Ya desde antes del verano existía la sensación de que estábamos ante un punto de inflexión en el ciclo de actividad español. Las claras señales de enfriamiento del mercado de la vivienda eran el anticipo de un ajuste después de trece años de expansión. Ajuste por otra parte necesario, teniendo en cuenta los lógicos desequilibrios que se van acumulando en ciclos largos de crecimiento. En ese momento, la mayoría de análisis coincidían en que el aterrizaje iba a ser suave y, que la “destrucción creativa” inherente a las etapas bajistas del ciclo económico, podía ayudar a equilibrar un modelo excesivamente dependiente del ladrillo.
Un trimestre después, estamos empezando a evaluar los efectos que puede tener la tormenta financiera de este verano sobre un ciclo en plena fase de ajuste y, evidentemente, la opinión generalizada es que nos veremos obligados a revisar a la baja las previsiones de crecimiento. Hasta aquí todos de acuerdo. Pero quizás todavía no somos conscientes de que en un momento de restricción del crédito las economías más vulnerables son aquellas que dependen más de la financiación internacional. Las noticias de los últimos días, con emisiones anuladas de grandes bancos españoles en mercados mayoristas, reflejan que el crédito esta empezando a escasear y se encarece de manera notable. Y esto es preocupante para un país con un déficit de balanza por cuenta corriente equivalente al 10% del PIB. Todos esperamos que la situación en los mercados financieros se vaya normalizando en las próximas semanas, pero en caso contrario, el ajuste del PIB español puede ser más intenso de lo esperado.
Y Ruben J. Lapetra escribe sobre la economía americana en Cotizalia de El Confidencial:
Lo hizo a finales del año 2000. El Philly Fed, un índice regional de actividad manufacturera, entró en niveles de contracción y levantó una polvareda entre la comunidad de economistas. Todavía rugía el boom tecnológico y nadie creía, o casi nadie, que los felices años de finales de los 90 iban a llegar a su fin. Le sucedió un periodo de recesión en el primer y segundo trimestre de 2001 en EEUU. Y saltó a la fama.
Casualidades o no, el Philly Fed, un indicador que elabora el banco central de Filadelfia, ha vuelto a colocar a EEUU camino de una recesión económica que, técnicamente, se confirma cuando durante dos trimestres consecutivos un país registra caída del Producto Interior Bruto (PIB). El índice manufacturero lleva desde septiembre de 2006 tonteando con el terreno negativo y ahora no parece levantar cabeza. En agosto se mantuvo neutral: 0,0. La semana que viene se vestirá de negativo nuevamente.
Y es que la palabra que suena estos días entre las principales firmas -todas- que siguen el comportamiento económico de EEUU es 'recesión'. JPMorgan ve hasta un 30% de posibilidades en este momento, según su economista jefe en Asia, Adrian Mowat. También lo cree el observatorio macro de la Universidad de UCLA (California). El Fondo Monetario Internacional (FMI) dice que todavía no ve ese escenario. Los motivos de la caída en desgracia de la economía de EEUU surgen de un solo lugar: el mercado inmobiliario.
La crisis crediticia de las 'hipotecas basura', que ha degenerado en crisis financiera y turbulencia del sistema bancario, podría haber dictado el final de uno de los periodos de mayor crecimiento económico en EEUU: el vivido desde septiembre de 2001 hasta -quizá- septiembre de 2007. Nada menos que seis años de subidas ininterumpidas en el PIB.
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