Una persona puede empezar a militar en un partido para conseguir los objetivos de su programa y, aunque la consecución de estas metas sea dificil o incluso utópica, la relación de poder que establece con los demás actores sociales en este ámbito se limita a ellas y, si las consiguiera, se agotaría la relación. Sin embargo, esta misma persona, si entra en los círculos de poder del partido, inmediatamente pasará a competir con las otras élites dentro y fuera de él. La relación se convierte entonces en una relación de poder en la cual el objetivo primero ya no es el programa sino aumentar el poder respecto a los otros actores que compiten (aumentando diferencial de poder). El programa, la ideología, la militancia y la base social del partido pasan a ser recursos que se deben utilizar, modificar y adaptar según las necesidades de la competición por la acumulación de poder. A partir de este instante la relación pasa a ser circular, sin fin, ya que la competición por el poder en términos relativos, no por objetivos concretos, no se puede detener mientras existan el resto de actores que tambien compiten. En este tipo de relación circular, en el momento que un actor deja de competir desaparece como tal.
Como es evidente, la lucha por la acumulación diferencial de poder será más dura a medida que se suba en la jerarquía y que se controlen más recursos de poder. Por esta razón será más facil que un actor en una jerarquía baja de un partido respete sus principios y su programa o que un partido pequeño lo haga tambien. Sin embargo, a consecuencia de esto, unos y otros dificilmente llegarán a jugar un papel importante en la competición elitista.
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