Hay una incompatibilidad insuperable entre el intento de lograr el autogobierno a costa del Estado y reclamar creciente solidaridad del Estado. Una cosa es apoyar el Estado de las Autonomías y otra creer en falsos mitos de autonomía: todo el gasto público residiendo en Oviedo, pero con parte de los ingresos proviniendo de Madrid. Si pusieran en nuestras manos todas las competencias sobre los gastos y las fuentes de ingresos, en diez años seríamos mucho más pobres. Así de claro.
Sabedores de que las reformas estatutarias tienen licencia para invadir campos ajenos a lo que hasta ahora era de su competencia, el nuevo Estatuto de Autonomía de Asturias debe ser tan audaz como el 'Estatut', pero en dirección contraria, para establecer garantías de cohesión estatal que nos ponga a recaudo de cualquier veleidad nacionalista surgida en otras comunidades. A los que les motiva el autogobierno asturiano tienen que empezar a preocuparse por la fortaleza del Estado. Soy consciente que la letra de nuestro Estatuto puede entrar en contradicción con otros textos autonómicos, pero el célebre sudoku, citado por Solbes, no se podrá resolver hasta dentro de unos años, con el triunfo de las corrientes de pensamiento progresista liberal, o de las fuerzas nacionalistas que medraron entre las grietas abiertas en el Estado por la lucha irresponsable de los dos grandes partidos nacionales.
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