La diferencia entre idiotez e imbecilidad es notable. Aquella añade, a la escasez de razón en ésta, la falta de entendimiento. La inteligencia reconoce muchas limitaciones a su potencia individual y a las posibilidades de su expresión social. La idiotez, un rasgo exclusivo de la especie humana, no conoce ninguna. Su campo de acción es ilimitado y su manifestación, universal. Nada es tan potente y constante como ella. La encontramos en cada casa, en cada profesión, en cada centro docente, en cada medio de comunicación, en cada partido y en cada esquina de la calle.
El entretenimiento de un rorro, por ejemplo, idiotiza por completo a honestas parejas que sin él habrían sido quizás simples imbéciles. La imbecilidad de hablar a los enfermos como si fueran niños, o retrasados mentales, idiotiza el trato social en el mundo hospitalario. Pero donde la idiocia encuentra el terreno propicio para su imperio omnímodo, como si hubiera sido creado para ella, es en la vida política de las masas sometidas a las dictaduras o a las oligarquías de partidos estatales.
Al no tener libertad de acción colectiva ni de pensamiento individual, la sociedad civil actúa y piensa, ante el Estado de Partidos, con la misma disciplina que ordena la convivencia en guarderías, hospitales y asilos.
La nueva consigna para el sagrado día de reflexión del voto orante en los reclinatorios de cada partido, el lema que todos ellos y los medios de comunicación lanzan al unísono, “votos frente a pistolas” (El País, 8 de marzo), demuestra que la clase dominante infantiliza, amedrenta y envejece mentalmente a los españoles, porque ella misma, obsesionada por la conservación de su poder sin control, es infantiloide, miedosa y seniloide.
Hace treinta años que la imbecilidad comenzó su asalto a la conciencia politica de la sociedad española. Aunque era fácil de predecir, muy pocos intelectos tuvieron la osadía de imaginar y decir que, convertida mediante el consenso en idiotez sistemática, llegaría a anular por completo la posibilidad de reflexión individual y la capacidad de acción colectiva inteligente.
A pesar de que en la civilización de la cantidad, los menos inteligentes dominan por el número, son los idiotas asociados quienes gobiernan, en virtud de la audacia que la ignorancia presta a la ambición de poder y de la constancia que el vicio comunica a la insatisfacción.
Fortunas y afortunados por la corrupción pueden llamar imbéciles a la pobre gente que vota. Todos los partidos estatales celebrarán sus resultados electorales, que les permitirán seguir viviendo de los impuestos pagados por la imbecilidad servil. Y los medios de comunicación confortarán la opinión pública con reflexiones de idiota.
A diferencia de las jornadas de reflexión imbécil, por inútiles y escasas de razón, que precedieron a otras elecciones, la meditación decretada por el poder político, económico, social y cultural para esta jornada, bajo el lema “votar es derrotar a ETA”, rebasa el umbral de la imbecilidad y entra de lleno en el ámbito de la idiotez declarada y consagrada, por absoluta falta de entendimiento.
A su tradicional inutilidad, y sólo por llevar la contraria a cualquier cosa que diga el enemigo ETA, esta vez la reflexión por decreto acude al disparate de la razón, a la locura del pensamiento, a la insania de la mente, a la esclavitud de la voluntad, al abandono de la inteligencia y al amor a la servidumbre voluntaria.
Tan servil es asumir los odios ajenos, como abstenerse de vocablos y actos recomendados por el enemigo. El mundo occidental se abstuvo de usar la palabra Paz cuando era sospechosa de simpatía con Stalin, quien la había escogido como lema de propaganda del sovietismo. Si nuestra conducta estuviera dictada por el gusto de contradecir lo que diga el enemigo, si dejamos de votar para no hacer lo que ETA aconseja a sus partidarios, renunciaríamos a saber y hacer lo que más conviene a nuestros propios intereses. Si ETA quiere lo mismo, mejor para nosotros y peor para ella, que no podría capitalizar la abstención si esta fuera más numerosa en el resto de españa. Gramsci sostuvo que la libertad de pensamiento y acción no pueden depender de lo que diga o haga el enemigo, sino del propio interés, sea convergente o divergente del que le atribuyamos.
A ETA le interesaba reunirse y dialogar con el Gobierno de Zapatero, y éste no se opuso al deseo de aquella. Lo mismo sucedió con el Gobierno Aznar. Esto significa que la inusitada campaña contra la abstención obedece a otros motivos particulares del PSOE, que trata de disimilar con el pretexto ETA.
La brutal campaña contra abstencionistas y abstencionarios comenzó antes de la nueva postura de ETA. El PSOE cree que la abstención le perjudica y el PP que le beneficia. El asesinato de Isaías Carrasco permite al PSOE presentarlo como prueba de que no ha negociado con ETA, ¡como si no fuere explicable como venganza por no haber accedido a lo que el terror esperaba obtener! Toda la clase política sabe que una abstención extraordinaria en las elecciones generales obligaría, por lo menos, a cambiar la ley electoral. Ante ese temor, partidos y medios han decidido tratar a los españoles como si fueran belgas obligados a votar.
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