Lorenzo Alonso escribe en Diario de la Republica Constitucional a propósito de las "Cien propuestas para defender y fortalecer la democracia" del diario El Mundo
El diario "El Mundo" ha publicado el documento "Cien propuestas para defender y fortalecer la democracia", elaborado con la colaboración de sus lectores. En él se recogen algunos problemas que inquietan a los españoles como colectividad y las posibles soluciones. Se pueden catalogar en dos grandes grupos: definición y organización del Estado y actuaciones concretas que debería llevar a cabo el Gobierno. Solamente se hará mención a cuatro de ellas, que dan por supuesto el carácter democrático de las instituciones actuales.
En primer lugar, la libertad política para decidir qué forma de Estado queremos (Monarquía o República) es anterior a plantear soluciones edulcoradas a la sucesión de las hijas del Príncipe.
En segundo lugar, la organización del Estado que los españoles deseamos (unitario o descentralizado, en el grado que sea) es anterior a la regulación de las competencias de ese mismo Estado y de cada una de las Comunidades Autónomas actuales, así como a la decisión de si debe existir o no un Senado, "símbolo de la representación territorial".
En tercer lugar, la reforma del sistema de elección de los miembros del Congreso de los Diputados mediante la adopción de uno mixto (250 representantes de distrito y 150 de lista), confunde el "reparto justo" de escaños con la representación política de la sociedad civil. Lo democrático sería una Asamblea Nacional integrada por los representantes de cada una de las 400 comarcas vecinales o distritos en los que se puede dividir el territorio nacional.
En cuarto lugar, la opción de presentar como candidato a la Presidencia del Gobierno a quien encabece la lista más votada, es prescindir de una de las características básicas de la democracia: la separación radical de los Poderes del Estado. Si hablamos de verdadera democracia, el Congreso de los Diputados no cumple la función de elegir al ejecutivo, sino la de legislar. La elección de cualquier español mayor de edad en una primera vuelta para después, en una segunda, escoger al Presidente de entre los dos más votados, sería la solución.
En primer lugar, la libertad política para decidir qué forma de Estado queremos (Monarquía o República) es anterior a plantear soluciones edulcoradas a la sucesión de las hijas del Príncipe.
En segundo lugar, la organización del Estado que los españoles deseamos (unitario o descentralizado, en el grado que sea) es anterior a la regulación de las competencias de ese mismo Estado y de cada una de las Comunidades Autónomas actuales, así como a la decisión de si debe existir o no un Senado, "símbolo de la representación territorial".
En tercer lugar, la reforma del sistema de elección de los miembros del Congreso de los Diputados mediante la adopción de uno mixto (250 representantes de distrito y 150 de lista), confunde el "reparto justo" de escaños con la representación política de la sociedad civil. Lo democrático sería una Asamblea Nacional integrada por los representantes de cada una de las 400 comarcas vecinales o distritos en los que se puede dividir el territorio nacional.
En cuarto lugar, la opción de presentar como candidato a la Presidencia del Gobierno a quien encabece la lista más votada, es prescindir de una de las características básicas de la democracia: la separación radical de los Poderes del Estado. Si hablamos de verdadera democracia, el Congreso de los Diputados no cumple la función de elegir al ejecutivo, sino la de legislar. La elección de cualquier español mayor de edad en una primera vuelta para después, en una segunda, escoger al Presidente de entre los dos más votados, sería la solución.
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