Escrito por Xavier Mas de Xaxás en su blog El Hilo
"Acostumbra a suceder que las elecciones sacan a flote lo peor de cada democracia. En este sentido son el mejor indicativo sobre la salud de una sociedad, su madurez y equilibrio. Las catalanas, que están convocadas para el próximo 1 de noviembre, han consumido la primera semana de campaña poniendo de relieve lo mucho que nos alejamos de la ética y la justicia, y lo poco que importa el principio fundamental de un hombre un voto.
El resultado parece pactado de antemano. Las encuestas están de acuerdo en darle la victoria al nacionalismo conservador de CiU. La segunda posición es para el socialismo regional del PSC. La tercera tanto pueden lograrla los independentistas de ERC como los socialistas ecológicos de IC. El conservadurismo español del PP quedará quinto.
Nadie podrá gobernar en solitario y todos, menos el PP, se mueven por el oscuro terreno de las alianzas secretas.
La sociedad catalana es tan previsible que la única sorpresa puede ser una abstención muy alta, sobretodo de los ciudadanos más progresistas. Yo creo que mucha gente preferirá pasar la jornada en los cementerios o viendo la televisión.
El presidente Rodríguez Zapatero prefiere que su partido pierda. El PSC representa al PSOE en Catalunya, y el PSOE necesita el apoyo de CiU en Las Cortes para aislar al PP y acabar tranquilo la legislatura. Lo más probable, por tanto, es que CiU gobierne Catalunya en minoría, con el apoyo puntual del PSC.
El PSC podría gobernar repitiendo el tripartito, la alianza de los tres partidos de izquierdas, pero no creo que Zapatero lo permita, sobre todo si la victoria de CiU es clara.
Lo más probable es que el 1 de noviembre la mayoría de electores catalanes vote a un partido de izquierdas. Su voluntad, sin embargo, difícilmente será aceptada por Zapatero.
El PSC lo sabe y está realizando una campaña muy mala. La desunión interna es muy acentuada. Su líder natural, el presidente Pasqual Maragall, está desaparecido. Oficialmente tiene la gripe. De su más combativo soldado, Miquel Iceta, no se sabe nada. Está enfadado porque no le han dejado llevar la campaña como él quería. Y de su candidato, Pepe Montilla, hay muy poco que decir, salvo que no se cree que pueda ser presidente de Catalunya. El otro día cogió el metro para ir a una reunión. Se llevó a la prensa con él. Le interesaba salir en televisión como un ciudadano corriente. El problema es que a Montilla no le gusta hablar con la gente. No es espontáneo y no se esfuerza por encajar manos. Se quedó solo, agarrado a una barra vertical, sin dirigirse a nadie, hasta que uno de los periodistas que le acompañaban fue a buscar a una señora para que le preguntara cualquier cosa.
CiU se mueve con la autoconfianza del que va solo en cabeza. A su candidato, Artur Mas, lo han fotografiado como si fuera un actor de Hollywood pasado de moda. La foto está por toda Barcelona. Él cuida mucho su aspecto personal y está orgulloso de su belleza. Las propuestas electorales las deja ir con la superioridad del que se sabe bien colocado en la vitrina de la estética. La última ha sido la de retirar los servicios sociales a los inmigrantes que no se integren en la nación catalana. Los que no hablen bien la lengua ni conozcan nuestras costumbres sólo tendrán derecho a ser atendidos en un centro de salud. La integración se medirá con un carnet, en el que figurarán los progresos del inmigrante. Cuanto más catalán sea, más puntos tendrá, y podrá canjear los puntos por becas escolares para sus hijos, ayudas en la compra de una vivienda y otros subsidios. Esta idea coloca la identidad colectiva por encima del individuo. Los ciudadanos pierden la libertad para establecer su propia identificación. El racismo, el fascismo y todos los que piensan que el inmigrante resta servicios sociales al autóctono estarían cómodos con una propuesta similar.
Los autoritarios también celebrarían el escaso calado del debate político, la ausencia de una prensa capaz de abordar a fondo los problemas cruciales, como la educación, la inmigración, el medio ambiente, la energía, los transportes, la agricultura, la seguridad, la jubilación, la sanidad, la industria, la investigación y el desarrollo.
La televisión apuesta cada vez más por el humor y la ironía como la mejor forma de captar audiencia hablando de política, y esta aproximación a la realidad cala también en la prensa de referencia. Al final todo se reduce al chiste y la chorrada. El país se idiotiza y todos contentos. La opinión pública no podría estar en mejor disposición para que nada cambie".
