Tanto en la campaña electoral italiana como en la española, ha irrumpido el concepto de voto útil, instrumento dialéctico para rasgar sufragios a los partidos pequeños y polarizar la carrera electoral. El concepto no resulta nuevo pero su uso se ha acrecentado últimamente. Hace unos días, un periódico italiano titulaba así: "I Nader d’Italia", refiriéndose a Ralph Nader, líder del partido ecologista de Estados Unidos, que con su candidatura en el 2000, restó votos a Al Gore, abriendo el camino al poder a G.W.Bush: se invitaba a los electores a no dispersar su voto en partidos menores sean de extrema izquierda, derecha o católicos. Los líderes políticos de los partidos mayoritarios, interesados en polarizar la confrontación, invitan abiertamente (y cínicamente) a no votar por quien "no tiene posibilidad para gobernar"; se difunde la idea que "un voto a una minoría equivale a perderlo", promoviendo "no un voto a favor, sino uno contra". Sus invocaciones sirven a sembrar la duda en muchos electores, convenciéndolos que hay sólo dos opciones políticas, las que concurren a la presidencia del Gobierno. El sistema político parece acomodarse en los intereses del bipartidismo. Pero esto genera un problema en términos de democracia y pluralismo: en primer lugar, transmitir la idea que sea útil votar solamente los partidos que puedan conquistar el Gobierno, sobreentiende la superfluidad del Parlamento: se crea en el electorado la idea que la única puesta en juego sea el Gobierno. En segundo lugar, la reducción de las elecciones a una competencia entre dos empobrece la democracia: se obliga al elector a votar entre los dos únicos partidos que prácticamente ocupan todos los espacios de publicidad y difusión mediática, limitando el debate y la diversidad política, distorsionando el concepto de pluralismo político. Aún, el bipartidismo crea en la mayoría de la gente la sensación que se elija al que se considera "menos malo", fomentando en muchos casos el abstencionismo.
Se intenta liquidar las minorías y obligarlos a incorporarse en los partidos mayores. Finalmente se desvaloriza el concepto de minoría, olvidando que cada vez que ninguno de los partidos consigue la mayoría absoluta, las minorías no sólo resultan útiles sino decisivas. Los partidos minoritarios deben poder ejercer la función de cuestionar la actividad de los partidos mayoritarios y presionarlos para la realización de las promesas electorales.
La apelación al voto útil resulta un escamotage propagandístico o un chantaje, decretado por lógica y cálculos estadísticos como "instrumento" para evitar la victoria del otro. Pero hay que preguntarse ¿voto útil, para quién? Un elector debe votar según su preferencia, por que solamente mediante el voto se expresa sus ideales y la defensa de sus intereses: en las elecciones, no hay ningún Fausto o Mefistófeles.
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