El crecimiento económico y sus repercusiones sociales, el gran beneficio que ha representado la integración europea y la alegría consumista pueden disimular este malestar. Hasta el día que unos empiezan a quemar fotos, otros a hacer tambalear la estructura territorial, unos terceros a crear un clima político y mediático nefasto, y todavía otros a apuntarse al “se vale todo”. Porque, ¿qué debemos decir del espectáculo deprimente y desmoralitzador, por su demagogia y su mal estilo, que ofrecen los grandes partidos españoles? ¿O de la imprudencia, frivolidad e incompetencia con qué se ha tratado primero el tema de Catalunya, y después el de todas las autonomías?
¡O del espectáculo vergonzoso que nos ofrece el Tribunal Constitucional, con la complicidad del PSOE y del PP? ¿Quién tendrá confianza en este Tribunal? ¿O del espectáculo de una prensa desfermada, poco objetiva, de un partidismo exacerbado, a derecha y a izquierda? Y delante de las campañas sectaries en Catalunya ¿quienes, de verdad, ha movido un dedo?
Todo esto –partidos, prensa, Tribunal Constitucional, etc.– forma parte esencial del sistema. Y el rey.
De un sistema que ha entrado en crisis. De una crisis que esperamos que sea reconducible. Pero grave y manejada con criterios egoístas y poco éticos.
El rey, como decía. Pero el rey no puede decir a los partidos el que deben hacer o no hacer, decir o no decir. Ni exigir seriosidad y ética a toda la clase política, oposición y Gobierno. Ni reclamar que la palabra solidaridad no se utilice constantemente de una manera tramposa y siempre en Catalunya. O que no se monten campañas de odio en Catalunya. O quizás sí que lo puede hacer. Pero con ninguna garantía que le hagan caso. Y es seguro que un presidente de la República –que habría debido ser elegido por el PP o por el PSOE después de una campaña electoral dónde, a estas alturas, valdría todo– ¿daría la cara por Catalunya?
Es justo que se reconozca al rey el mérito del que ha sido su actuación. Es justo. Es más, lo que falla del sistema no es el rey. Y, en todo caso, nada de lo que no va cómo haría falta se resuelve quemando fotografías. Pero es necesario que seamos bien conscientes de que lo que se tambalea es todo el sistema, y que se tambalea por el poco nivel ético, por el engaño generalizado, por la avaricia, por la demagogia, por el sectarismo."
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