Las recientes elecciones en Francia han enseñado a los españoles que la abstención es la consecuencia natural de la falsedad de las instituciones políticas, y que una alta participación se produce siempre que los votantes comprenden que es su voto, y no las maniobras con listas de partido en el Parlamento, el que decidirá una cuestión tan decisiva como la de nombrar al Presidente de la República, que es además Presidente del Gobierno, por votación directa de los gobernados.
Si en Francia, la elección del Presidente del poder ejecutivo, por sufragio directo de los electores, es tan atractiva para el votante y tan beneficiosa para la vitalidad de todas las instituciones políticas, no es difícil de imaginar lo que esa forma de Gobierno representaría para promover la salud política, el orden social y la generación moral de España.
Por si sola, esta fórmula política, muy fácil de adoptar, resolvería cuestiones que hoy parecen insolubles porque se asocian al carácter español. Pero no es producto de la españolidad, sino de la imbecilidad de la lucha partidista, cuando no está encauzada en instituciones políticas inteligentes, la torpe identificación del patriotismo con la derecha o del orden moral con el fascismo; la consagración de autonomías regionales insolidarias; las cesiones de competencias estatales que hacen imposible la planificación uniforme de servicios públicos fundamentales; la exaltación de nacionalismos negadores de la nación española; el fomento de separatismos artificiales; el reconocimiento del absurdo derecho de autodeterminación; la admisión del terrorismo como modo de negociar fórmulas de autogobierno en un escenario de paz.
Gran número de españoles se pregunta, con tan buena fe como ignorancia de la política, por qué no reformamos la Constitución para sustituir el corrompido Régimen de la partitocracia, por el moderno sistema que de Gaulle instauró apoyándose en dos instituciones: la elección directa del Presidente del Gobierno y la de un solo diputado a la Asamblea por cada distrito electoral.
miércoles, 9 de mayo de 2007
el sistema presidencialista
Antonio García-Trevijano escribe sobre las ventajas del sistema presidencialista
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