Félix de Azua escribe un cuento con las balanzas fiscales:‘En efecto, el nuevo Gobierno de extrema derecha había publicado las declaraciones de Hacienda para poner de manifiesto la alta aportación de las empresas y la muy escasa de los labriegos, pescadores, artesanos, obreros manuales y funcionarios, población a extinguir’ : La Voz de Barcelona | Diario blog de información
‘Barcelona, 3 de julio del año 2025
Al oír el chirrido del frenazo me volví alarmado, pero era el Ferrari propulsado por energía láctea de Jaume Destrals, un amigo de la infancia. Subió a la nube artificial y se vino hacia mí luciendo una sonrisa gloriosa: “¡Ya lo habrás visto! ¡Estoy pagando 20 veces más que tú!”. En efecto, el nuevo Gobierno de extrema derecha había publicado las declaraciones de Hacienda para poner de manifiesto la alta aportación de las empresas y la muy escasa de los labriegos, pescadores, artesanos, obreros manuales y funcionarios, población a extinguir. Jaume, dueño de una cadena de hoteles y otra de prostíbulos, fulguraba: “¡Y a cambio recibo lo mismo que tú! ¿Cuánto me cuesta la autopista? ¿Cuánto me cuesta un sello? ¡Lo mismo que a ti, pero tú pagas 20 veces menos que yo!”.
Le agradecí su solidaridad y traté de escapar a tanto entusiasmo, pero no iba a ser fácil. Desde el colegio le había estado yo sermoneando con mi marxismo prehistórico y ahora se tomaba la revancha. Insistió: “¿Y mi barrio? Durante años he visto cómo el dinero del Ayuntamiento se iba a los barrios pobres. Los han saneado, urbanizado, modernizado. ¡Tienen incluso bibliotecas y colegios! Pero en Pedralbes, donde vivimos quienes más aportamos, ¡ni un monumento a Cambó, nada, no han hecho absolutamente nada! ¿Te parece justo? Los que más pagamos para el bienestar común somos los que menos recibimos a cambio. ¿Quieres un habano?”.
Acepté el cigarro y de nuevo le di las gracias humildemente por su largueza, su desprendimiento, su generosidad, su capacidad de sacrificio, le dije cómo admiraba el método científico que utilizaba para hacer trabajar a los demás por muy poco dinero y así contribuir más solidariamente a Hacienda. Luego, avergonzado, traté de escapar. No hubo modo. Se acercó para encenderme el puro con su teléfono biónico y me guiñó un ojo.
“Y eso que solo declaro una parte ridícula. Si hiciera una declaración verdadera, besarías la tierra que piso”. Plegó la nube, volvió al Ferrari y salió disparado agitando el puro. Me sentí asquerosamente egoísta…’
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