¿Es posible que un partido logre cinco diputados más con sólo sumar 38.361 nuevos votos? Sí, es posible. Ahí está el caso del Partido Socialista, que ha rentabilizado al máximo su escaso crecimiento en número de papeletas respecto de las elecciones de 2004. Cada uno de los cinco nuevos diputados socialistas (ha pasado de 164 a 169 escaños) le ha costado únicamente 7.672 votos, prácticamente la décima parte de lo que normalmente cuesta un escaño como término medio. El Partido Popular (PP), por el contrario, ha obtenido en las elecciones del domingo 406.829 votos más, pero su ‘cosecha’ de nuevos diputados ha sido más modesta. Cada una de las cinco nuevas actas que ha logrado le ha costado 81.365 papeletas. O lo que es lo mismo, casi once veces más que al PSOE.
¿Y es posible que a un partido le cueste un diputado 50.451 votos y a otro casi diez veces más, en concreto, 481.520 sufragios? Por supuesto que sí es posible. Al Partido Nacionalista Vasco (PNV) eso es lo que le ha costado cada escaño en el Congreso de Diputados en número de votos. Izquierda Unida, por el contrario, ha logrado tan sólo dos actas de diputado pese a haber obtenido 963.040 votos.
El sistema electoral español tiene estas paradojas. Favorece a los grandes partidos y a las formaciones nacionalistas y discrimina a las pequeñas formaciones de ámbito estatal. Hasta el punto de que difícilmente se puede hablar de un sistema proporcional en los términos que determina la Carta Magna. La Constitución habla de que las elecciones al Congreso de los Diputados se verificará en cada circunscripción “atendiendo a criterios de representación proporcional”, con un mínimo de dos diputados por provincia, pero lo cierto es que tras las elecciones del domingo cada diputado le ha costado al PSOE (cociente entre el número de votos logrados y el número de actas conseguidas ) 65.470 papeletas, muy cerca de los 66.470 votos que ha tenido que lograr el PP para obtener un diputado.
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