La mirada del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, vía La Nación
"Vivir en la diferencia es la gran tarea"
Según el intelectual, el diálogo con el otro es crucial para calmar la ansiedad en un mundo global
Si el mundo se explica con metáforas, Zygmunt Bauman parece haber encontrado la más justa para los tiempos que corren. El término "modernidad líquida", que el sociólogo polaco propone en lugar del más gastado "posmodernidad", alude a una realidad que -como el agua- cambia constantemente de forma.
"La vida líquida es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante", dice Bauman en su último libro, Vida líquida (Paidós), que acaba de aparecer en la Argentina y reúne una serie de impresiones sobre la existencia cotidiana en sociedades que privilegian la velocidad por sobre la duración y en la que todo -cosas, vínculos, sentimientos, valores- tiene fecha de caducidad.
Al diagnóstico de esa "sociedad moderna líquida de consumidores", como le gusta llamarla, y a la necesidad y posibilidad de abrirse creativamente al otro y a lo diferente -madero que mantiene a flote la esperanza en medio de tanto líquido-, se refirió Bauman durante una videoconferencia que, desde Londres, ofreció ayer en la Fundación Telefónica.
Señales de lo cotidiano
La forma en que la mirada de Bauman refleja la subjetividad del hombre globalizado quizá se explique por su modo de entender la ciencia que abrazó. "Hay una sociología que establece pautas generales con fines organizativos, subordinada a una visión más gerencial y hasta de dominación -dijo ayer-. Creo que sólo tiene sentido aquella sociología que le habla a la gente sobre su vida ordinaria y sus problemas, y le ayuda a advertir los resortes invisibles que inciden en ella."
Inició este camino en la década del 60, con un libro que lleva un título elocuente: Sociología para la vida de todos los días. Durante la conferencia, este hombre de 81 años que elaboró con paciencia cada pensamiento y pareció inmune a la aceleración de la que se ocupan sus libros, nunca apartó su discurso de preocupaciones concretas.
"Cuando hablo de sociedades líquidas no hago predicciones, sólo presento una tendencia que crece. La fluidez de la vida va en aumento en las sociedades de mercado, sujetas a presiones globalizadoras que derrumban las antiguas estructuras sólidas. Hoy todo se desmantela y se recompone permanentemente. Pensemos -graficó- que una tecla de la computadora te conecta o te desconecta con otra persona que está en la otra punta del mundo."
Bauman describió el cambio producido en las relaciones humanas en un libro reciente, Amores líquidos, en el que señala cómo los parámetros de la lógica de mercado -deseo, consumo, descarte, nuevo deseo- contaminan la índole de los vínculos interpersonales. La noción de relación afectiva o amorosa, con sus componentes de entrega, compromiso y permanencia, ya no es lo que era.
"El mundo experimenta el debilitamiento de las relaciones humanas -dijo el sociólogo-. Más que relaciones, hoy prevalecen las conexiones."
Para Bauman, la sociedad sólida (aquella que tenía valores o certezas permanentes y compartidas) perdió esa condición al buscar mayor solidez, una paradoja que se explica por la propia dinámica de la modernidad, que, tecnología y consumo mediante, aceleró y licuó la vida para arribar a un efecto opuesto al buscado.
"¿Esta condición líquida de las sociedades capitalistas está dada por el relativismo que hoy campea?", preguntó Ivana Costa, licenciada en Filosofía y editora de la revista Ñ, que condujo la charla.
"El relativismo es un problema de filósofos y teólogos, y no de la gente común -respondió Bauman-. Es uno de los factores del estado actual, pero no su causa. La cuestión crucial es que todos somos diferentes. Tenemos diferentes orígenes, costumbres, ideas, creencias. Cuanto más globalizado esté el mundo, más diferencias aparecerán. La más difícil e importante tarea de este siglo es aprender el difícil arte de vivir en paz y contentos con las diferencias, que han llegado para quedarse, y aprovecharlas en un diálogo constructivo, a pesar de las opiniones encontradas o, mejor, justamente por eso. Esa diferencia debería regocijarnos. Como dijo Hannah Arendt, esa diferencia apela a mi creatividad para aprender del otro y vivir mejor."
Bauman anticipó el tema de su próximo libro, acerca de miedos líquidos en tiempos líquidos. "Todos sentimos miedos y ansiedades difusas, que pueden ser capitalizados por el mercado, que vende la promesa de ponerles fin, o usados incluso con fines políticos." Su libro, entonces, abordará las formas que adopta esa incertidumbre, con la idea de que sería positivo capitalizarla de otro modo.
