El diputado Pacheco y el diputado Garre han sido los dos únicos miembros del PP en el Congreso que han votado lo que dice el programa electoral del partido. Los demás han votado como tránsfugas que se llevan el escaño hacia intereses ajenos.
artículo de José Antonio Martínez-Abarca en Libertad Digital
Estamos de enhorabuena. Incluso en el PP quedan políticos que anteponen los principios del centroderecha español a la disciplina (casi bondage) de voto alineada con lo que quiere la vigente secretaria general del Partido. Nada más y nada menos que dos diputados del PP han presionado el botón correcto cuando se sometía a trámite la aceptación o no de la reforma del Estatuto castellano-manchego que, en realidad, es otra de esas escupideras particularistas en la estela del Estatuto Catalán donde políticos parroquianos arroja su esputo. Conozco bien, desde hace muchos años, a los dos diputados concretos que han rechazado esa reforma por ser insolidaria y antiespañola: Alberto Garre y Arsenio Pacheco. No esperaba menos de ellos ni de Rosa Díez (UP y D) y tampoco más de los trescientos quince diputados que han votado a favor. Para que aquí haya un político que tenga convicciones en clave nacional siempre tiene que haber a lo menos cien más que carecen absolutamente de ellas.
El diputado Pacheco y el diputado Garre han sido los dos únicos miembros del PP en el Congreso que han votado lo que dice el programa electoral del partido. Los demás han votado como tránsfugas que se llevan el escaño elegido por los ciudadanos hacia intereses ajenos. Son todos menos dos en el PP los que han roto la disciplina de voto que deben a los ciudadanos, no al jefe. La reforma del Estatuto de Castilla-La Mancha incluye una referencia fundamental para la vertebración nacional, en este caso desvertebración, de España: el fin oficial del Trasvase Tajo-Segura. Eso es lo que han votado sus señorías, los diputados del PP, conjuntamente con el PSOE y los venados territoriales. Todos excepto dos. Menos da una piedra.
No apuesto mi cabeza, desde luego, por las carreras políticas a partir de ahora ni de Arsenio Pacheco ni de Alberto Garre, de Abanilla el uno, de Torre Pacheco el otro, porque estas coherencias sientan mal al jefe, que viene renunciando a demasiadas. Y sobre todo, sientan mal a la jefa, que quiere vender España para comprar su cortijo en La Mancha. Estos diputados que votan en conciencia se deben haber cansado de ir a Madrid tres veces por semana. Que no se extrañen si en su grupo parlamentario les retiran el saludo o se tapan la nariz al pasar. A nadie le gusta que le recuerden en qué consiste la honradez.
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