraciones sobre el cómo y el porqué de la miseria y te las crees aunque no sean ciertas. Pero cuando convives con ellos, cuando malvives con ellos, duermes bajo el mismo techo y comes del mismo plato, te conviertes en un creyente total, porque ya no ves al pobre, sino a la persona, y conoces sus sueños, los mismos sueños que tenemos todos, y sabes de los esfuerzos que hace cada día para sobrevivir. Y entonces te das de bruces con la injusticia de este sistema. Te preguntas ¿por qué yo cobro más que ellos si ellos trabajan incluso más que yo? ¿Por qué más de la mitad de la población mundial no tiene acceso a los servicios financieros?. El sistema bancario está diseñado para que los pobres no puedan acceder. ¿Acaso tienen miedo de que no devuelvan los créditos? Bueno, siempre digo que si no lo hacen ya tendrán alguna cosa en común con los ricos… Cuando crees en la persona sabes que todo el mundo tiene capacidad y voluntad para mejorar por muy adversas que sean las circunstancias. Sólo falta que alguien crea en ellos.
-¿Y a qué no creyente más desearía usted convertir en creyente? ¿A algunos directores de banco o jefes de instituciones internacionales, por ejemplo?
-Si me permite, mi principal crítica es contra el sistema educativo, porque ha fracasado en [esta tarea de] convertirnos en creyentes, porque en lugar de acercarnos a la realidad, nos aparta de ella. El propósito último de la educación es abrir las mentes de las personas, ampliar nuestra visión del mundo, aprender a pensar y a comprender para poder prosperar. Por tanto, no podremos cambiar la sociedad ni dar un futuro a los que sufren si antes no reformamos la mentalidad educativa. ¿En qué valores educamos? En los de mejora y promoción individual. ¿Y de qué sirve la educación si no nos inculca el sentido de ayuda mútua, de contribuir juntos al desarrollo de todos?
-A pesar de los recelos institucionales, las organizaciones sociales han acatado y expandido el microcrédito por todo el mundo a una velocidad de vértigo… Será que, a pesar del pensamiento único imperante, habrá muchos creyentes, ¿no?
-La verdad es que la idea ha atraído a mucha gente, sobre todo a mucha gente joven. En los años sesenta, entre la juventud había un tremendo entusiasmo por encontrar la verdad, socialismo versus capitalismo. Pero aquello pasó, vinieron los tristes setenta, los ochenta… y ¿ahora qué? Los jóvenes se sienten frustrados, la política les ha fallado y creo que, a pesar de lo que parece, no les interesa el dinero por el dinero –quizás porque ya lo tienen-, sino que buscan ideales. Y los microcréditos tienen sentido, es un modelo financiero que entienden y una alternativa seria [al sistema]. Les gusta cómo se acercan a la pobreza, con una perspectiva nueva y respetuosa que nada tiene que ver ni con la caridad ni con la revolución. Y también les atrae el cambio que imprime al concepto de negocio. Tal y como está planteado hoy, el mundo empresarial es una desfiguración de si mismo. Cierto, negocio significa hacer dinero, pero no sólo eso. Hasta ahora ha sido totalmente ignorada, pero la economía social nos enseña que ayudar a los demás también puede ser un buen negocio, y un negocio rentable. Las empresas son armas muy poderosas, y alguien que quiera mejorar la sociedad no tiene porqué renunciar a la perspectiva empresarial para hacerlo. Puedes crear tu propia empresa, ganar dinero y, además, solucionar problemas de tu comunidad. La economía social mantiene el sistema pero a la vez contribuye al desarrollo colectivo. Y esto es un gran reto para la juventud.
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