"La diferencia entre el franquismo y la monarquía juancarlista es muy pequeña".
Antonio García-Trevijano ha hecho balance de su blog, después de cuatro meses de andadura, y no parece mal balance, teniendo en cuenta la naturaleza de los asuntos que en el se tratan – el necesario cambio de régimen político hacia una república constitucional, y el cuestionamiento fundamentado teóricamente, y con la experiencia, de nuestras instituciones políticas -, la rotundidez de sus argumentaciones y el nivel de los comentarios que en el se vierten.
Enhorabuena. Su ejercicio de republicanismo se visualiza ahora en su blog.
Aquí dejo parte de una entrevista que le hizo Arturo Seeber (La Fiera Literaria - Rebelión) [15.11.2005]
Antonio García-Trevijano es un político de la España que no ha podido ser. Hombre de la denominada Transición Española. Fundador en 1974 de la Junta Democrática de España, cuya legitimidad fue reconocida por el Parlamento de Estrasburgo. Tras la muerte de Franco y comienzos del reinado de Juan Carlos I, logró la unidad de la oposición mediante la Coordinación Democrática (Platajunta). Sin pertenecer a ningún partido o grupo de presión, y siendo uno de los abogados más famosos de España, Trevijano ideó la estrategia de la ruptura pacífica de la Dictadura (contra la Reforma del Régimen) y comprometió a todos los partidos en un pacto de rechazo de la Monarquía , a no ser que ésta venciera en un Referendum donde se pudiera elegir con absoluta libertad la República.
Por ser alma y motor de la ruptura democrática, Fraga lo encarceló sin proceso judicial. Se retiró de la política cuando los jefes de los partidos socialista y comunista, traicionando el compromiso por la ruptura democrática, pactaron en secreto con Suárez la continuidad de la Monarquía de Franco y la sustitución de la democracia representativa (separación de poderes y sistema electoral de mayoría) por una oligarquía de partidos financiados por el Estado. Como el propio Trevijano dice, él se retiró de la política cuando los partidos también la abandonaron en favor del consenso que, por antonomasia, es la pasión antipolítica de las oligarquías.
Escritor de libros de pensamiento (Discurso de la República, Frente a la Gran Mentira, La Alternativa democrática, Pasiones de servidumbre) y de arte (Donatello modela la infancia, David es Mercurio, Retorno a la Belleza), ha publicado en la prensa más de mil quinientos artículos (de filosofía política, sociología de las pasiones, psicología social, estética, pintura del primer tercio del XX, terrorismo, Europa), sin repetir jamás un tópico, una frase hecha o un lugar común. Este hombre idealista, culto, educado, inteligente, claro en sus ideas y en su expresión -posee una de las prosas más refinadas que he conocido en mucho tiempo-, contrasta con la vulgaridad de los políticos, sean del partido que sean, que han hecho de la mediocridad, la ignorancia, la ordinariez y la corrupción una suerte de aristocracia parda, una selección al revés como diría Gramsci.
Si toda transición es un proceso de tránsito, ¿de qué cosa a qué cosa ha transitado la llamada transición española?
En realidad, dejando de lado las consignas de la propaganda, se trata del proceso de transición del Estado de un partido al Estado de varios, es decir, el tránsito de la dictadura de Franco a la oligarquía del Estado de Partidos en la Monarquía de Juan Carlos.
¿Cuál es la diferencia entre el punto de partida y el de llegada?
Para el pueblo, para la libertad política, para la naturaleza del poder, la diferencia entre el franquismo y la monarquía juancarlista es muy pequeña. Antes se votaban las listas del partido único y ahora se votan las de tres o cuatro partidos. Antes el pueblo carecía de libertad para elegir y deponer al Gobierno y ahora tampoco la tiene. Antes estaban unidos todos los poderes del Estado y ahora también. Antes se llamaba democracia orgánica a la dictadura de un partido, y ahora se llama democracia a la oligarquía de varios. Antes se reprimía la libertad de expresión mediante la censura y ahora se reprime la libertad de pensamiento mediante el consenso. Lo esencial no ha cambiado. Aunque en los gobernados y en lo subordinado se ha producido un cambio notable. Bajo la dictadura el pueblo consintió su servidumbre forzosa, bajo esta Monarquía se cree libre con su servidumbre voluntaria. Se partió de Fraga y se ha llegado a Fraga.
