"Demoledor editorial del Wall Street Journal ayer sobre el futuro económico inmediato de España. Dada su consideración de medio financiero de referencia a nivel internacional, permítanme que me dé la licencia de traducir para todos ustedes su contenido (en cursiva las aclaraciones pertinentes). Está bastante mal escrito (me he permitido adecuar algunos giros al castellano, manteniendo la esencia) y recoge datos obsoletos sobre la economía nacional, impropios de un medio de su prestigio. Sin embargo su contenido es muy interesante, aunque hay que aplicarle un coeficiente ideológico corrector, que ya sabemos todos de que pié cojea el rotativo norteamericano.
Es apocalíptico, hasta el punto de que recoge afirmaciones que, aparentemente, están lejos de materializarse, al menos de momento. Entre ellas la posibilidad de que España entre en recesión en un futuro no muy lejano como consecuencia del crash inmobiliario. ¿Influyó en la mayor caída del Ibex ayer frente a otras bolsas desarrolladas? Puede ser, pero no creo que más que el efecto conjunto de los datos de paro y el debilitamiento de la producción industrial, el sector servicios y la confianza del consumidor conocidos en los dos últimos días. El título: “Frío invierno para el residencial, y para los políticos”. Vamos con ello.
“Estallido de la burbuja inmobiliaria, miedo a una recesión, estímulos fiscales de cara a las elecciones. Cierto: los americanos se podrían sentir en España como en casa. Y es que, tal y como ocurre en Estados Unidos, hasta fechas muy recientes la economía había quedado fuera del debate político. Durante la última década, el tigre español (analogía con los tigres asiáticos) ha crecido a mayor ritmo que el resto de la Euro zona. Sin embargo, el aumento del paro y de la inflación, unido al colapso de la construcción y la promoción residencial, pueden pasar factura al primer ministro socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, en las elecciones del mes que viene. Los españoles se las ven y se las desean para pagar sus hipotecas y la ventaja de Zapatero sobre la oposición conservadora se reduce paulatinamente.
Dos son los factores que se encuentran detrás del milagro económico español. Por una parte el boom constructor, que ha llevado al sector a alcanzar el 10% del Producto Interior Bruto y el 12% del empleo, el doble que la media europea. Por otro, el consumo de los particulares que, a su vez, se ha visto impulsado por el incremento de los precios de la vivienda. Sin embargo, lo que parecía ser un círculo virtuoso se está convirtiendo en un círculo vicioso.
El deterioro de las condiciones de crédito junto con el exceso de oferta han provocado una ralentización del mercado residencial español. El nivel de preventas ha caído abruptamente mientras que el número de nuevas hipotecas se ha reducido un 17%. Los precios de las casas, que habían multiplicado por tres en los últimos diez años, caen un 3,1% desde los máximos de julio. Y las perspectivas no son más halagüeñas. El crecimiento económico, un 3,6% de media desde el lanzamiento de la moneda única, puede caer en 2008 hasta el 2%, sólo marginalmente por encima del resto de la Eurozona. Mientras, una inflación en niveles máximos de 12 años (4,2% dato obsoleto mejor que el real) incide en el poder de compra de los ciudadanos.
Las consecuencias de un crash inmobiliario sobre el conjunto de la economía van a ser de alcance. Cerca de un tercio de los empleos creados en los últimos tiempos corresponden al sector constructor. Añadan venta inmobiliaria y servicios financieros y dicho porcentaje se incrementa hasta el 50%.
Tan fácil como llega se va. 50.000 empleos ligados al sector de la construcción (dato obsoleto mejor que el real) se han destruido sólo en 2007. Y los principales promotores españoles creen que dicha cifra se puede incrementar en otros 400.000 parados más en los próximos dos años. Y pueden quedarse cortos. Si la actividad del sector se ralentiza un 50%, algo más que probable, un total de 900.000 trabajadores del sector pueden verse abocados a la calle. En el pasado, tales repuntes del paro suelen coincidir con periodos recesivos de la economía.
Y es que el boom constructor español ayudó a ocultar deficiencias estructurales de su economía que ahora pueden frustrar las posibilidades de recuperación del país. Puede que el crecimiento haya sido sideral en la última década, pero la productividad laboral se ha reducido sustancialmente durante el mismo periodo. Por el contrario, Francia, Alemania y hasta la anémica Italia han visto mejoras, -mayores en los dos primeros casos, más modesta en el caso de Italia-, en su productividad por empleado. ¿La causa? En parte la desproporcionada proporción de capital y mano de obra que se dirigió hacia sectores de baja productividad, principalmente construcción, pero también distribución minorista y servicios ligados al turismo. El exceso de regulación y el bajo gasto en I+D no han hecho sino acentuar esta improductiva tendencia.
Por su parte, el gobierno prefirió ignorar las señales de alarma. Tras superar a Italia en términos de PIB per cápita en 2007, Zapatero sugirió en septiembre que Alemania era la siguiente. Esta afirmación debe atribuirse a la exhuberancia juvenil de un político de 47 años de edad."
Mientras que la oposición conservadora promete recortes impositivos en los impuestos de la renta y sociedades con objeto de atraer inversiones, Zapatero, después de haberlos reducidos de forma marginal en el pasado, parece hoy volver a un pensamiento mucho más keynesiano. El primer ministro ha sugerido recientemente la concesión de regalos electorales, tales como devoluciones impositivas de 400 euros a las rentas más bajas y pensionistas (errado) con el fin de “estimular” la economía. Tales soluciones de corto plazo tienen menos resultado práctico incluso que la propuesta fiscal del otro lado del Atlántico.
España necesita políticas permanentes que incentiven a trabajadores e inversores, tales como los recortes adicionales de impuestos. Y mientras el mercado de la energía mantiene una regulación excesiva y el mercado laboral se mantiene entre los más restrictivos de la OCDE, Zapatero quiere añadir leña al fuego. Si sale reelegido, ha prometido elevar el salario mínimo de 600 a 800 euros mensuales. Y es que las promesas de la campaña de Zapatero parece más encaminada a impulsar sus posibilidades de reeleción que la economía española.”
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