“ Es evidente que es un hecho el socavón del Carmelo. No hay duda alguna que ese hecho del pasado habla por él y por cada miembro de su partido. No estoy seguro de que tal hecho sea mejor que las palabras. ”
La política digiere cosas que la mayoría de actividades humanas no tiene estómago para metabolizar. Los mensajes electorales son una gran oportunidad para mostrar esa evidencia. En ellos, el mensaje es sólo un constructo imaginario cuya máxima finalidad es convencer, no mostrar, engañar, no exponer lo que se es o se pretende. Dulcificar conciencias para rendirlas, ese es el fin.
Si el desajuste actual entre las personas reales y las intenciones políticas es tan grosero, no podemos extrañarnos de campañas como la del señor José Montilla del PSC. Su partido y él mismo se pasan los casi tres años de legislatura de cháchara estatutaria y ahora resulta que nos quiere convencer que el palabrerío era de los demás. "Fets, no paraules (Hechos, no palabras)", asegura con aplomo, sin vergüenza a hacer el ridículo.
Hace unos días le aseguraba a Carlos Herrera en su programa de Onda Cero que los hechos del pasado hablaban por él. O algo así, porque la carcajada que me sobrevino me impidió escuchar la desvergüenza y apuntarla. Sin embargo, la actividad legislativa nunca fue tan escasa en el Parlamento de Cataluña y la energía política derrochada peor empleada.
Ahora nos ha inundado Cataluña con el eslogan de marras: "Fets, no paraules". Hay que ser muy cínico para montarse en vallas con ese lema después de lo que ha hecho en su vida política. Comprendo que no debería emplear ese adjetivo. Entre personas educadas no deberíamos hablar así. Pero me pregunto: ¿Qué es peor, adecuar el concepto a la cosa, en este caso denunciar la impostura, o carecer de escrúpulos para vender hechos que en un país normal serían suficientes para jubilarlo de la política?. Veamos:
Es evidente que es un hecho el socavón del Carmelo. No hay duda alguna que ese hecho del pasado habla por él y por cada miembro de su partido. No estoy seguro de que tal hecho sea mejor que las palabras.
Es evidente que el acoso a Endesa con las armas interesadas del poder es un hecho del pasado que también habla por él. Pero mal.
Es evidente que la creación de "las oficinas de delación lingüística" las instauró su partido yendo más lejos aún que Convergencia en el racismo cultural. Tan evidente como las palabras perseguidas por nombrar en otro idioma los hechos. Lamentable.
Es evidente que Carlos Herrera le preguntó cuatrocientas veces si estaba o no de acuerdo con las selecciones deportivas catalanas, y no dijo ni palabra. Como evidente fue la insistencia de Mónica Tarriba en el programa "De la nit al dia" de TV3 para que dejara la indefinición de las palabras y le dijera con quien pactaría. Muy evidente, pero prefirió darle más a la lengua que a los hechos y sin ellos nos quedamos.
Es evidente que el Gobierno Tripartito de la Generalitat utilizó voluntades ajenas sin consentimiento alguno. Tan suyo parece ser ese proceder que ahora está dispuesto a reeditarlo. Debo rendirme; ante ese hecho me quedo sin palabras. Busquen ustedes su hecho preferido. Hay para todos. Puestos así, casi prefiero las palabras.
La política digiere cosas que la mayoría de actividades humanas no tiene estómago para metabolizar. Los mensajes electorales son una gran oportunidad para mostrar esa evidencia. En ellos, el mensaje es sólo un constructo imaginario cuya máxima finalidad es convencer, no mostrar, engañar, no exponer lo que se es o se pretende. Dulcificar conciencias para rendirlas, ese es el fin.
Si el desajuste actual entre las personas reales y las intenciones políticas es tan grosero, no podemos extrañarnos de campañas como la del señor José Montilla del PSC. Su partido y él mismo se pasan los casi tres años de legislatura de cháchara estatutaria y ahora resulta que nos quiere convencer que el palabrerío era de los demás. "Fets, no paraules (Hechos, no palabras)", asegura con aplomo, sin vergüenza a hacer el ridículo.
Hace unos días le aseguraba a Carlos Herrera en su programa de Onda Cero que los hechos del pasado hablaban por él. O algo así, porque la carcajada que me sobrevino me impidió escuchar la desvergüenza y apuntarla. Sin embargo, la actividad legislativa nunca fue tan escasa en el Parlamento de Cataluña y la energía política derrochada peor empleada.
Ahora nos ha inundado Cataluña con el eslogan de marras: "Fets, no paraules". Hay que ser muy cínico para montarse en vallas con ese lema después de lo que ha hecho en su vida política. Comprendo que no debería emplear ese adjetivo. Entre personas educadas no deberíamos hablar así. Pero me pregunto: ¿Qué es peor, adecuar el concepto a la cosa, en este caso denunciar la impostura, o carecer de escrúpulos para vender hechos que en un país normal serían suficientes para jubilarlo de la política?. Veamos:
Es evidente que es un hecho el socavón del Carmelo. No hay duda alguna que ese hecho del pasado habla por él y por cada miembro de su partido. No estoy seguro de que tal hecho sea mejor que las palabras.
Es evidente que el acoso a Endesa con las armas interesadas del poder es un hecho del pasado que también habla por él. Pero mal.
Es evidente que la creación de "las oficinas de delación lingüística" las instauró su partido yendo más lejos aún que Convergencia en el racismo cultural. Tan evidente como las palabras perseguidas por nombrar en otro idioma los hechos. Lamentable.
Es evidente que Carlos Herrera le preguntó cuatrocientas veces si estaba o no de acuerdo con las selecciones deportivas catalanas, y no dijo ni palabra. Como evidente fue la insistencia de Mónica Tarriba en el programa "De la nit al dia" de TV3 para que dejara la indefinición de las palabras y le dijera con quien pactaría. Muy evidente, pero prefirió darle más a la lengua que a los hechos y sin ellos nos quedamos.
Es evidente que el Gobierno Tripartito de la Generalitat utilizó voluntades ajenas sin consentimiento alguno. Tan suyo parece ser ese proceder que ahora está dispuesto a reeditarlo. Debo rendirme; ante ese hecho me quedo sin palabras. Busquen ustedes su hecho preferido. Hay para todos. Puestos así, casi prefiero las palabras.
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