He podido encontrar -por primera vez en mucho tiempo- un escrito en la red que se ocupa de los prejubilados. S. Mc Coy escribe hoy en El Confidencial sobre la RSC Responsabilidad Social Corporativa y la NO REINTEGRACION de los prejubilados al mundo laboral.
¿Que decir de los despedidos de forma improcedente que no son contratados a partir de los 50 en ningún empleo que tenga que ver con las tareas que venían desempeñando?
¿Que decir de los despedidos de forma improcedente que no son contratados a partir de los 50 en ningún empleo que tenga que ver con las tareas que venían desempeñando?
Reconozco que no soy, ni mucho menos, un fan de la Responsabilidad Social Corporativa. Desde la utopía de la tardía juventud que me acompaña, tiendo a pensar mal de todas aquellas iniciativas que persiguen plasmar de forma diferenciada lo que debe ser algo consustancial a la naturaleza de quien las promueve. Ninguna entidad mercantil publicita que su objetivo es la maximización del retorno. Es insultante de puro obvio. E igual debería ocurrir con la función social que la empresa tiene asignada en el entorno en el que desempeña su actividad. Las buenas prácticas en sus ámbitos de actuación son pieza indispensable, probablemente, para su propia supervivencia.
Por eso, soy especialmente crítico con aquellas compañías que, desde las ventajas fiscales de fundaciones creadas al efecto o simplemente por figurar en los llamados índices de sostenibilidad, promueven como imagen de marca lo que debería ser algo nuclear en su desempeño diario. Y lo soy aún más con aquellas firmas que, mientras airean a los cuatro vientos sus compromisos con la sociedad, el medio ambiente, los clientes y proveedores, accionistas y empleados en prolijas memorias, cumplen simultáneamente con la hipócrita tarea de retirar del mercado laboral, por la vía imperativa y con sustanciosas indemnizaciones, eso sí, a aquellos cuya utilidad para el negocio no depende del fiel cumplimiento de sus tareas, sino que se mide en función de haber alcanzado, o no, una determinada edad. Una edad, por cierto, que tienden a superar con creces, sus principales directivos. Curiosa paradoja.
Es verdad. Así presentado, el debate, que es lo que pretende este Valor Añadido, Dios nos libre de sentar cátedra, resultaría demasiado simplista. ¿Qué pueden hacer nuestras cada vez más globalizadas multinacionales para mejorar tanto sus márgenes como sus ratios de productividad? En muchos casos el remedio tiene que pasar, de modo casi inevitable, por los recortes de plantilla. Es así. Sin embargo esa no es la cuestión que aquí se plantea. Al contrario. Lo que se discute es la renuncia al talento de forma tan subjetivamente objetiva en base a parámetros que no tienen nada que ver con el desempeño cierto y riguroso de las tareas que el prejubilado tiene encomendadas, por una parte, y, por otra, el hecho de que la Responsabilidad Social Corporativa omita la función de reintegración de esas personas, de un modo u otro al mundo laboral, visto que cada día se vive más y mejor y que la tendencia a nivel internacional, con objeto de salvaguardar la viabilidad del propio sistema de prestaciones públicas, es a alargar la edad legal de jubilación.
El salvamento del cincuentón, entiéndase en la acepción cariñosa del término, es la gran asignatura pendiente de los programas de sostenibilidad empresarial, tanto en España como fuera de ella. Se renuncia arbitrariamente a la experiencia y se condena a muchas personas, en plenitud de sus facultades, a vivir prematuramente una situación social y familiar para la que no están preparados cuando podrían resultar extraordinariamente útiles en sus respectivos ámbitos de conocimiento. He recorrido las webs de alguna de las principales compañías españolas y la definición más ajustada a lo que hoy les expongo la recoge Telefónica cuando afirma que, para la teleco, es tan importante conseguir los objetivos y resultados económico financieros como la forma de obtenerlos. Pues bien, a ver si ella, y otros cuantos, se aplican el cuento. Pero de verdad.
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