Cualquiera que anhele comprender el esotérico mecanismo de la servidumbre voluntaria se sorprenderá de los numerosos rostros que adopta. Dos agentes son los “autores intelectuales” de su estrategia: los partidos políticos, que pretenden justificar su propia impunidad apelando una y otra vez a la madurez y a la sabiduría del pueblo, y la oligarquía creadora de medios de comunicación, que parcela la caverna platónica interesadamente.
Para hallar el camino de la libertad política, se han de desenmascarar las formas de la servidumbre voluntaria en sus propios dominios: los centros de enseñanza.
Presos de una sospechosa sincronía, el sistema educativo y el régimen político actuales han seguido una carrera similar desde la década de los setenta. Lo que muchos consideran una vergonzante politización de la enseñanza, en realidad revela una estrategia común que, basada en la reciprocidad de sus respectivas consecuencias, sólo persigue la influencia social.
Que la reforma de Villar Palasí y la Transición fuesen casi coetáneas no es casualidad; tampoco lo es que LOGSE, LOCE y LOE nazcan en momentos cruciales del régimen político.
Más turbio resulta el hecho de que los datos del fracaso educativo hayan acompañado a estas cuatro grandes reformas con fidelidad inusitada. Consciente de la coincidencia, el Presidente del Gobierno señala ahora como únicos culpables a las familias. Se adivina en su conclusión el avatar rousseauniano que considera la educación una maniobra de predominio en una sociedad corrupta, de liberación, en definitiva, del ser humano del sufrimiento.
La piadosa enseñanza, concebida como un instrumento de cambio social, sólo ha podido materializarse en la prolongación de su obligatoriedad y en la desaparición de toda autoridad, ocasionando, además, que la educación en valores, arraigado cometido de la familia, haya pasado a la escuela y que ésta no haya tenido ningún reparo en delegar en aquélla su tradicional responsabilidad en la transmisión del saber humano.
Al estar vedada la promoción social a los alumnos que no poseen incentivos suficientes en el hogar, el efecto que se pretende no sólo atañe a ideologías o a programas de partido sino a la base misma del régimen de poder, revelando así los dos factores capitales que, desde el ensayo de Étienne de la Boétie, explican qué cosa sea la servidumbre voluntaria: la tutela y la ignorancia.
Aquiles
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