¿Y qué era lo esencial de la dictadura?
Los dictadores no matan, torturan o encarcelan por sadismo. Están convencidos de que el terror de Estado es el modo mas seguro de conservar su poder. Los sádicos se enrolan en los cuerpos de policía o seguridad de todas las formas de gobierno, incluso en la democrática. Esto no disculpa a los jefes de Estado y de Gobierno que toleran la tortura o el asesinato de los "subversivos". Pues se sirven de medios inhumanos para detentar un poder inhumano. Pero lo esencial de la dictadura no es lo absoluto de su poder personal, que comparte con el numeroso séquito de sus poderosos partidarios, sino lo absoluto de la falta de control del poder político.
¿Cuál sería, pues, el logro esencial de la Monarquía española?
Las libertades personales y la incorporación a Europa. Pero también haber conservado, con las libertades públicas, salvo la libertad política (que es libertad colectiva), un mismo tipo de poder sin control. El Presidente del Gobierno es el jefe absoluto del partido que detenta el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. La corrupción política es consecuencia inevitable del uso normal de esta forma de poder indiviso. La Constitución es la fuente institucional de la corrupción. El sistema se parece a la dictadura porque no tiene alternativa de poder, pero se diferencia de ella porque ofrece a los partidos mayoritarios una alternancia en el poder. ****
Quisiera saber por qué ha sido tan fácil confundir la democracia con el actual Estado de Partidos que, entre otros defectos, no representa ya a la Sociedad civil, como en el sistema parlamentario, sino a la propia sociedad política o estatal.
A causa de un progreso continuo de la demagogia. Progreso que ha conducido a la confusión básica del mundo moderno entre democracia formal o política (forma de gobierno) y democracia material o social (contenido de gobierno, medidas de igualación social). Hoy se ha olvidado que la palabra democracia se refiere a una forma de ejercer el poder y no a un estado de igualdad social. Según este último criterio, el primer gobierno demócrata habría sido el de Bismarck. Y las mejores expresiones, las de Stalin o Fidel Castro. Hay que reservar el nombre de democracia para las formas de gobierno representativo y con separación de poderes.
Alguien definió a los sistemas presidencialistas como dictaduras elegidas por el pueblo. ¿Tiene fundamento?
Si no hay separación real con el poder legislativo y el judicial, como sucede en Suramérica y en los países emergentes del sovietismo, puede estar justificada la definición de dictaduras electivas. En EEUU, de ningún modo. Ningún Presidente podrá ser equiparado a un dictador transitorio. Pero la realidad es que en todos los países la política se reduce a una elección entre dos partidos que, llegados al poder, gobiernan del mismo modo.
¿No se trata de un monopolio de la política o, cuando menos, de un secuestro de la libertad de elegir?
Vuelvo a repetir que debemos ser muy cuidadosos con las palabras que usamos. Su pregunta puede tener fundamento en sentido sociológico, pero no en el terreno propio de la política. El Estado de Partidos no es representativo de la sociedad civil porque los gobernados no pueden votar a diputados que los representen, sino a los candidatos elegidos por los jefes de partido para que los representen a ellos. Por esta razón, desde el punto de vista formal, en cuanto forma de gobierno, el Estado de Partidos es una perfecta y estable oligarquía de partidos. Bajo la Monarquía de Partidos no hay solución democrática.
¿Encuentra Vd gran diferencia entre el PP y el PSOE?
En cuanto agentes o gestores del Estado, ninguna. Cuando gobiernan hacen y son lo mismo. Se diferencian en sus discursos, en la distinta clase de demagogia. Uno, demagogia del orden; otro, demagogia de la libertad; y ambos, demagogia de la igualdad.