"Acostumbra a suceder que las elecciones sacan a flote lo peor de cada democracia. En este sentido son el mejor indicativo sobre la salud de una sociedad, su madurez y equilibrio. Las catalanas, que están convocadas para el próximo 1 de noviembre, han consumido la primera semana de campaña poniendo de relieve lo mucho que nos alejamos de la ética y la justicia, y lo poco que importa el principio fundamental de un hombre un voto.
El resultado parece pactado de antemano. Las encuestas están de acuerdo en darle la victoria al nacionalismo conservador de CiU. La segunda posición es para el socialismo regional del PSC. La tercera tanto pueden lograrla los independentistas de ERC como los socialistas ecológicos de IC. El conservadurismo español del PP quedará quinto.
Nadie podrá gobernar en solitario y todos, menos el PP, se mueven por el oscuro terreno de las alianzas secretas.
La sociedad catalana es tan previsible que la única sorpresa puede ser una abstención muy alta, sobretodo de los ciudadanos más progresistas. Yo creo que mucha gente preferirá pasar la jornada en los cementerios o viendo la televisión.
El presidente Rodríguez Zapatero prefiere que su partido pierda. El PSC representa al PSOE en Catalunya, y el PSOE necesita el apoyo de CiU en Las Cortes para aislar al PP y acabar tranquilo la legislatura. Lo más probable, por tanto, es que CiU gobierne Catalunya en minoría, con el apoyo puntual del PSC.
El PSC podría gobernar repitiendo el tripartito, la alianza de los tres partidos de izquierdas, pero no creo que Zapatero lo permita, sobre todo si la victoria de CiU es clara.
Lo más probable es que el 1 de noviembre la mayoría de electores catalanes vote a un partido de izquierdas. Su voluntad, sin embargo, difícilmente será aceptada por Zapatero.
El PSC lo sabe y está realizando una campaña muy mala. La desunión interna es muy acentuada. Su líder natural, el presidente Pasqual Maragall, está desaparecido. Oficialmente tiene la gripe. De su más combativo soldado, Miquel Iceta, no se sabe nada. Está enfadado porque no le han dejado llevar la campaña como él quería. Y de su candidato, Pepe Montilla, hay muy poco que decir, salvo que no se cree que pueda ser presidente de Catalunya. El otro día cogió el metro para ir a una reunión. Se llevó a la prensa con él. Le interesaba salir en televisión como un ciudadano corriente. El problema es que a Montilla no le gusta hablar con la gente. No es espontáneo y no se esfuerza por encajar manos. Se quedó solo, agarrado a una barra vertical, sin dirigirse a nadie, hasta que uno de los periodistas que le acompañaban fue a buscar a una señora para que le preguntara cualquier cosa.
CiU se mueve con la autoconfianza del que va solo en cabeza. A su candidato, Artur Mas, lo han fotografiado como si fuera un actor de Hollywood pasado de moda. La foto está por toda Barcelona. Él cuida mucho su aspecto personal y está orgulloso de su belleza. Las propuestas electorales las deja ir con la superioridad del que se sabe bien colocado en la vitrina de la estética. La última ha sido la de retirar los servicios sociales a los inmigrantes que no se integren en la nación catalana. Los que no hablen bien la lengua ni conozcan nuestras costumbres sólo tendrán derecho a ser atendidos en un centro de salud. La integración se medirá con un carnet, en el que figurarán los progresos del inmigrante. Cuanto más catalán sea, más puntos tendrá, y podrá canjear los puntos por becas escolares para sus hijos, ayudas en la compra de una vivienda y otros subsidios. Esta idea coloca la identidad colectiva por encima del individuo. Los ciudadanos pierden la libertad para establecer su propia identificación. El racismo, el fascismo y todos los que piensan que el inmigrante resta servicios sociales al autóctono estarían cómodos con una propuesta similar.
Los autoritarios también celebrarían el escaso calado del debate político, la ausencia de una prensa capaz de abordar a fondo los problemas cruciales, como la educación, la inmigración, el medio ambiente, la energía, los transportes, la agricultura, la seguridad, la jubilación, la sanidad, la industria, la investigación y el desarrollo.
La televisión apuesta cada vez más por el humor y la ironía como la mejor forma de captar audiencia hablando de política, y esta aproximación a la realidad cala también en la prensa de referencia. Al final todo se reduce al chiste y la chorrada. El país se idiotiza y todos contentos. La opinión pública no podría estar en mejor disposición para que nada cambie".
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