9 de noviembre
Hace algún tiempo, y de una manera efímera, El País decidió coser a la firma de algunos de sus articulistas una filiación específica. Creo recordar que el escritor y filósofo Fernando Savater quedó convertido en miembro de Basta Ya y el profesor Félix Ovejero en miembro de Ciutadans de Catalunya.
Desconozco las argumentaciones concretas del directivo que impulsó un cambio semejante, pero supongo que eran de tipo preservativo. Algo así como fumar da cáncer. Se venía a advertir de que las opiniones vertidas en dichos artículo estaban contaminadas. Es decir, que no correspondían a la verdad sino al interés partidista.
Félix de Azúa se ve obligado hoy a hacer una precisión semejante, subrayando que su artículo sobre Ciutadans no está escrito desde la militancia. Y que habría escrito lo mismo de ser votante de Convergència o Iniciativa. Estas conductas exhiben un curioso concepto de la objetividad que no creo que tenga parangón en otros lugares.
La objetividad, ese misterio, no es nada más (¡nada más!) que la posibilidad de describir los hechos con independencia de las convicciones. Y el asterisco sobre la firma no puede ser jamás una indicación de la peligrosidad de un punto de vista: si alguien firma un texto con la mención de un colectivo eso quiere decir, tan sólo, que el colectivo asume las tesis expuestas.
¿Pero cuál es el sentido de que en un artículo dedicado, sin mayor alegoría, a las maneras de cocer el pulpo del señor Miquel Iceta nos informe que es miembro de la dirección del Psc? Los hechos relatados por Azúa (de comprobación muy elemental) seguirán siendo los mismos con independencia de la militancia o no de su autor, y de que esa presunta militancia la hubiera hecha pública o no. Paradójicamente, la advertencia sobre las militancias, esa chufa, sólo parece tener una última, fullera y desesperada intención: restar crédito a la exhibición de lo que aterra.
Desconozco las argumentaciones concretas del directivo que impulsó un cambio semejante, pero supongo que eran de tipo preservativo. Algo así como fumar da cáncer. Se venía a advertir de que las opiniones vertidas en dichos artículo estaban contaminadas. Es decir, que no correspondían a la verdad sino al interés partidista.
Félix de Azúa se ve obligado hoy a hacer una precisión semejante, subrayando que su artículo sobre Ciutadans no está escrito desde la militancia. Y que habría escrito lo mismo de ser votante de Convergència o Iniciativa. Estas conductas exhiben un curioso concepto de la objetividad que no creo que tenga parangón en otros lugares.
La objetividad, ese misterio, no es nada más (¡nada más!) que la posibilidad de describir los hechos con independencia de las convicciones. Y el asterisco sobre la firma no puede ser jamás una indicación de la peligrosidad de un punto de vista: si alguien firma un texto con la mención de un colectivo eso quiere decir, tan sólo, que el colectivo asume las tesis expuestas.
¿Pero cuál es el sentido de que en un artículo dedicado, sin mayor alegoría, a las maneras de cocer el pulpo del señor Miquel Iceta nos informe que es miembro de la dirección del Psc? Los hechos relatados por Azúa (de comprobación muy elemental) seguirán siendo los mismos con independencia de la militancia o no de su autor, y de que esa presunta militancia la hubiera hecha pública o no. Paradójicamente, la advertencia sobre las militancias, esa chufa, sólo parece tener una última, fullera y desesperada intención: restar crédito a la exhibición de lo que aterra.
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