El pasado Domingo leí en El Mundo un artículo de Carmen Chacón -vicepresidenta primera del Congreso y miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE- intitulado Serenidad y Valentía. Con ese título uno podría esperar un texto acerca de la relevancia y/o transcendencia de unos hechos, valores o personas.
Se trata de un escrito laudatorio sobre el presidente del Gobierno, con ocasión de su presencia en el programa de televisión Tengo una pregunta para usted.
Después de la estupefacción he dejado reposar el artículo por si cambiaba de opinión respecto al mismo con el transcurso de los días.
Asumida la dialéctica / la tabarra partidista, las previsibles batallitas de nuestros políticos, no sé si tachar el artículo de inefable o de disparate.
Entre la desmesura y el embeleso, la demagogia y el populismo, pasando por la fase de coba y barniz, a espaldas de los intereses de los ciudadanos que hicieron las preguntas y del resto de la población, el artículo no tiene desperdicio. En el artículo se trata de lo bien que quedó Zapatero, ya que para ella ese es el aspecto que realmente importa.
Experta en verdades, en la VERDAD, como otros políticos socialistas la señora Chacón, convencida, precisa que "los ciudadanos saben reconocer a simple vista el aspecto de la verdad". Jodó!
¡Qué tremendo error haber votado a su partido!
El artículo es modélico para hacer un ejercicio de pedagogía democrática ahora, y cuando creamos necesario apuntar razones para desmontar el tinglado de estos señores y señoras, diputados y diputadas. ¿a quien representan?
La distancia entre los ciudadanos y los políticos es abismal, aunque el sistema se auto-reproduce con otros/más ciudadanos sin escrúpulos -siempre disponibles-, aptos para integrarse en esta farsa.
Cada vez veo más necesario cambiar el sistema electoral. Esto no se arregla con buenas intenciones.
Dejo transcripción de parte del artículo:
Se trata de un escrito laudatorio sobre el presidente del Gobierno, con ocasión de su presencia en el programa de televisión Tengo una pregunta para usted.
Después de la estupefacción he dejado reposar el artículo por si cambiaba de opinión respecto al mismo con el transcurso de los días.
Asumida la dialéctica / la tabarra partidista, las previsibles batallitas de nuestros políticos, no sé si tachar el artículo de inefable o de disparate.
Entre la desmesura y el embeleso, la demagogia y el populismo, pasando por la fase de coba y barniz, a espaldas de los intereses de los ciudadanos que hicieron las preguntas y del resto de la población, el artículo no tiene desperdicio. En el artículo se trata de lo bien que quedó Zapatero, ya que para ella ese es el aspecto que realmente importa.
Experta en verdades, en la VERDAD, como otros políticos socialistas la señora Chacón, convencida, precisa que "los ciudadanos saben reconocer a simple vista el aspecto de la verdad". Jodó!
¡Qué tremendo error haber votado a su partido!
El artículo es modélico para hacer un ejercicio de pedagogía democrática ahora, y cuando creamos necesario apuntar razones para desmontar el tinglado de estos señores y señoras, diputados y diputadas. ¿a quien representan?
La distancia entre los ciudadanos y los políticos es abismal, aunque el sistema se auto-reproduce con otros/más ciudadanos sin escrúpulos -siempre disponibles-, aptos para integrarse en esta farsa.
Cada vez veo más necesario cambiar el sistema electoral. Esto no se arregla con buenas intenciones.
Dejo transcripción de parte del artículo:
..Había visto antes en la francesa TF-1 los programas Jái une question a vous poser que protagonizaron Nicolás Sarkozy y Ségolène Royal. Así, cuando el martes pasado contemplé su equivalente español protagonizado por el presidente del Gobierno. Pensé: ¡qué diferencia!
Me explico. No me sorprendió la diferencia entre los programas español y francés, prácticamente idénticos: en los decorados -salvo en detalles mínimos-, en la disposición del público y las reglas del programa, en la respetuosa actitud del moderador (más discreto aún Poivre d´Arbour que Lorenzo Milá). La diferencia abismal, el gran contraste, es el que cualquiera observa entre la Televisión pública de hoy (independiente, dinámica, plural, osada) y la de hace solo cuatro años (servil, partidista, manipuladora, tramposa).
Eso explica que, para mí, el presidente Zapatero había ganado aún antes de comenzar la emision: ocurriese lo que ocurriese. Los ciudadanos saben reconocer a simple vista el aspecto de la verdad. Por eso respondieron a la novedad con una audiencia abrumadora. Si no me equivoco el martes asistimos al programa político más visto en España desde que existe una pluralidad de televisiones. Solo los debates González - Aznar (otros dos programas sin truco) superaron su audiencia. Pero aún eso fue novedoso: en esta ocasión fue la televisión pública el escenario del cambio.
Y me gusto Zapatero. Me convenció su serenidad, tan distante del tono estridente y crispante de la derecha. Me convenció también su autoridad al atajar las patrañas del PP ("rendición a ETA", "venta de Navarra", etc). Me convenció su dominio de los temas, desde la ley de igualdad hasta la remolacha (sí, la remolacha).
Me convenció, en fin su comunicación con la gente, sin caer en fáciles populismos y sin abdicar de su condición de gobernante. Pero, aún más, me convenció su valentía, su audacia. Nadie le obligaba a rescatar TVE, o la agencia EFE, o Radio Nacional del secuestro al que han estado sometidas durante décadas. Pero las rescató para confiarlas a los profesionales. Nadie le obligaba a prescindir de un aparato de propaganda al servicio de su Gobierno. Pero prescindió de él por convicción democrática, para devolverlo a los españoles.
Tampoco nadie le obligaba a comparecer ante cien ciudadanos de a pie, sin trampa ni cartón, sin papeles, y responder a sus preguntas. pero compareció. Por convicción democrática. Solo estos dos gestos de alcance desigual pero de idéntico significado convierten a Zapatero en el vencedor moral y político absoluto sobre un ausente PP que, cuando fue Gobierno, unió a la indecencia de la manipulación la cobardia de no aceptar siquiera debates. ¿Qué más se puede pedir si, además, tal como confirman las encuestas, el presidente del Gobierno atinó en el conjunto de sus respuestas y retuvo la atención de una media de seis millones de personas?
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