El Rey de España ha sido objeto de toda clase de felicitaciones por su 70 cumpleaños, aparte de las de las gentes del "establecimiento", periodistas, y aduladores varios -sin olvidar la cínica difusión en Tele 5, el día de la cena en El Pardo, de sus supuestos problemas e infidelidades matrimoniales-; de entre las que he leido me quedo con dos artículos de Pablo Sebastián publicados en Estrella Digital, los días 4 y 11 de este mes de Enero.
" ...quizás este ataque a la Corona, como consecuencia del desvarío federal o confederal de Zapatero, sin la previa reforma de la Constitución, y el deseo del presidente de revisar la memoria histórica de la Guerra Civil y todos los pactos y consensos de la transición, nos lleva a la conclusión de que dicha y famosa transición —cuyos males o errores nadie ha querido subrayar en aras de un cierto triunfalismo oportunista— está bastante agotada, como Régimen y sistema de poder, y empieza a enseñar sus flaquezas. Y bien merecería un punto y final para pasar de la transición de la partitocracia (el gobierno de los partidos) en vigor, a la democracia (el gobierno del pueblo) verdadera.
Naturalmente, para ello, haría falta una reforma en profundidad de la Constitución, y por lo tanto un gran pacto entre el PSOE y el PP, si es que sus dirigentes saben lo que es y quieren una democracia, renunciando al poder y privilegios de los jefes de los partidos para que el pueblo recupere su soberanía —estos pasados 30 años cedida al aparato de los partidos— y, de una vez, se imponga un sistema electoral directo, sin ventaja alguna para los nacionalistas, y verdaderamente representativo. Para que también quede escrita en la Constitución, como tal, la verdadera separación —que hoy no existe— de los poderes del Estado: la independencia de la Justicia, sin que los partidos y otros poderes intervengan en su control y dirección; la autonomía del Parlamento frente al Gobierno, para controlar y no para servir al Ejecutivo; y la autonomía de Ejecutivo y supremacía sobre los partidos, lo que solo será posible si no se construye una monarquía nueva y presidencialista (una buena idea que en su día avanzó Maurice Duverger y de la que tuvo noticia don Juan de Bordón, padre del Rey), que permita la elección del jefe del Gobierno por sufragio universal, en una votación que integra a todos los españoles y ajena a los comicios legislativos.
Esta es la tarea pendiente en España. El Rey impulsó la transición y ahora le toca al Rey impulsar el trasvase hacia la democracia en condiciones más fáciles que la que habitaron el final del franquismo, para que el Príncipe don Felipe pueda acceder, en su día, a un Reino nuevo, más modernos, más democrático y más representativo. Lejos de las corrupciones, intrigas y los desvaríos autoritarios o centrifugadores del Estado, a los que nos llevaron (González, Aznar y Zapatero), en los pasados 30 años de Constitución, en el vigente sistema político con su tentadora acumulación de poderes —ese es el verdadero fantasma o mal de la Moncloa— y déficit de representatividad directa y verdaderamente justa y proporcional de todos los ciudadanos españoles. Treinta años, justo es decirlo, de grandes progresos económicos, sociales, de modernidad e integración internacional, y sobre todo de paz y de convivencia en libertad. Pero incompletos en lo que a la democracia de verdad se refiere."
"La institución que, para algunos observadores, salió reforzada de la cena de El Pardo porque interpretan que el Rey estuvo arropado por el pleno de la clase política española de la Transición, y que eso significaba que muchos de ellos, esencialmente los de la izquierda, dejaban de ser juancarlistas para ser monárquicos, lo que sin duda es mucho decir (aunque así lo pregonan desde el Grupo Prisa), y muy aventurado conociendo como conocemos al impredecible pueblo español.
Y, también, por otras dos otras cuestiones de clara importancia: porque en la cena homenaje al Rey asistió el establishment, o la clase dirigente de este país, que cada vez está más lejos de la ciudadanía, y brilló por su ausencia la sociedad civil; y porque los protagonistas políticos de la Transición deberían saber que ese tiempo toca a su fin, que el régimen está agotado —Zapatero y los nacionalistas le están dando la puntilla— y que hay que pasar, de una vez, de la partitocracia a la democracia, y esta vez con un periodo constituyente que no existió a la hora de redactar la Constitución de 1978, que tenía como objetivos esenciales la recuperación de las libertades y la reconciliación nacional.
De manera que nadie eche las campanas al vuelo ni saque las cosas de su verdadero quicio con emotivos y sentimentales argumentos. El homenaje fue un éxito, el Rey lo merece, está bien que el monarca y el Príncipe se abracen en público —por si quedara alguna duda—, pero allí estaban todos los que son y los que han sido en el poder, pero no el pueblo español. Ni en ese acto queda garantizado el futuro del Príncipe y de la monarquía, que al día de hoy no están en entredicho. Aunque, si se avanza hacia la democracia, la Corona se deberá adaptar a un verdadero régimen representativo. Incluso aceptando un sistema presidencialista, como en su día le ofreció a Don Juan de Borbón un importante sector de la entonces oposición al régimen del dictador Franco, por sugerencia Maurice Duverger."
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