Me lo repite una y otra vez mi amigo, catedrático de la Complutense: "El mayor problema de España es su clase política. Es un problema que arrastramos desde hace siglos, desde el canalla de Fernando VII, al menos, pero que ahora está alcanzando niveles de tragedia. Tenemos la desgracia de que, dentro de la política, donde también hay gente honrada y bienintencionada, se hayan impuesto y tomado el poder los peores especímenes de la sociedad, los más descarados, egoistas, pendencieros, corruptos y autoritarios".
Y explica: "Llevan años dando mal ejemplo a los ciudadanos, trastocando la escala de valores, apelando a lo peor de la sociedad para acumular poder. Podrían haber elegido la ruta benéfica de las ONGs o recuperar el viejo sentido de la política, que se entendía como un servicio generoso a la sociedad, pero los partidos políticos han elegido el mal camino: se sirven a ellos mismos, odian al adversario, sólo acumulan poder y lo hacen por cualquier medio, cobrando comisiones, invadiendo hasta los últimos requicios de la sociedad civil, marginando a los ciudadanos, elevando el odio, la trifulca y el insulto a la categoría de emblemas del quehacer político español".
Y se pregunta: ¿Qué han hecho los partidos políticos por acabar con la corrupción en sus filas? Los comites disciplinarios no funcionan, pero sí ha funcionado la política de reclutar a los transfugas de otros partidos para ganar alcaldías. La corrupción en España no es un asunto de alcaldes y de concejales, sino de partidos políticos".
¿No te das cuenta del deterioro que ha acumulado nuestra democracia en apenas un cuarto de siglo? Parece un régimen viejo y agotado, cuando es una de las democracias más jóvenes del mundo. La gente, al morir Franco, recibio a los políticos demócratas con una ilusión desmedida e, imprudentemente, les abrió todas las puertas. Ellos aprovecharon la ocasión para acaparar poder y para penetrar por todas partes, incluso donde les estaba prohibido, en los recintos sagrados de la sociedad civil, en los medios de comunicación, sindicatos, cajas de ahorro, empresas, asociaciones, fundaciones, clubes, religiones, cofradias, etc. Lo dominan todo y son insaciables".
"Saben perfectamente que el ciudadano es el rey y el soberano de la democracia, pero lo han marginado y sólo recurren a él cada cuatro años, cuando se abren las urnas. Ni siquiera han respetado el inalienable derecho ciudadano a elegir en democracia. Han creado unas listas cerradas y bloqueadas gracias a las cuales son las elites de los partidos las que hacen esas listas y eligen, dejando al ciudadano la triste misión de aceptarlas o rechazarlas".
"Se han cargado los valores heredados del pasado, desde el esfuerzo a la honradez, pasando por el respeto y la lealtad, y están haciendo de España un lugar escasamente confortable y poco recomendable para criar hijos".
"Sólo hay que mirarlos para descubrir que todo lo que digo es cierto. Míralos como destilan odio al adversario cuando hablan, como practican esa terrible máxima de "al enemigo ni agua" o la no menos macabra de que "el fin justifica los medios". Si les miras (y no tienes otro remedio que hacerlo porque son los reyes del telediario y del noticiero), les verás odiarse entre ellos, insultarse y ponerse zancadillas, olvidando que su primer deber es la búsqueda del bien común. Son el peor ejemplo imaginable para nuestros hijos y si los analizas con frialdad y detalles, ningún español decente los invitaría a comer en su casa, o les presentaría a su esposa e hijos".
Y explica: "Llevan años dando mal ejemplo a los ciudadanos, trastocando la escala de valores, apelando a lo peor de la sociedad para acumular poder. Podrían haber elegido la ruta benéfica de las ONGs o recuperar el viejo sentido de la política, que se entendía como un servicio generoso a la sociedad, pero los partidos políticos han elegido el mal camino: se sirven a ellos mismos, odian al adversario, sólo acumulan poder y lo hacen por cualquier medio, cobrando comisiones, invadiendo hasta los últimos requicios de la sociedad civil, marginando a los ciudadanos, elevando el odio, la trifulca y el insulto a la categoría de emblemas del quehacer político español".
Y se pregunta: ¿Qué han hecho los partidos políticos por acabar con la corrupción en sus filas? Los comites disciplinarios no funcionan, pero sí ha funcionado la política de reclutar a los transfugas de otros partidos para ganar alcaldías. La corrupción en España no es un asunto de alcaldes y de concejales, sino de partidos políticos".
¿No te das cuenta del deterioro que ha acumulado nuestra democracia en apenas un cuarto de siglo? Parece un régimen viejo y agotado, cuando es una de las democracias más jóvenes del mundo. La gente, al morir Franco, recibio a los políticos demócratas con una ilusión desmedida e, imprudentemente, les abrió todas las puertas. Ellos aprovecharon la ocasión para acaparar poder y para penetrar por todas partes, incluso donde les estaba prohibido, en los recintos sagrados de la sociedad civil, en los medios de comunicación, sindicatos, cajas de ahorro, empresas, asociaciones, fundaciones, clubes, religiones, cofradias, etc. Lo dominan todo y son insaciables".
"Saben perfectamente que el ciudadano es el rey y el soberano de la democracia, pero lo han marginado y sólo recurren a él cada cuatro años, cuando se abren las urnas. Ni siquiera han respetado el inalienable derecho ciudadano a elegir en democracia. Han creado unas listas cerradas y bloqueadas gracias a las cuales son las elites de los partidos las que hacen esas listas y eligen, dejando al ciudadano la triste misión de aceptarlas o rechazarlas".
"Se han cargado los valores heredados del pasado, desde el esfuerzo a la honradez, pasando por el respeto y la lealtad, y están haciendo de España un lugar escasamente confortable y poco recomendable para criar hijos".
"Sólo hay que mirarlos para descubrir que todo lo que digo es cierto. Míralos como destilan odio al adversario cuando hablan, como practican esa terrible máxima de "al enemigo ni agua" o la no menos macabra de que "el fin justifica los medios". Si les miras (y no tienes otro remedio que hacerlo porque son los reyes del telediario y del noticiero), les verás odiarse entre ellos, insultarse y ponerse zancadillas, olvidando que su primer deber es la búsqueda del bien común. Son el peor ejemplo imaginable para nuestros hijos y si los analizas con frialdad y detalles, ningún español decente los invitaría a comer en su casa, o les presentaría a su esposa e hijos".
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