vía Las clases medias
En esta obra se realiza un itinerario descriptivo sobre la política profesional a través de nuestra historia más reciente, centrándose en el período crucial que fue la transición del franquismo a la democracia. Dicha etapa constituyó la manera quizá más rápida fácil, cómoda y apresurada de aglutinar a muchos políticos que nunca habían ejercido como tales, propiciando una casta que vive, se nutre y se salvaguarda a sí misma con independencia del color político que tenga. Enrique de Diego nos explica su origen y sus efectos, en su última obra, "Casta Parasitaria, la Transición como desastre nacional" (Editorial Rambla).
Usted considera de manera clara que la Transición generó una extensa clase política, “uno de sus más graves errores”, y que ese hecho de manera tácita “siempre estuvo en el trasfondo de los pactos básicos de la transición”, ¿a qué se refiere exactamente con esta afirmación?
Antes que nada, agradeceros que hayáis recuperado esta gran cabecera de Ya, en cuya redacción trabajé. Felicitaros por el espléndido trabajo que venís desarrollando y que, cada vez, me consta, sigue más gente, por la buena información y por la bien orientada línea editorial. Afronto ya la respuesta. El objetivo prioritario sobre el que pivota toda la transición es impedir un debate monarquía-república, evitar que se cuestione a Juan Carlos y dotar a la instaurada –por Franco- dinastía de legitimidad democrática. De manera paralela, se abre un mercado político ilimitado, un botín desmesurado para unos partidos embrionarios, con los ayuntamientos democráticos parlamentarizados, con ese desastre, un auténtico big bang de despilfarro, de las autonomías, y sin cerrar las diputaciones. Es un incentivo abrumador -¡puestos para todos!- para el pacto (eso que, en cursi, se llama el consenso) sobre el sacrificio y la anemia de la sociedad civil. Es decir, la casta parasitaria actual no es otra cosa que el proceso expansivo puesto en marcha con la transición, que es un auténtico desastre nacional.
La casta de políticos que viven de y por su trabajo ha aumentado de manera exponencial junto con el número de funcionarios desde la desaparición del franquismo. Usted habla de un 38% más de funcionarios en los últimos 3 años. Esta casta de funcionarios que usted denomina parasitaria, que deben su puesto y se sustentan en estamentos políticos superiores son un gasto enorme para la administración pública. ¿Cree que el mantenimiento actual de la administración estatal, provincial, autonómica y local nos llevará a una situación sin salida? En caso afirmativo, ¿qué soluciones propone?
Estamos ya en esa situación sin salida. Concretamente, en el colapso del sistema. Van de doscientos mil en doscientos al paro, mientras la casta parasitaria despilfarra sin vergüenza alguna. No hay dinero para medicamentos. Muchas autonomías no pagan desde hace meses a sus proveedores. El Cuerpo Nacional de Policía no tiene para balas, ni para arreglar coches. La Dirección General de Policía no paga desde junio el teléfono, ni el gas, ni el agua, ni la luz. Tenemos trescientos mil liberados sindicales. El modelo político es inviable, es parasitario, es el problema. En otro libro, ‘El manifiesto de las clases medias’, reseño doce medidas que nos harían salir de la crisis casi de inmediato. Por de pronto, sobran, como poco, el 50% de los políticos. Los parlamentos autonómicos deben reunirse un mes al año y sus diputados, cobrar dietas. Hay que cerrar ministerios: con cuatro o cinco nos iría mucho mejor. Hay que cerrar el Senado y vender las televisiones estatales y autonómicas. Es urgente un plan de desamortización de edificios públicos. Hay que poner en marcha el cheque escolar en educación, el sistema de capitalización en pensiones y fórmulas de copago en la Sanidad. Por todo esto podemos empezar.
Esta generación de políticos advenedizos sin formación ni experiencia clara para desempeñar su cargo es un mal endémico de España producto de nuestra historia reciente, producto de nuestra falta de valores y de coherencia personal o es un ejemplo trasladable al panorama político internacional?
No es fácil de responder. Estamos, por un lado, ante una crisis de civilización y ante una crisis planetaria. La clase política internacional, la reunida en el G 20, es la peor de los dos últimos siglos. Están acostumbrados a expoliar a los contribuyentes y han pasado directamente a robar y encima a robar a los pobres para dárselo a los ricos. Pero, sin duda, en España los problemas son más graves, o tienen peculiaridades propias, porque aquí a la crisis económica se suma la del modelo político. Por eso se destruye mucho más empleo y de manera vertiginosa respecto a Europa, que también está en crisis. Las democracias precisan una regeneración, pero es que la española la necesita con carácter de urgencia.