Antonio García-Trevijano ha hecho balance de su blog, después de cuatro meses de andadura, y no parece mal balance, teniendo en cuenta la naturaleza de los asuntos que en el se tratan – el necesario cambio de régimen político hacia una república constitucional, y el cuestionamiento fundamentado teóricamente, y con la experiencia, de nuestras instituciones políticas -, la rotundidez de sus argumentaciones y el nivel de los comentarios que en el se vierten.
Enhorabuena. Su ejercicio de republicanismo se visualiza ahora en su blog.
Aquí dejo parte de una entrevista que le hizo Arturo Seeber (La Fiera Literaria - Rebelión) [15.11.2005]
Antonio García-Trevijano es un político de la España que no ha podido ser. Hombre de la denominada Transición Española. Fundador en 1974 de la Junta Democrática de España, cuya legitimidad fue reconocida por el Parlamento de Estrasburgo. Tras la muerte de Franco y comienzos del reinado de Juan Carlos I, logró la unidad de la oposición mediante la Coordinación Democrática (Platajunta). Sin pertenecer a ningún partido o grupo de presión, y siendo uno de los abogados más famosos de España, Trevijano ideó la estrategia de la ruptura pacífica de la Dictadura (contra la Reforma del Régimen) y comprometió a todos los partidos en un pacto de rechazo de la Monarquía , a no ser que ésta venciera en un Referendum donde se pudiera elegir con absoluta libertad la República.
Por ser alma y motor de la ruptura democrática, Fraga lo encarceló sin proceso judicial. Se retiró de la política cuando los jefes de los partidos socialista y comunista, traicionando el compromiso por la ruptura democrática, pactaron en secreto con Suárez la continuidad de la Monarquía de Franco y la sustitución de la democracia representativa (separación de poderes y sistema electoral de mayoría) por una oligarquía de partidos financiados por el Estado. Como el propio Trevijano dice, él se retiró de la política cuando los partidos también la abandonaron en favor del consenso que, por antonomasia, es la pasión antipolítica de las oligarquías.
Escritor de libros de pensamiento (Discurso de la República, Frente a la Gran Mentira, La Alternativa democrática, Pasiones de servidumbre) y de arte (Donatello modela la infancia, David es Mercurio, Retorno a la Belleza), ha publicado en la prensa más de mil quinientos artículos (de filosofía política, sociología de las pasiones, psicología social, estética, pintura del primer tercio del XX, terrorismo, Europa), sin repetir jamás un tópico, una frase hecha o un lugar común. Este hombre idealista, culto, educado, inteligente, claro en sus ideas y en su expresión -posee una de las prosas más refinadas que he conocido en mucho tiempo-, contrasta con la vulgaridad de los políticos, sean del partido que sean, que han hecho de la mediocridad, la ignorancia, la ordinariez y la corrupción una suerte de aristocracia parda, una selección al revés como diría Gramsci.
Si toda transición es un proceso de tránsito, ¿de qué cosa a qué cosa ha transitado la llamada transición española?
En realidad, dejando de lado las consignas de la propaganda, se trata del proceso de transición del Estado de un partido al Estado de varios, es decir, el tránsito de la dictadura de Franco a la oligarquía del Estado de Partidos en la Monarquía de Juan Carlos.
¿Cuál es la diferencia entre el punto de partida y el de llegada?
Para el pueblo, para la libertad política, para la naturaleza del poder, la diferencia entre el franquismo y la monarquía juancarlista es muy pequeña. Antes se votaban las listas del partido único y ahora se votan las de tres o cuatro partidos. Antes el pueblo carecía de libertad para elegir y deponer al Gobierno y ahora tampoco la tiene. Antes estaban unidos todos los poderes del Estado y ahora también. Antes se llamaba democracia orgánica a la dictadura de un partido, y ahora se llama democracia a la oligarquía de varios. Antes se reprimía la libertad de expresión mediante la censura y ahora se reprime la libertad de pensamiento mediante el consenso. Lo esencial no ha cambiado. Aunque en los gobernados y en lo subordinado se ha producido un cambio notable. Bajo la dictadura el pueblo consintió su servidumbre forzosa, bajo esta Monarquía se cree libre con su servidumbre voluntaria. Se partió de Fraga y se ha llegado a Fraga.
