El Ayuntamiento de Estepona confirma la regla de que la clase dirigente, emergida con la transformación de la dictadura en oligarquía de partidos, marcha por las rutas estatales, regionales y municipales que le abrió el brutal buldózer de la deslealtad, para dejar camino franco a la inmoralidad pública, fundadora de la Transición, en todos los ámbitos del poder. Los fenómenos designados con las voces corrupción y rutina, que derivan de la misma raíz latina, romper, se asocian indefectiblemente cuando no hay instituciones políticas concebidas para impedir la posibilidad de que el poder use su capacidad de hacer el mal, mediante la separación efectiva, no meramente funcional o nominal, de todos los poderes públicos, con el control recíproco entre ellos. Este último resorte, odiado por la oligarquía y su instrumento mediático, es lo que define a la democracia formal. Donde no existe esa separación constitucional, si el ejecutivo elabora las leyes y los Alcaldes pueden decretar la recalificación urbanística del suelo rústico, no puede prosperar espíritu público alguno ni dar oportunidad de nacer, sin ruptura de la oligarquía, a la democracia política.
Si la oligarquía se compuso con los materiales descompuestos en el Régimen y en la oposición; si del Rey para abajo todos traicionaron los principios y valores que dieron sentido a sus vidas anteriores; si el espíritu público se disolvió en el consenso entre los intereses privados de los portadores de cualquier clase de poder, es inevitable que la corrupción económica no solo se generalice, como secuela de una tradición de degeneración espiritual, sino que se convierta en factor de estabilidad de los gobiernos locales, regionales y nacionales. Sin corrupción, la Monarquía no habría resistido el empuje de la verdad. La solidez del Estado de Partidos se basa en la extensión e intensidad de la corrupción.
viernes, 20 de junio de 2008
Corrupción rutinaria
Antonio García-Trevijano escribe en Diario de la República Constitucional:
florilegio
"Corrupción y degeneración no expresan una misma degradación. Degenera lo que ha sido generado. Se corrompe la materia social sin espíritu público."
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Antonio García-Trevijano,
Corrupción,
corrupción urbanística
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