Pueden establecerse paralelismos por ejemplo con el recientemente elegido presidente norteamericano Obama? ¿Qué puede aprender el político español de sistemas políticos como el estadounidense, por ejemplo?¿Por qué los partidos españoles están empeñados en no cambiar el sistema que rige su funcionamiento y no propician listas abiertas y dotan de mayor transparencia su actuación hacia el conjunto de los ciudadanos?
Estamos ante una degeneración moral que ha afectado a las mentes, de forma que se funciona por emociones, como hemos visto en la elección de Obama, que es un desastre sin paliativos, un personaje de ideas absolutamente inmorales y al que una parte de los norteamericanos ha tratado como a un líder religioso. Obama no es tan vacío como Zapatero, pero casi, y las gentes lejos de repudiar a personajes tan vacuos, les mira arrobados. No son la causa, sino el efecto de los males profundos devenidos del relativismo. Permítame que me remita a un libro de próxima aparición, “Sociedad terminal, la comunicación como arma de destrucción masiva”, que publicará en breve la Editorial Rambla, y del que es autor Javier Benegas, contertulio de mi programa ‘A Fondo’, en Radio Intereconomía. Es un libro decisivo, que desentraña los métodos de desarrollo e imposición de esa ideología emocional de estereotipos que está demoliendo los pilares de la civilización occidental. En cuanto al desinterés notorio de los partidos respecto a cambios imprescindibles como el de la Ley electoral o que se financien de las cuotas de sus afiliados, la explicación está en su misma condición de casta parasitaria: defienden sus privilegios, son oficinas de colocación y, ahora, están transmitiendo los puestos a sus hijos y a sus nietos. Hay muchas familias que viven de la política.
Usted describe en su libro cómo la amenaza secesionista acecha a España. Los casos catalán, gallego, vasco, andaluz y sus "realidades nacionales" son producto de las cesiones que el Estado concede una y otra vez a través de diferentes mecanismos, entre ellas el efecto de la actual Ley electoral que dota a los partidos pequeños de mucho poder. ¿Se hace urgente por tanto una reforma de la Ley electoral actual? En caso afirmativo, ¿por qué cree que los grandes partidos no han acometido esa reforma cuando han estado en el poder?
Nuestra Ley electoral es la más absurda y peor de las posibles. Lo explico con detenimiento y con ejemplos en el libro. La mezcla de Ley D’Hondt y circunscripción provincial impide la consolidación de un tercer partido bisagra nacional y concede esa condición a los nacionalistas. Ya digo que en el libro me detengo bastante en esta cuestión fundamental. A él me remito. La reforma se debía haber hecho antesdeayer y la tendrá que imponer la sociedad civil movilizada. La pudo hacer Aznar, cuya segunda legislatura fue una ocasión perdida, y la historia será muy dura con él, porque dilapidó un gran caudal de energías regeneracionistas. Cualquier reforma pasa inevitablemente por acabar con las listas cerradas y, por tanto, con las oligarquías de los partidos y dar representatividad real a los ciudadanos y permitir que la sociedad civil se desarrolle e influya. Parece que los partidos, todos, sin excepción, prefieren que se destruya España y que los españoles vayan a la miseria. Es una mentalidad terrible de aristocracia funcionarial. Pero tenga usted en cuenta que no hay ningún ERE en marcha en el PSOE ni en el PP y el Congreso está de continuo vacío y siguen cobrando.
Usted califica al Estado de "botín" para esta casta de políticos "expoliadora de las clases medias", un grupo social que se está viendo reducido debido a la situación económica actual y que durante tres décadas, según manifiesta usted en su libro ha sido la que ha mantenido la estabilidad en el país. ¿Qué puede hacer una familia de hoy en día perteneciente a esta clase media para no ver mermados sus derechos?
Las clases medias han de luchar por su supervivencia y por el futuro de sus hijos. Los planes de incautación masiva de fondos de los contribuyentes por parte del Gobierno representan una media de diez mil euros por hogar, ha subido, en los Presupuestos, la presión fiscal cuatrocientos euros por cabeza y no hay forma de mantener a la casta parasitaria. Se está llevando a las clases medias a la ruina y a la servidumbre. Las clases medias tienen tres armas decisivas: el voto, el ahorro y la fiscalidad. Para usarlas, se precisa masa crítica. No es tan difícil resolver la situación, pero antes es necesaria esa masa crítica. Con heroísmos individuales no vamos a ningún lado.
