La gente está recuperando la capacidad de examinar las cosas con detenimiento. El escepticismo ante el poder es mayor que nunca. La sociedad siente el deseo de organizarse y de descubrir que no estamos solos. Es una entrañable sensación libertadora saber que otros piensan lo mismo. Pese a los esfuerzos de los profesionales del dominio, la gente sale a la calle, se relaciona, se asocia, piensa, habla y hasta debate. Renace la esperanza, una esperanza con sentido porque las cosas están tan mal que sólo pueden mejorar. A pesar de que la estrategia del poder apunta a potenciar el aislamiento, la soledad y el miedo, la gente ha decidido salir a las calles y relacionarse, asociarse y fortalecer a su modo una sociedad civil desolada por la política. En muchos pueblos renacen las viejas fiestas de la libertad, como el carnaval, florece la poesía reivindicativa y la canción cargada de mensajes.
Es la cultura de la protesta y de la disidencia, que representa la mayor esperanza de la humanidad. Muchos ciudadanos se están forjando ya en las fraguas de la libertad y son muchos los que están construyendo los cimientos de la regeneración. Después vendrán las escuelas de debate, los cafés ciudadanos y, al final, la Democracia Ciudadana, un sistema de convivencia en armonía ideado para que aflore lo mejor y no lo peor del ser humano, una democracia amateur y sin organizaciones partidistas, presidida por el interés general, sustentada en los ciudadanos, valores y principios, autogestionada, que declare al oligarca su peor enemigo y que vigile permanentemente al Estado para que no vuelva a ser bestia salvaje, guarida de tiranos e instrumento sojuzgador. Amén."
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