Carlos Martínez Gorriarán escribe en su blog en Basta Ya
No vi la primera entrega del pin-pong Zapatero-Rajoy, pero ayer decidí castigarme con la segunda entrega. Era como lo habían contado: un remedo de debate, una simulación. Y además demasiado largo para la escasa chicha del contenido: hubiera bastado con quince minutos, publicidad incluida.
La sucesión de temas pactados, con su toma y daca sin diálogo alguno, enmarcaba con un grueso trazo negro los temas de los que realmente no se ha dicho nada o casi nada, otra vez. Paradójicamente, o no, son los temas que han presidido la pasada y estéril legislatura: el modelo territorial del Estado y la reforma de la Constitución, por ejemplo. Zapatero y Rajoy se han arrojado a la cabeza varios sarcasmos sobre su incongruencia en materia de reformas de estatutos autonómicos, por ejemplo, pero no han dicho nada nuevo. No sabemos si Rajoy mantendrá el recurso al nuevo estatuto catalán ante el Constitucional, por ejemplo, o a qué arreglos del Plan Ibarretxe está dispuesto a llegar Zapatero. Nada de nada. Con lo que no sorprende que tampoco se haya dicho mucho más de los pactos de legislatura que cada partido contendiente está dispuesto a asumir con los partidos nacionalistas, que ya van preparando las exorbitantes facturas pese al previsto descenso del voto nacionalista en su conjunto. La cuestión es: ¿está dispuesto el PP a negarse a suscribir pactos con CIU o PNV o quien se ponga a tiro?: la callada por respuesta, que significa que sí de modo implícito. Es verdad que el PSOE no necesita tanta aclaración a este respecto dado su filonacionalismo, pero también hemos sabido estos días que la mayoría de su electorado se opone a nuevos pactos como los que precisamente han dado a Zapatero su mayoría parlamentaria en estos cuatro años. Conclusión: pactarán con quien se ofrezca, esto es, con los nacionalistas. La próxima legislatura será así, de nuevo, de avance en la demolición de la Constitución por la vía de los hechos negociados.
La alternativa a este pacto centrífugo e insostenible es, desde luego, establecer pactos de Estado entre los dos grandes partidos, de modo que puedan gobernar incluso en minoría, al abrigo del recurso al chantaje habitual en cuestiones de Estado. Pues sí, ¡ambos candidatos ofrecieron pactos así en el tramo final de su monólogo (en el que reapareció la niñita preocupada y con futuro de Rajoy)! Pero si tal fuera su intención, sin duda el amago de debate habría proporcionado una magnífica ocasión para comprometerse en ese sentido. Pero no lo hicieron.
Otros silencios clamorosos: la crisis institucional de la Justicia -¿reformas?: ¡ninguna!; seguirá el mangoneo y la manipulación- o las políticas internacional y energética (que en buena parte es esencial para reorientar la economía, con la que Rajoy tuvo sus mejores momentos aporreando a Zapatero). O la situación de la libertad en el País Vasco. Nada de que extrañarse, pues nos tratan como a bobos sin criterio ni capacidad de juicio, alelados por problemillas locales, incapaces de comprender los retos de la globalización, de la renovación de fuentes de energía, del impulso de una economía productiva o de una reforma radical y urgente de la educación y de la justicia. Y otros temas que preocupan a cientos de miles de personas en toda España que, sin embargo, son transparentes, mudas e invisibles para los cargohabientes.
¿Es útil votarles? ¿Para qué? Sólo se me ocurre que para la continuidad del karaoke, donde los discos a interpretar los pone, por cierto, el propietario del garito: un nacionalista aprovechado.
Blogged with Flock
No hay comentarios:
Publicar un comentario