He comprado en una libreria digital -LAIE-, entre otros, el libro de Alejandro Nieto El Desgobierno de lo Público, de el he extraido algunos párrafos:
El principal problema de los municipios es su financiación. Todos se quejan de la escasez de sus recursos y en los niveles autonómicos y estatales se discuten sin pausa las posibilidades de su aumento, así como el reparto equitativo de los fondos comunes de ayuda.
La verdad es que las infraestructuras de todos los municipios pequeños y de buena parte de los medianos no pueden autofinanciarse y se cubren con mecanismos de cooperación: el ayuntamiento aporta de ordinario los terrenos y una pequeña parte del presupuesto, y el resto se dota con fondos provinciales, autonómicos y estatales (e incluso de la Unión Europea).
Las ventajas de esta fórmula son evidentes, puesto que, de no ser así, las infraestructuras no podrían realizarse. Pero de hecho se provocan inconvenientes de mucho peso. El primero de ellos es el de la ruptura de la equidad por descriminación política. Porque quienes distribuyen las ayudas benefician descaradamente a los municipios de su mismo color político y no vacilan en castigar a sus adversarios . Con la consecuencia de que se cofinancian generosamente obras suntuarias en los municipios fieles mientras que otros no pueden arreglar canalizaciones deficientes. El segundo inconveniente es el de la infrautilización de los servicios. Porque con el sistema indicado el municipio más pobre puede contar, por ejemplo, con instalaciones deportivas, casi olímpicas, pero, una vez terminadas las obras, no está en condiciones de conservarlas en buen estado, y con frecuencia ni siquiera de mantenerlas en uso.
Dejando ya a un lado la cuestión de la infraestructuras, la pesadilla de las finanzas municipales es el derroche. Acabamos de ver lo que sucede con las inversiones. Pues bien, la captación populista de simpatias -y de votos- es todavia mayor. Los ayuntamientos tienen siempre las manos abiertas para fiestas populares, iluminaciones, espectáculos musicales (que llaman culturales) y jolgorios de todo tipo, ordinariamente acompañados de ruidos infernales. Estemos en perodos de expansión o de recesión , los municipios tienen muy claro que lo más importante es entretener al pueblo con circenses.
Uno de los escapes más graves por donde se desangra el presupuesto municipal es el del personal. Los ayuntamientos quieren premiar a sus seguidores políticos y asegurar así su fidelidad y para ello nada mejor que aumentar el personal y, por supuesto, con nombramientos de libre designación. Cuando entra otro partido en el Gobierno, cabría esperar una renovación de todos estos nombramientos espúreos, pero, como la experiencia ha demostrado que el rechazo social a estas medidas higiénicas es demasiado intenso, lo que se hace es cesar únicamente a los cargos de alguna importancia y el resto se mantienen. Ahora bien, como hay que premiar a quienes ayudaron al triunfo electoral se crean nuevos cargos y de esta manera, elección tras elección, las plantillas municipales crecen indefinidamente.
A fin de cuentas, por tanto, el problema de las finanzas de los entes locales no es tanto el de los ingresos como el de sus gastos. Porque con una política racional en este campo no sería dificil en la mayoría de los casos eqilibrar el presupesto.
El principal problema de los municipios es su financiación. Todos se quejan de la escasez de sus recursos y en los niveles autonómicos y estatales se discuten sin pausa las posibilidades de su aumento, así como el reparto equitativo de los fondos comunes de ayuda.
La verdad es que las infraestructuras de todos los municipios pequeños y de buena parte de los medianos no pueden autofinanciarse y se cubren con mecanismos de cooperación: el ayuntamiento aporta de ordinario los terrenos y una pequeña parte del presupuesto, y el resto se dota con fondos provinciales, autonómicos y estatales (e incluso de la Unión Europea).
Las ventajas de esta fórmula son evidentes, puesto que, de no ser así, las infraestructuras no podrían realizarse. Pero de hecho se provocan inconvenientes de mucho peso. El primero de ellos es el de la ruptura de la equidad por descriminación política. Porque quienes distribuyen las ayudas benefician descaradamente a los municipios de su mismo color político y no vacilan en castigar a sus adversarios . Con la consecuencia de que se cofinancian generosamente obras suntuarias en los municipios fieles mientras que otros no pueden arreglar canalizaciones deficientes. El segundo inconveniente es el de la infrautilización de los servicios. Porque con el sistema indicado el municipio más pobre puede contar, por ejemplo, con instalaciones deportivas, casi olímpicas, pero, una vez terminadas las obras, no está en condiciones de conservarlas en buen estado, y con frecuencia ni siquiera de mantenerlas en uso.
Dejando ya a un lado la cuestión de la infraestructuras, la pesadilla de las finanzas municipales es el derroche. Acabamos de ver lo que sucede con las inversiones. Pues bien, la captación populista de simpatias -y de votos- es todavia mayor. Los ayuntamientos tienen siempre las manos abiertas para fiestas populares, iluminaciones, espectáculos musicales (que llaman culturales) y jolgorios de todo tipo, ordinariamente acompañados de ruidos infernales. Estemos en perodos de expansión o de recesión , los municipios tienen muy claro que lo más importante es entretener al pueblo con circenses.
Uno de los escapes más graves por donde se desangra el presupuesto municipal es el del personal. Los ayuntamientos quieren premiar a sus seguidores políticos y asegurar así su fidelidad y para ello nada mejor que aumentar el personal y, por supuesto, con nombramientos de libre designación. Cuando entra otro partido en el Gobierno, cabría esperar una renovación de todos estos nombramientos espúreos, pero, como la experiencia ha demostrado que el rechazo social a estas medidas higiénicas es demasiado intenso, lo que se hace es cesar únicamente a los cargos de alguna importancia y el resto se mantienen. Ahora bien, como hay que premiar a quienes ayudaron al triunfo electoral se crean nuevos cargos y de esta manera, elección tras elección, las plantillas municipales crecen indefinidamente.
A fin de cuentas, por tanto, el problema de las finanzas de los entes locales no es tanto el de los ingresos como el de sus gastos. Porque con una política racional en este campo no sería dificil en la mayoría de los casos eqilibrar el presupesto.
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