¿Cree que será posible en algún momento que los partidos propicien una regeneración interna profunda en aras del bien común del país o considera posible una movilización de la sociedad civil para terminar con esta situación?
No, ningún partido va a propiciar esa regeneración. Lo siento por los hooligan de los partidos actuales. La única esperanza posible es la movilización de la sociedad civil, pero no para apoyar a ningún partido existente, ni para satelizarse, sino para regenerar la democracia, yendo a un gobierno limitado. En ello estamos. Aprovecho para indicar que la Plataforma de las Clases Medias, que me honro en presidir, ha convocado una concentración el día 23 de noviembre, a las 12 horas, en la Plaza de Colón de Madrid. Pretendemos que sea el inicio de la rebelión de las clases medias.
¿Cree que la conciencia ciudadana se despertará de una manera activa al comprobar todos los días cómo algunos políticos disfrutan de varios coches oficiales, despachos con mobiliario astronómico, ministras con vestuario diario de alta costura...etc., o que por inercia seguirá comulgando con ruedas de molino?
Tengo la convicción de que esa rebelión será posible, porque se palpa en la calle. Lo que antes se consideraba normal, ahora indigna. No se soporta el despilfarro, pero hay que avanzar en la compresión de que esas conductas escandalosas no son otra cosa que la impunidad con la que actúan los que están acostumbrados a expoliar. El expolio es la base del despilfarro. Habrá que hacer una comisión de investigación que dictamine que alcalde no se ha corrompido y hacerle un monumento. En las hipotecas, los ciudadanos pagan el dinero negro de los constructores para las campañas electorales de los partidos, los impuestos para sostener las infladas nóminas de funcionarios municipales, los aparatos de propaganda, los centros municipales ‘donados’ por los constructores. Tenemos que pagar a los ‘cinepastas’ para que nos insulten con sus películas. Hemos de sufragar el canon de la SGAE. Subvencionar el día del orgullo gay. Pagar la energía más cara del mundo. Y así todo. No se puede comulgar con ruedas de molino porque ya es cuestión de supervivencia. Antes que ser de derechas o de izquierdas o de centro, somos contribuyentes expoliados por la casta parasitaria.
En esta obra se realiza un itinerario descriptivo sobre la política profesional a través de nuestra historia más reciente, centrándose en el período crucial que fue la transición del franquismo a la democracia. Dicha etapa constituyó la manera quizá más rápida fácil, cómoda y apresurada de aglutinar a muchos políticos que nunca habían ejercido como tales, propiciando una casta que vive, se nutre y se salvaguarda a sí misma con independencia del color político que tenga. Enrique de Diego nos explica su origen y sus efectos, en su última obra, "Casta Parasitaria, la Transición como desastre nacional" (Editorial Rambla).
Usted considera de manera clara que la Transición generó una extensa clase política, “uno de sus más graves errores”, y que ese hecho de manera tácita “siempre estuvo en el trasfondo de los pactos básicos de la transición”, ¿a qué se refiere exactamente con esta afirmación?
Antes que nada, agradeceros que hayáis recuperado esta gran cabecera de Ya, en cuya redacción trabajé. Felicitaros por el espléndido trabajo que venís desarrollando y que, cada vez, me consta, sigue más gente, por la buena información y por la bien orientada línea editorial. Afronto ya la respuesta. El objetivo prioritario sobre el que pivota toda la transición es impedir un debate monarquía-república, evitar que se cuestione a Juan Carlos y dotar a la instaurada –por Franco- dinastía de legitimidad democrática. De manera paralela, se abre un mercado político ilimitado, un botín desmesurado para unos partidos embrionarios, con los ayuntamientos democráticos parlamentarizados, con ese desastre, un auténtico big bang de despilfarro, de las autonomías, y sin cerrar las diputaciones. Es un incentivo abrumador -¡puestos para todos!- para el pacto (eso que, en cursi, se llama el consenso) sobre el sacrificio y la anemia de la sociedad civil. Es decir, la casta parasitaria actual no es otra cosa que el proceso expansivo puesto en marcha con la transición, que es un auténtico desastre nacional.
La casta de políticos que viven de y por su trabajo ha aumentado de manera exponencial junto con el número de funcionarios desde la desaparición del franquismo. Usted habla de un 38% más de funcionarios en los últimos 3 años. Esta casta de funcionarios que usted denomina parasitaria, que deben su puesto y se sustentan en estamentos políticos superiores son un gasto enorme para la administración pública. ¿Cree que el mantenimiento actual de la administración estatal, provincial, autonómica y local nos llevará a una situación sin salida? En caso afirmativo, ¿qué soluciones propone?
