Informe de la Inclusión Social en España
Obra Social Caixa Catalunya
1. INTRODUCCIÓN
Se ha convertido en un tópico decir que la nuestra es una época de cambio social. Los principales debates de la sociedad actual están centrados en las grandes transformaciones que están socavando los cimientos del mundo al que nos habíamos acostumbrado. La revolución tecnológica, la globalización, la crisis de la familia patriarcal y la emergencia de una pluralidad de modelos familiares, el envejecimiento de la población o la presencia creciente de comunidades de origen extranjero en nuestra sociedad configuran un presente efímero y un futuro que de alguna manera —no sabemos todavía a ciencia cierta cómo— será diferente. Hasta el clima parece haberse puesto a cambiar a una velocidad inusitada, abocándonos a la incertidumbre y la zozobra. En este panorama no debería ser extraño que también esté cambiando la estructura biográfica de los ciclos de la vida personal. Los itinerarios vitales que recorren las personas se alejan progresivamente de los tipos ideales dominantes durante décadas en las sociedades avanzadas. Los calendarios socialmente previstos para trabajar, fundar hogares, casarse y tener hijos, incluso jubilarse, raramente se cumplen. Los grandes pilares biográficos que empujaban a las personas a seguir una senda unilineal de desarrollo personal (el matrimonio indisoluble y el empleo vitalicio) coexisten con formas más frágiles e intermitentes de vincularse a los demás: en el trabajo, sentimentalmente —dentro o fuera de la familia— y en el entorno comunitario.
En este contexto, analizar la pobreza como se había hecho tradicionalmente es un contrasentido. En las sociedades en las que “todo se ha puesto a cambiar” no se puede seguir estudiando la pobreza como si todo siguiera igual. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que el concepto de pobreza haya sido completamente superado. Pero en el escenario de las sociedades posindustriales pierden relevancia algunos de los ejes de fractura social característicos de la sociedad industrial, al tiempo que otros nuevos cobran relieve. Por una parte, la lógica vertical, de carácter económico, que jugaba en el pasado un papel de primer orden en la configuración de las relaciones de desigualdad y en la conformación de los perfiles de la exclusión, se solapa, entra en contradicción y en algunos ámbitos cede protagonismo frente a otras lógicas no ligadas a la esfera productiva. Hemos pasado de vivir en sociedades estratificadas fundamentalmente por clases sociales a hacerlo en sociedades donde viejas adscripciones primarias que habían pasado a un segundo plano en la sociedad industrial (como el género, el origen étnico cultural, la composición familiar) y nuevas líneas de división social (la brecha digital, la segregación residencial, los estilos de vida, hábitos y modas) intervienen decisivamente en la estructuración social. Por otra parte, las lógicas de desarrollo biográfico unilineal que caracterizaban a las sociedades de empleos y matrimonios “para toda la vida” han pasado a ser cada vez menos comunes. Hemos pasado de vivir en sociedades donde los itinerarios y el destino personal venía en buena medida previsto socialmente a sociedades de trayectorias individuales desestandarizadas. En estas últimas la vida de las personas ya no sigue una línea de progresión lógica y se convierte muchas veces en una sucesión discontinua y no acumulable de experiencias y estados singulares, salpicada por transiciones (divorcios, rotación de empleos o parejas, lapsos de desempleo entre una ocupación y la siguiente) y periodos de incerteza e impasse que tienen importantes consecuencias en el plano económico, social y psicológico. Una sociedad de naturaleza líquida, como diría el sociólogo polaco Zygmun Bauman. En este tipo de sociedades, las nuevas coordenadas de la exclusión/inclusión social vienen determinadas no sólo por los ejes clásicos sino también en gran medida por lógicas de distribución de los riesgos sociales
a lo largo del ciclo vital.
