Escribe Javier Cremades, Presidente del Observatorio del Notariado para la Sociedad de la Información-, abc, 24-IX-06, vía Radical.es
Ciudadanía y responsabilidad democrática
Septiembre 28th, 2006
Es necesaria una nueva inyección de principios democráticos que involucren a los ciudadanos en el gobierno de la sociedad (democratic responsiveness), más allá de la periódica celebración de elecciones, participando, opinando, cooperando, creando redes, deliberando con los instrumentos que han alcanzado gracias a las nuevas tecnologías…
Se celebra este año el primer centenario del nacimiento de Hannah Arendt, una mujer que vivió la experiencia del exilio, fue apátrida y, además de insigne filósofa, se convirtió en una contundente analista de los más importantes acontecimientos históricos de su tiempo. La actualidad de su monumental obra, «Los orígenes del totalitarismo», se hace patente cuando se piensa en la encrucijada política en la que nos encontramos en España.
Se ha señalado frecuentemente que los movimientos totalitarios usan y abusan de las libertades democráticas con el fin de abolirlas: «Ésta no es simplemente maligna astucia por parte de los dirigentes o estupidez infantil por parte de las masas -aclara Arendt-. Las libertades democráticas pueden hallarse basadas en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; sin embargo, adquieren su significado y funcionan orgánicamente sólo allí donde los ciudadanos pertenecen a grupos y son representados por éstos o donde forman una jerarquía social y política».
Porque el advenimiento de los regímenes totalitarios en Europa fue posible por la existencia de dos espejismos de los países gobernados democráticamente. El primero consistía en «creer que el pueblo en su mayoría había tomado una parte activa en el Gobierno y que cada individuo simpatizaba con un partido o con otro». Al contrario, la experiencia del régimen nazi en Alemania demostró que «las masas políticamente neutrales e indiferentes podían ser fácilmente mayoría en un país gobernado democráticamente», por lo que «una democracia podía funcionar según normas activamente reconocidas sólo por una minoría». El segundo espejismo de las democracias occidentales consistía en suponer que «estas masas políticamente indiferentes no importaban, que eran verdaderamente neutrales y no constituían más que un fondo indiferenciado de la vida política de la nación».
***
…. Por eso, la principal aportación de la revolución del micropoder* a la regeneración de la democracia no es, por tanto, ningún avance tecnológico como podría ser el voto electrónico. Su principal contribución es hacer posible un verdadero diálogo social entre los ciudadanos y entre los ciudadanos y los poderes públicos. El diálogo social puede así convertirse, a través de las nuevas tecnologías, en pieza clave de un nuevo modelo democrático más relacional y dialógico, es decir, interactivo. Porque, como decía Burke, cuando los ciudadanos son capaces de concertar sus respectivas libertades, esa común libertad suya es poder: hoy es micropoder.
*micropoder: la nueva distribución del poder que supone la aparición en escena de una gran masa de personas participando, opinando, cooperando, creando redes, deliberando con los instrumentos que han alcanzado gracias a las nuevas tecnologías.
Se celebra este año el primer centenario del nacimiento de Hannah Arendt, una mujer que vivió la experiencia del exilio, fue apátrida y, además de insigne filósofa, se convirtió en una contundente analista de los más importantes acontecimientos históricos de su tiempo. La actualidad de su monumental obra, «Los orígenes del totalitarismo», se hace patente cuando se piensa en la encrucijada política en la que nos encontramos en España.
Se ha señalado frecuentemente que los movimientos totalitarios usan y abusan de las libertades democráticas con el fin de abolirlas: «Ésta no es simplemente maligna astucia por parte de los dirigentes o estupidez infantil por parte de las masas -aclara Arendt-. Las libertades democráticas pueden hallarse basadas en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; sin embargo, adquieren su significado y funcionan orgánicamente sólo allí donde los ciudadanos pertenecen a grupos y son representados por éstos o donde forman una jerarquía social y política».
Porque el advenimiento de los regímenes totalitarios en Europa fue posible por la existencia de dos espejismos de los países gobernados democráticamente. El primero consistía en «creer que el pueblo en su mayoría había tomado una parte activa en el Gobierno y que cada individuo simpatizaba con un partido o con otro». Al contrario, la experiencia del régimen nazi en Alemania demostró que «las masas políticamente neutrales e indiferentes podían ser fácilmente mayoría en un país gobernado democráticamente», por lo que «una democracia podía funcionar según normas activamente reconocidas sólo por una minoría». El segundo espejismo de las democracias occidentales consistía en suponer que «estas masas políticamente indiferentes no importaban, que eran verdaderamente neutrales y no constituían más que un fondo indiferenciado de la vida política de la nación».
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…. Por eso, la principal aportación de la revolución del micropoder* a la regeneración de la democracia no es, por tanto, ningún avance tecnológico como podría ser el voto electrónico. Su principal contribución es hacer posible un verdadero diálogo social entre los ciudadanos y entre los ciudadanos y los poderes públicos. El diálogo social puede así convertirse, a través de las nuevas tecnologías, en pieza clave de un nuevo modelo democrático más relacional y dialógico, es decir, interactivo. Porque, como decía Burke, cuando los ciudadanos son capaces de concertar sus respectivas libertades, esa común libertad suya es poder: hoy es micropoder.
*micropoder: la nueva distribución del poder que supone la aparición en escena de una gran masa de personas participando, opinando, cooperando, creando redes, deliberando con los instrumentos que han alcanzado gracias a las nuevas tecnologías.
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