Estamos ya en esa situación sin salida. Concretamente, en el colapso del sistema. Van de doscientos mil en doscientos al paro, mientras la casta parasitaria despilfarra sin vergüenza alguna. No hay dinero para medicamentos. Muchas autonomías no pagan desde hace meses a sus proveedores. El Cuerpo Nacional de Policía no tiene para balas, ni para arreglar coches. La Dirección General de Policía no paga desde junio el teléfono, ni el gas, ni el agua, ni la luz. Tenemos trescientos mil liberados sindicales. El modelo político es inviable, es parasitario, es el problema. En otro libro, ‘El manifiesto de las clases medias’, reseño doce medidas que nos harían salir de la crisis casi de inmediato. Por de pronto, sobran, como poco, el 50% de los políticos. Los parlamentos autonómicos deben reunirse un mes al año y sus diputados, cobrar dietas. Hay que cerrar ministerios: con cuatro o cinco nos iría mucho mejor. Hay que cerrar el Senado y vender las televisiones estatales y autonómicas. Es urgente un plan de desamortización de edificios públicos. Hay que poner en marcha el cheque escolar en educación, el sistema de capitalización en pensiones y fórmulas de copago en la Sanidad. Por todo esto podemos empezar.
Esta generación de políticos advenedizos sin formación ni experiencia clara para desempeñar su cargo es un mal endémico de España producto de nuestra historia reciente, producto de nuestra falta de valores y de coherencia personal o es un ejemplo trasladable al panorama político internacional?
No es fácil de responder. Estamos, por un lado, ante una crisis de civilización y ante una crisis planetaria. La clase política internacional, la reunida en el G 20, es la peor de los dos últimos siglos. Están acostumbrados a expoliar a los contribuyentes y han pasado directamente a robar y encima a robar a los pobres para dárselo a los ricos. Pero, sin duda, en España los problemas son más graves, o tienen peculiaridades propias, porque aquí a la crisis económica se suma la del modelo político. Por eso se destruye mucho más empleo y de manera vertiginosa respecto a Europa, que también está en crisis. Las democracias precisan una regeneración, pero es que la española la necesita con carácter de urgencia.
Pueden establecerse paralelismos por ejemplo con el recientemente elegido presidente norteamericano Obama? ¿Qué puede aprender el político español de sistemas políticos como el estadounidense, por ejemplo?¿Por qué los partidos españoles están empeñados en no cambiar el sistema que rige su funcionamiento y no propician listas abiertas y dotan de mayor transparencia su actuación hacia el conjunto de los ciudadanos?
Estamos ante una degeneración moral que ha afectado a las mentes, de forma que se funciona por emociones, como hemos visto en la elección de Obama, que es un desastre sin paliativos, un personaje de ideas absolutamente inmorales y al que una parte de los norteamericanos ha tratado como a un líder religioso. Obama no es tan vacío como Zapatero, pero casi, y las gentes lejos de repudiar a personajes tan vacuos, les mira arrobados. No son la causa, sino el efecto de los males profundos devenidos del relativismo. Permítame que me remita a un libro de próxima aparición, “Sociedad terminal, la comunicación como arma de destrucción masiva”, que publicará en breve la Editorial Rambla, y del que es autor Javier Benegas, contertulio de mi programa ‘A Fondo’, en Radio Intereconomía. Es un libro decisivo, que desentraña los métodos de desarrollo e imposición de esa ideología emocional de estereotipos que está demoliendo los pilares de la civilización occidental. En cuanto al desinterés notorio de los partidos respecto a cambios imprescindibles como el de la Ley electoral o que se financien de las cuotas de sus afiliados, la explicación está en su misma condición de casta parasitaria: defienden sus privilegios, son oficinas de colocación y, ahora, están transmitiendo los puestos a sus hijos y a sus nietos. Hay muchas familias que viven de la política.
Usted describe en su libro cómo la amenaza secesionista acecha a España. Los casos catalán, gallego, vasco, andaluz y sus "realidades nacionales" son producto de las cesiones que el Estado concede una y otra vez a través de diferentes mecanismos, entre ellas el efecto de la actual Ley electoral que dota a los partidos pequeños de mucho poder. ¿Se hace urgente por tanto una reforma de la Ley electoral actual? En caso afirmativo, ¿por qué cree que los grandes partidos no han acometido esa reforma cuando han estado en el poder?
