Manuel Conthe, presidente de la CNMV, pudo -antes de dimitir-, explicarse ante la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados. Este fue su discurso, y aquí una parte de su intervención:
La independencia de la CNMV frente al Gobierno es indisociable de las obligaciones de rendición de cuentas ante el Congreso y de transparencia pública que están consagradas, desde hace años, en la Ley del Mercado de Valores. Pero ni esa independencia ni sus concomitantes obligaciones han calado todavía ni en nuestra Administración, ni en nuestro Parlamento, ni en la opinión pública. Por fortuna, la polémica pública suscitada estos días por mi anuncio de dimisión está contribuyendo a popularizar tales conceptos.
El concepto de independencia o “autonomía” frente al Gobierno de ciertos organismos, “agencias” o autoridades administrativas nació en los Estados Unidos a principios del siglo XX, como han destacado algunos ilustres juristas españoles, como Gaspar Ariño, Tomás Ramón Fernández o Andrés Betancor. En Francia se plasmó en 1978 en la creación de la Comisión Nacional de Informática y Libertades (CNIL), la primera de las luego llamadas “autoridades administrativas independientes”. En España ese concepto tuvo su primer reflejo en 1980 en el Consejo de Seguridad Nuclear, pero pronto se trasladó al ámbito económico y tuvo su segunda manifestación en 1988, cuando la Ley del Mercado de Valores creó la CNMV, y la configuró a imagen y semejanza de la Securities and Exchange Comission de los Estados Unidos. Poco tiempo después, siguiendo la estela del Tratado de Maastricht y el modelo del Banco Central alemán –el mítico Bundesbank- el Congreso aprobó en 1994 la Ley de Autonomía del Banco de España. Así pues, la CNMV desde sus orígenes, y el Banco de España desde 1994 se configuraron como organismos independientes del Gobierno.
Por desgracia, en posteriores legislaturas el concepto de organismo o agencia “independiente” se fue desvirtuando, y se crearon otras llamadas “Comisiones Nacionales” –como la de Telecomunicaciones o la de la Energía- cuyo nivel de independencia respecto al Gobierno fue menguando. Ocurrió con ese concepto de independencia algo parecido a lo que ocurrió en el ámbito de las sociedades cotizadas con los llamados “consejeros independientes”, cuya independencia era hasta ahora, con honrosas excepciones, tan sólo de nombre.
La vigente Ley del Mercado de Valores reconoce la plena independencia o autonomía de la CNMV frente al Gobierno. Su artículo 14.6 exige taxativamente al Gobierno y al Ministerio de Economía que respeten su ámbito de autonomía; y el párrafo último de su artículo 13 deja meridianamente claro que el Presidente de la CNMV rinde cuentas a esta Comisión de Economía del Congreso, no al Gobierno. Por desgracia, los nobles pronunciamientos de las Leyes quedan con frecuencia desvirtuados por quienes las aplican a diario. No en balde ya el refranero francés advierte que “es preferible dirigirse a Dios que a sus ángeles”. Por eso, aunque en esta ocasión tenga el raro privilegio de dirigirme a un celestial Parnaso de legisladores, permítanme que les relate algunas peripecias cotidianas de la CNMV cuando debe dirigirse a los ángeles, arcángeles, coros, serafines y, sobre todo, dominaciones que pueblan la Administración del Estado.
Así, quien descienda desde el Olimpo de la Ley del Mercado de Valores hasta el gigantesco organigrama del Ministerio de Economía y Hacienda verá maravillado que la CNMV aparece como dependiente de la Subsecretaría del Ministerio, emparejada no con el Banco de España –del que no hay vestigio en ese organigrama- sino de organismos tan independientes como el Parque Móvil (antes del Ministerio, hoy del Estado) o el Comisionado para el mercado de tabacos. Por eso, todas las primaveras los ángeles de la Subsecretaría compiten con los Dioses de esta Comisión de Economía y reclaman de la CNMV una Memoria de actividades, para integrarla en la de la Subsecretaría; y, en vísperas de las vacaciones de verano, preocupados por que no decaiga la cadena de mando, nos reclaman que les comuniquemos qué altos cargos se quedarán de guardia. Tampoco andan a la zaga en su espíritu controlador las dominaciones del Gobierno, pues desde 1996 vienen atribuyéndose una supuesta competencia - que esgrimen frente a la CNMV, pero no, curiosamente, frente al Banco de España- para someter a la Oferta de Empleo Público y autorizar, una a una, cualquier contratación de empleados por la CNMV. Como reciente colofón, hace apenas una semana los serafines de la Oficina Económica del Presidente del Gobierno invitaron a la presentación en Bolsa de su Informe Económico a algún distinguido vice-cargo de una nueva institución de la que yo, les confieso, no tenía noticia: la llamada “Comisión Nacional del Mercado de Valores…¡del Ministerio de Economía y Hacienda!
1 comentario:
Perfectamente clarificador.
Desgraciadamente, la novatada de la democracia actual en España consiste en confundir las atribuciones del Estado con las que se van tomando los partidos en el gobierno.
En otro país más avezado en democracia, habría multitud de dimisiones y de ceses.
Saludos cordiales
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