"Son listos los vascos. Suyo es el centro de la escena desde hace más de treinta años y no parece que lo vayan a abandonar. Pese a la fama de bruto, Josetxu el Vasco, aquel entrañable personaje del TBO, ha logrado pilotar los dos extremos del psicodrama español. En marzo del 2001, así lo explicaba el escritor Ramon Saizarbitoria, entrevistado en nuestro diario por Josep Massot: "Somos tremendos los vascos, además de crear ETA, hemos redefinido la nación española, hemos dado a Ramiro de Maeztu y hemos compuesto el Cara al sol".
Vasca es hoy la bandera menos confusa del soberanismo, y vascos son los impulsos neounitaristas, cada vez más recios. Vascas son las bombas lapa. Y vasco es el más profundo misterio de las Españas: el cupo, que acaba de ser renovado sin que el periodismo le haya prestado atención. Lo cual no deja de ser curioso en un momento -dicen en Madrid- en el que España está a punto de romperse por culpa de los insolidarios; ejem, por culpa de... los catalanes.
Más allá de las grandes cifras publicadas, el cupo vasco es prácticamente indescifrable. Otro tanto ocurre con el concierto navarro. Su textura real sólo la conocen algunos políticos y un puñado de técnicos de Madrid, Vitoria y Pamplona. Pero el lector puede apostar ahora mismo por que en más de un ejercicio de los últimos diez años Euskadi ha recibido del Estado más dinero que el recaudado por sus haciendas forales. Lo cual no está nada mal, si tenemos en cuenta que Euskadi y Navarra gozan de la segunda renta per cápita de la entera Península. Si un día se consigue saber la verdad verdadera de las balanzas fiscales, sólo con mirar al Norte, al Gran Luxemburgo hispánico, ya nos vamos a divertir. Son listos los vascos: con la independencia perderían dinero.
Y, sin embargo, no les brilla la mirada, dice Mariano Ferrer en el plató de Euskal Telebista. Es jueves por la noche y llueve en Bilbao. Hace unas horas que ETA ha estado a punto de matar y, efectivamente, se observa cansancio en las miradas. "En estos momentos, en el País Vasco todos los partidos están mal", apunta Marcelo Otamendi, director del diario abertzale Berria. El debate empieza y un servidor se siente más pingüino que nunca, intentando desplegar unos atlas generales del lío español mientras los demás contertulios comienzan a emitir en alfabeto Morse una serie de palabras clave -proceso, diálogo, conflicto, apuesta, envite (el mus, siempre el mus)- cuyo sentido varía según la entonación de la voz y el empuje de las consonantes. Son crípticos los vascos. Son listos.
Tomada al pie de la letra, España es hoy alucinante. Bastaba ver el rostro de algunos embajadores en la recepción del 12 de Octubre en el Palacio Real, recién salidos del sonoro happening del paseo de la Castellana: ojos como platos, orejas como antenas parabólicas, las neuronas al límite de la capacidad de descodificación. Los franceses trabajan a destajo.
Es alucinante España, si no se tiene en cuenta su gran tradición barroca. Unos cobran prima y dicen que quieren irse. Otros queman fotos del Rey que les protege de una república presidencialista y neounitaria. Y Esperanza Aguirre resucita el 2 de Mayo como génesis de la Nación española. La Comunidad de Madrid acaba de destinar 15 millones de euros a la película de José Luis Garci sobre el bicentenario de la guerra de la Independencia. Ahí va una fantasía estremecedora: la señora Aguirre Gil de Biedma hincándole el diente al mariscal Murat en el arco de Cuchilleros. Con razón las antenas francesas no dan abasto.
Estamos en un momento soberbio, disparatado y sublimemente español. Entre la agonía austro-húngara, la célebre Kakania de Robert Musil; la República de Weimar y la verbena de la Paloma. Y, sin embargo, no nos brilla la mirada."
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