¿Y qué era lo esencial de la dictadura?
Los dictadores no matan, torturan o encarcelan por sadismo. Están convencidos de que el terror de Estado es el modo mas seguro de conservar su poder. Los sádicos se enrolan en los cuerpos de policía o seguridad de todas las formas de gobierno, incluso en la democrática. Esto no disculpa a los jefes de Estado y de Gobierno que toleran la tortura o el asesinato de los "subversivos". Pues se sirven de medios inhumanos para detentar un poder inhumano. Pero lo esencial de la dictadura no es lo absoluto de su poder personal, que comparte con el numeroso séquito de sus poderosos partidarios, sino lo absoluto de la falta de control del poder político.
¿Cuál sería, pues, el logro esencial de la Monarquía española?
Las libertades personales y la incorporación a Europa. Pero también haber conservado, con las libertades públicas, salvo la libertad política (que es libertad colectiva), un mismo tipo de poder sin control. El Presidente del Gobierno es el jefe absoluto del partido que detenta el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. La corrupción política es consecuencia inevitable del uso normal de esta forma de poder indiviso. La Constitución es la fuente institucional de la corrupción. El sistema se parece a la dictadura porque no tiene alternativa de poder, pero se diferencia de ella porque ofrece a los partidos mayoritarios una alternancia en el poder. ****
Quisiera saber por qué ha sido tan fácil confundir la democracia con el actual Estado de Partidos que, entre otros defectos, no representa ya a la Sociedad civil, como en el sistema parlamentario, sino a la propia sociedad política o estatal.
A causa de un progreso continuo de la demagogia. Progreso que ha conducido a la confusión básica del mundo moderno entre democracia formal o política (forma de gobierno) y democracia material o social (contenido de gobierno, medidas de igualación social). Hoy se ha olvidado que la palabra democracia se refiere a una forma de ejercer el poder y no a un estado de igualdad social. Según este último criterio, el primer gobierno demócrata habría sido el de Bismarck. Y las mejores expresiones, las de Stalin o Fidel Castro. Hay que reservar el nombre de democracia para las formas de gobierno representativo y con separación de poderes.
Alguien definió a los sistemas presidencialistas como dictaduras elegidas por el pueblo. ¿Tiene fundamento?
Si no hay separación real con el poder legislativo y el judicial, como sucede en Suramérica y en los países emergentes del sovietismo, puede estar justificada la definición de dictaduras electivas. En EEUU, de ningún modo. Ningún Presidente podrá ser equiparado a un dictador transitorio. Pero la realidad es que en todos los países la política se reduce a una elección entre dos partidos que, llegados al poder, gobiernan del mismo modo.
¿No se trata de un monopolio de la política o, cuando menos, de un secuestro de la libertad de elegir?
Vuelvo a repetir que debemos ser muy cuidadosos con las palabras que usamos. Su pregunta puede tener fundamento en sentido sociológico, pero no en el terreno propio de la política. El Estado de Partidos no es representativo de la sociedad civil porque los gobernados no pueden votar a diputados que los representen, sino a los candidatos elegidos por los jefes de partido para que los representen a ellos. Por esta razón, desde el punto de vista formal, en cuanto forma de gobierno, el Estado de Partidos es una perfecta y estable oligarquía de partidos. Bajo la Monarquía de Partidos no hay solución democrática.
¿Encuentra Vd gran diferencia entre el PP y el PSOE?
En cuanto agentes o gestores del Estado, ninguna. Cuando gobiernan hacen y son lo mismo. Se diferencian en sus discursos, en la distinta clase de demagogia. Uno, demagogia del orden; otro, demagogia de la libertad; y ambos, demagogia de la igualdad.
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