Ante este nuevo contexto,resultan imperativas nuevas aproximaciones al estudio de la desventaja y la vulnerabilidad social, en las que se enfaticen sus múltiples tensiones y se capture el carácter esencialmente dinámico del fenómeno. Este es el principal de los objetivos del proyecto de investigación que iniciamos en el Informe de la Inclusión Social en España 2008 con el análisis de la exclusión social en los ámbitos económico y laboral. En siguientes ediciones anuales de este informe está previsto profundizar en otros ámbitos en los que se producen dinámicas de desintegración y polarización social: los ámbitos educativo y sociosanitario (en 2009) y los ámbitos residencial, relacional y de participación social (en 2010). Tanto en la presente como en las siguientes ediciones del informe, la principal vía de aproximación al fenómeno de la exclusión social es el análisis de desigualdades en la distribución de recursos (materiales, formativos, de capital social, etc.) a lo largo del ciclo vital.
En este contexto, analizar la pobreza como se había hecho tradicionalmente es un contrasentido. En las sociedades en las que “todo se ha puesto a cambiar” no se puede seguir estudiando la pobreza como si todo siguiera igual. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que el concepto de pobreza haya sido completamente superado. Pero en el escenario de las sociedades posindustriales pierden relevancia algunos de los ejes de fractura social característicos de la sociedad industrial, al tiempo que otros nuevos cobran relieve. Por una parte, la lógica vertical, de carácter económico, que jugaba en el pasado un papel de primer orden en la configuración de las relaciones de desigualdad y en la conformación de los perfiles de la exclusión, se solapa, entra en contradicción y en algunos ámbitos cede protagonismo frente a otras lógicas no ligadas a la esfera productiva. Hemos pasado de vivir en sociedades estratificadas fundamentalmente por clases sociales a hacerlo en sociedades donde viejas adscripciones primarias que habían pasado a un segundo plano en la sociedad industrial (como el género, el origen étnico cultural, la composición familiar) y nuevas líneas de división social (la brecha digital, la segregación residencial, los estilos de vida, hábitos y modas) intervienen decisivamente en la estructuración social. Por otra parte, las lógicas de desarrollo biográfico unilineal que caracterizaban a las sociedades de empleos y matrimonios “para toda la vida” han pasado a ser cada vez menos comunes. Hemos pasado de vivir en sociedades donde los itinerarios y el destino personal venía en buena medida previsto socialmente a sociedades de trayectorias individuales desestandarizadas. En estas últimas la vida de las personas ya no sigue una línea de progresión lógica y se convierte muchas veces en una sucesión discontinua y no acumulable de experiencias y estados singulares, salpicada por transiciones (divorcios, rotación de empleos o parejas, lapsos de desempleo entre una ocupación y la siguiente) y periodos de incerteza e impasse que tienen importantes consecuencias en el plano económico, social y psicológico. Una sociedad de naturaleza líquida, como diría el sociólogo polaco Zygmun Bauman. En este tipo de sociedades, las nuevas coordenadas de la exclusión/inclusión social vienen determinadas no sólo por los ejes clásicos sino también en gran medida por lógicas de distribución de los riesgos sociales
a lo largo del ciclo vital.
Ante este nuevo contexto,resultan imperativas nuevas aproximaciones al estudio de la desventaja y la vulnerabilidad social, en las que se enfaticen sus múltiples tensiones y se capture el carácter esencialmente dinámico del fenómeno. Este es el principal de los objetivos del proyecto de investigación que iniciamos en el Informe de la Inclusión Social en España 2008 con el análisis de la exclusión social en los ámbitos económico y laboral. En siguientes ediciones anuales de este informe está previsto profundizar en otros ámbitos en los que se producen dinámicas de desintegración y polarización social: los ámbitos educativo y sociosanitario (en 2009) y los ámbitos residencial, relacional y de participación social (en 2010). Tanto en la presente como en las siguientes ediciones del informe, la principal vía de aproximación al fenómeno de la exclusión social es el análisis de desigualdades en la distribución de recursos (materiales, formativos, de capital social, etc.) a lo largo del ciclo vital.
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