Antonio García-Trevijano escribe en Diario de la República Constitucional:
El Presidente de Polonia no ratificará el Tratado de Lisboa: “no tendría sentido mientras no lo apruebe Irlanda”. El presidente de la UE, Sarkozy, falta a la verdad al decir que Kaczynski reniega de su firma y de sí mismo, pues su visto bueno al Tratado estuvo sometido a la regla de la unanimidad. Rompen este compromiso los que quieren continuar el proceso como si el NO irlandés fuera intrascendente. Los eurócratas se quedan sin argumentos frente a Polonia, cuya historia y cultura la funden con el europeismo.
La universidad de Cracovia rivalizaba con la Sorbona cuando las de Salamanca y Alcalá de Henares no habían sido fundadas. Durante la Monarquía electiva, la Dieta polaco-lituana era el Parlamento más libre de Europa. La doctrina de que el rey reina pero no gobierna fue creada, contra Segismundo III, por el príncipe Zamoyski. Antes de que ningún pueblo tuviera una Constitución, los patriotas polacos pidieron a Rousseau, durante la tregua de una guerra con Rusia (1772), el proyecto de “Gobierno de Polonia”, donde el filósofo expresó ideas más modernas que las del Contrato Social. Ideas que no se aplicaron porque al año siguiente tuvo lugar la enésima perdición de Polonia. Napoleón restauró la nación polaca, con el Gran Ducado de Varsovia, tras siglo y medio de repartos entre Rusia, Suecia, Prusia, Hungría y Austria, hasta que el Congreso de Viena la volvió a repartir. Rosa Luxemburgo está unida a la historia del socialismo humanista El tratado de Versalles le dio salida al Báltico por el pasillo de Danzig, cuya ocupación por Hitler motivó la guerra mundial. Científicos y filósofos, arquitectos y escultores, sindicalistas y eclesiásticos poloneses dieron espíritu occidental a las creaciones culturales soviéticas. Pero Varsovia no es la Ciudad Santa que reclaman los católicos, a causa de su espantosa historia antisemita.
En “El Libro de los peregrinos poloneses” de Mickievicz, un clásico en la literatura de las revoluciones de 1848, la Libertad juzgó a las Naciones, con palabras de actualidad frente a los eurócratas: “Cuando yo era atacada, te he gritado, nación, para tener un trozo de hierro por defensa y un puñado de pólvora, y tú me has dado un artículo de gaceta. Cuando estaba en la pena y la miseria te he pedido, nación, la protección de tus leyes y socorros, y tú me has dado ordenanzas. He venido a ti bajo el hábito de estos peregrinos y tú me has despreciado”.
florilegio
"El enemigo de la unidad politica de Europa está en el Tratado de Lisboa, no en la rebelión de la libertad ciudadana contra la eurocracia estatal.
El Presidente de Polonia no ratificará el Tratado de Lisboa: “no tendría sentido mientras no lo apruebe Irlanda”. El presidente de la UE, Sarkozy, falta a la verdad al decir que Kaczynski reniega de su firma y de sí mismo, pues su visto bueno al Tratado estuvo sometido a la regla de la unanimidad. Rompen este compromiso los que quieren continuar el proceso como si el NO irlandés fuera intrascendente. Los eurócratas se quedan sin argumentos frente a Polonia, cuya historia y cultura la funden con el europeismo.
La universidad de Cracovia rivalizaba con la Sorbona cuando las de Salamanca y Alcalá de Henares no habían sido fundadas. Durante la Monarquía electiva, la Dieta polaco-lituana era el Parlamento más libre de Europa. La doctrina de que el rey reina pero no gobierna fue creada, contra Segismundo III, por el príncipe Zamoyski. Antes de que ningún pueblo tuviera una Constitución, los patriotas polacos pidieron a Rousseau, durante la tregua de una guerra con Rusia (1772), el proyecto de “Gobierno de Polonia”, donde el filósofo expresó ideas más modernas que las del Contrato Social. Ideas que no se aplicaron porque al año siguiente tuvo lugar la enésima perdición de Polonia. Napoleón restauró la nación polaca, con el Gran Ducado de Varsovia, tras siglo y medio de repartos entre Rusia, Suecia, Prusia, Hungría y Austria, hasta que el Congreso de Viena la volvió a repartir. Rosa Luxemburgo está unida a la historia del socialismo humanista El tratado de Versalles le dio salida al Báltico por el pasillo de Danzig, cuya ocupación por Hitler motivó la guerra mundial. Científicos y filósofos, arquitectos y escultores, sindicalistas y eclesiásticos poloneses dieron espíritu occidental a las creaciones culturales soviéticas. Pero Varsovia no es la Ciudad Santa que reclaman los católicos, a causa de su espantosa historia antisemita.
En “El Libro de los peregrinos poloneses” de Mickievicz, un clásico en la literatura de las revoluciones de 1848, la Libertad juzgó a las Naciones, con palabras de actualidad frente a los eurócratas: “Cuando yo era atacada, te he gritado, nación, para tener un trozo de hierro por defensa y un puñado de pólvora, y tú me has dado un artículo de gaceta. Cuando estaba en la pena y la miseria te he pedido, nación, la protección de tus leyes y socorros, y tú me has dado ordenanzas. He venido a ti bajo el hábito de estos peregrinos y tú me has despreciado”.
florilegio
"El enemigo de la unidad politica de Europa está en el Tratado de Lisboa, no en la rebelión de la libertad ciudadana contra la eurocracia estatal.
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