Nuestra Ley electoral es la más absurda y peor de las posibles. Lo explico con detenimiento y con ejemplos en el libro. La mezcla de Ley D’Hondt y circunscripción provincial impide la consolidación de un tercer partido bisagra nacional y concede esa condición a los nacionalistas. Ya digo que en el libro me detengo bastante en esta cuestión fundamental. A él me remito. La reforma se debía haber hecho antesdeayer y la tendrá que imponer la sociedad civil movilizada. La pudo hacer Aznar, cuya segunda legislatura fue una ocasión perdida, y la historia será muy dura con él, porque dilapidó un gran caudal de energías regeneracionistas. Cualquier reforma pasa inevitablemente por acabar con las listas cerradas y, por tanto, con las oligarquías de los partidos y dar representatividad real a los ciudadanos y permitir que la sociedad civil se desarrolle e influya. Parece que los partidos, todos, sin excepción, prefieren que se destruya España y que los españoles vayan a la miseria. Es una mentalidad terrible de aristocracia funcionarial. Pero tenga usted en cuenta que no hay ningún ERE en marcha en el PSOE ni en el PP y el Congreso está de continuo vacío y siguen cobrando.
Usted califica al Estado de "botín" para esta casta de políticos "expoliadora de las clases medias", un grupo social que se está viendo reducido debido a la situación económica actual y que durante tres décadas, según manifiesta usted en su libro ha sido la que ha mantenido la estabilidad en el país. ¿Qué puede hacer una familia de hoy en día perteneciente a esta clase media para no ver mermados sus derechos?
Las clases medias han de luchar por su supervivencia y por el futuro de sus hijos. Los planes de incautación masiva de fondos de los contribuyentes por parte del Gobierno representan una media de diez mil euros por hogar, ha subido, en los Presupuestos, la presión fiscal cuatrocientos euros por cabeza y no hay forma de mantener a la casta parasitaria. Se está llevando a las clases medias a la ruina y a la servidumbre. Las clases medias tienen tres armas decisivas: el voto, el ahorro y la fiscalidad. Para usarlas, se precisa masa crítica. No es tan difícil resolver la situación, pero antes es necesaria esa masa crítica. Con heroísmos individuales no vamos a ningún lado.
¿Cree que será posible en algún momento que los partidos propicien una regeneración interna profunda en aras del bien común del país o considera posible una movilización de la sociedad civil para terminar con esta situación?
No, ningún partido va a propiciar esa regeneración. Lo siento por los hooligan de los partidos actuales. La única esperanza posible es la movilización de la sociedad civil, pero no para apoyar a ningún partido existente, ni para satelizarse, sino para regenerar la democracia, yendo a un gobierno limitado. En ello estamos. Aprovecho para indicar que la Plataforma de las Clases Medias, que me honro en presidir, ha convocado una concentración el día 23 de noviembre, a las 12 horas, en la Plaza de Colón de Madrid. Pretendemos que sea el inicio de la rebelión de las clases medias.
¿Cree que la conciencia ciudadana se despertará de una manera activa al comprobar todos los días cómo algunos políticos disfrutan de varios coches oficiales, despachos con mobiliario astronómico, ministras con vestuario diario de alta costura...etc., o que por inercia seguirá comulgando con ruedas de molino?
Tengo la convicción de que esa rebelión será posible, porque se palpa en la calle. Lo que antes se consideraba normal, ahora indigna. No se soporta el despilfarro, pero hay que avanzar en la compresión de que esas conductas escandalosas no son otra cosa que la impunidad con la que actúan los que están acostumbrados a expoliar. El expolio es la base del despilfarro. Habrá que hacer una comisión de investigación que dictamine que alcalde no se ha corrompido y hacerle un monumento. En las hipotecas, los ciudadanos pagan el dinero negro de los constructores para las campañas electorales de los partidos, los impuestos para sostener las infladas nóminas de funcionarios municipales, los aparatos de propaganda, los centros municipales ‘donados’ por los constructores. Tenemos que pagar a los ‘cinepastas’ para que nos insulten con sus películas. Hemos de sufragar el canon de la SGAE. Subvencionar el día del orgullo gay. Pagar la energía más cara del mundo. Y así todo. No se puede comulgar con ruedas de molino porque ya es cuestión de supervivencia. Antes que ser de derechas o de izquierdas o de centro, somos contribuyentes expoliados por la casta parasitaria.
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