Por Héctor M. Guyot
De la Redacción de LA NACION
"Vivir en la diferencia es la gran tarea"
Según el intelectual, el diálogo con el otro es crucial para calmar la ansiedad en un mundo global
Si el mundo se explica con metáforas, Zygmunt Bauman parece haber encontrado la más justa para los tiempos que corren. El término "modernidad líquida", que el sociólogo polaco propone en lugar del más gastado "posmodernidad", alude a una realidad que -como el agua- cambia constantemente de forma.
"La vida líquida es una vida precaria y vivida en condiciones de incertidumbre constante", dice Bauman en su último libro, Vida líquida (Paidós), que acaba de aparecer en la Argentina y reúne una serie de impresiones sobre la existencia cotidiana en sociedades que privilegian la velocidad por sobre la duración y en la que todo -cosas, vínculos, sentimientos, valores- tiene fecha de caducidad.
Al diagnóstico de esa "sociedad moderna líquida de consumidores", como le gusta llamarla, y a la necesidad y posibilidad de abrirse creativamente al otro y a lo diferente -madero que mantiene a flote la esperanza en medio de tanto líquido-, se refirió Bauman durante una videoconferencia que, desde Londres, ofreció ayer en la Fundación Telefónica.
Señales de lo cotidiano
La forma en que la mirada de Bauman refleja la subjetividad del hombre globalizado quizá se explique por su modo de entender la ciencia que abrazó. "Hay una sociología que establece pautas generales con fines organizativos, subordinada a una visión más gerencial y hasta de dominación -dijo ayer-. Creo que sólo tiene sentido aquella sociología que le habla a la gente sobre su vida ordinaria y sus problemas, y le ayuda a advertir los resortes invisibles que inciden en ella."
Inició este camino en la década del 60, con un libro que lleva un título elocuente: Sociología para la vida de todos los días. Durante la conferencia, este hombre de 81 años que elaboró con paciencia cada pensamiento y pareció inmune a la aceleración de la que se ocupan sus libros, nunca apartó su discurso de preocupaciones concretas.
"Cuando hablo de sociedades líquidas no hago predicciones, sólo presento una tendencia que crece. La fluidez de la vida va en aumento en las sociedades de mercado, sujetas a presiones globalizadoras que derrumban las antiguas estructuras sólidas. Hoy todo se desmantela y se recompone permanentemente. Pensemos -graficó- que una tecla de la computadora te conecta o te desconecta con otra persona que está en la otra punta del mundo."
Bauman describió el cambio producido en las relaciones humanas en un libro reciente, Amores líquidos, en el que señala cómo los parámetros de la lógica de mercado -deseo, consumo, descarte, nuevo deseo- contaminan la índole de los vínculos interpersonales. La noción de relación afectiva o amorosa, con sus componentes de entrega, compromiso y permanencia, ya no es lo que era.
"El mundo experimenta el debilitamiento de las relaciones humanas -dijo el sociólogo-. Más que relaciones, hoy prevalecen las conexiones."
Para Bauman, la sociedad sólida (aquella que tenía valores o certezas permanentes y compartidas) perdió esa condición al buscar mayor solidez, una paradoja que se explica por la propia dinámica de la modernidad, que, tecnología y consumo mediante, aceleró y licuó la vida para arribar a un efecto opuesto al buscado.
"¿Esta condición líquida de las sociedades capitalistas está dada por el relativismo que hoy campea?", preguntó Ivana Costa, licenciada en Filosofía y editora de la revista Ñ, que condujo la charla.
"El relativismo es un problema de filósofos y teólogos, y no de la gente común -respondió Bauman-. Es uno de los factores del estado actual, pero no su causa. La cuestión crucial es que todos somos diferentes. Tenemos diferentes orígenes, costumbres, ideas, creencias. Cuanto más globalizado esté el mundo, más diferencias aparecerán. La más difícil e importante tarea de este siglo es aprender el difícil arte de vivir en paz y contentos con las diferencias, que han llegado para quedarse, y aprovecharlas en un diálogo constructivo, a pesar de las opiniones encontradas o, mejor, justamente por eso. Esa diferencia debería regocijarnos. Como dijo Hannah Arendt, esa diferencia apela a mi creatividad para aprender del otro y vivir mejor."
Bauman anticipó el tema de su próximo libro, acerca de miedos líquidos en tiempos líquidos. "Todos sentimos miedos y ansiedades difusas, que pueden ser capitalizados por el mercado, que vende la promesa de ponerles fin, o usados incluso con fines políticos." Su libro, entonces, abordará las formas que adopta esa incertidumbre, con la idea de que sería positivo capitalizarla de otro modo.
Por Héctor M. Guyot
De la Redacción de LA NACION
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