De la sinecura y la satrapía en la política española trata el artículo de Gabriel Tortella, catedrático de Historia Económica (lean el comentario censor de turno de algún perdonavidas), publicado en El País, vía Reggio.
En España hoy desde luego es práctica rara que a un alto funcionario de nombramiento político se le nombre por su competencia; más bien los criterios básicos son los compromisos y equilibrios políticos, y también las presiones y recomendaciones del candidato y sus amigos. La conveniencia de los gobernados, que depende en primer lugar de la idoneidad del nombrado, es la última de las consideraciones. La presente obsesión por la paridad sexual (o "de género", según la impropia moda anglosajona al uso) en los cargos políticos traiciona palmariamente la misma idea. El cargo es una sinecura que a quien conviene en primer lugar es a quien lo desempeña: por eso se ve como una injusticia que predomine en los cargos un sexo u otro. Pero ¿qué más le da al ciudadano el sexo de los altos cargos? Incluso si no le es totalmente indiferente, el sexo es mucho menos importante que la competencia y la honradez en el desempeño: en esto, por desgracia, se hace muy poco hincapié. Y, además, en nombre de esa pretendida igualdad, la libertad del elector se ve recortada. Si ya las listas cerradas y bloqueadas (que en 1977 se nos dijo que eran transitorias) son un atentado a la libertad de elegir, la cremallera electoral es un trágala más, tanto para las electoras como para los electores. Y una prueba más de que nuestros gobernantes consideran los cargos públicos como sinecuras, si no satrapías.
A algunos miembros de la élite en el poder podrá parecerles que estas disposiciones de la recién aprobada Ley de Igualdad son el camino hacia un sueño; para la sufrida mayoría, la dimensión política de esta Ley es otra vuelta de tuerca en la agobiante imposición de lo "políticamente correcto"; un paso más hacia la minoría de edad política del común de los ciudadanos, que quizá en más de una ocasión estarían dispuestos a pagar, como en la España de los Austrias, para que les libraran de algún político de cuota.
Comentario: ¿No habría, ¡Jesús!, que apagarle también teclados o/y micros a este Tortell ya, por lo mismo que al Tertsch? =