"El derecho a decidir viene del universo reivindicativo del feminismo. Suponía, y así fue utilizado desde los tiempos de la transición, el derecho de la mujer a su propio cuerpo (¡la infraestructura decisiva!), y era un eufemismo delicado y elegante del derecho al aborto. Tras un somero paso por la inteligencia, siempre despierta y vanguardista, del lendakari Ibarretxe y el nacionalismo vasco, ha dado en recalar en el imaginario insurgente del nacionalismo catalán. No ha de extrañar a nadie que lo exijan. Treinta años de democracia y de autonomía, de "construcción nacional", no han servido para construir un pueblo, que es la primera obligación de todo nacionalismo. Un pueblo, naturalmente, en su versión adulta: es decir, que sepa identificar la raíz de sus problemas y sus soluciones razonables. Treinta años de democracia y de autonomía no han servido para que los dirigentes catalanes asuman la responsabilidad (ni siquiera la mínima responsabilidad) de sus actos fallidos. Treinta años de democracia y de autonomía no han servido para que los catalanes aprendan a leer en términos puramente técnicos (¡no, nadie pide lecturas éticas!) las balanzas fiscales españolas. Treinta años después, disfrutando de una segregación que no tiene analogía posible en la Europa de los Estados, todavía hay algunas decenas de miles de catalanes a los que pastorean con el señuelo de la culpa de Madrid."
artículo de Arcadi Espada
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