Probadas casi todas las medicinas posibles, es hora de poner negro sobre blanco. Como nuestros representantes políticos no lo hacen, toca intentarlo hacer desde otras tribunas, como esta, donde usted va a leer argumentos que no le van a levantar el ánimo, pero que al menos esperamos que le aclaren la situación.
Como los bancos centrales de todos el mundo y los Gobiernos de los principales estados se han gastado ingentes cantidades de dinero en inyectar liquidez al mercado con un resultado desastroso, hundimiento de los mercados de valores incluido, parece evidente que el diagnóstico no era el correcto y que, por tanto, la medicina es equivocada.
El problema que tiene nuestro sistema financiero y nuestros bancos, incluidos los españoles, no es de liquidez, como se han encargado de reiterar personajes de postín, al frente de instituciones como la AEB, el Banco de España, la CEOE y otros similares más allá de nuestras fronteras. Dinero hay a espuertas, como ya se ha demostrado.
El problema es de solvencia, es decir, la capacidad de las instituciones bancarias de pagar su deuda, de devolver el dinero que le deben a sus clientes, como usted. Por tanto, la cirugía que requiere la patología es diferente. La enfermedad es que los bancos se han quedado sin recursos propios, que sus balances valen un 40% menos de lo que dicen y que tarde o temprano los estados van a tener que comprar participaciones relevantes de entre el 20% y el 30% para tomar las riendas y enviar al patíbulo a los gestores que han generado esta grave situación.
Vamos por partes. La banca, su banco, insiste en que aquí no pasa nada y que tenemos una solidez a prueba de todo tipo de crash. Le repite que confíe en su sucursal, que sus ahorros están seguros, pero lo cierto es que ni los propios bancos se fían de si mismos, como refleja la disparidad entre la cotización del Euribor y la de los tipos de interés, amén de la sequía del mercado interbancario. Por tanto, ¿por qué me tengo que fiar yo de un sistema que desconfía de si mismo?
En segundo lugar, hay que abrir en canal los balances de los bancos y ponerle el precio real a sus activos. Es lo que se llama el mark to market. La banca española no tiene subprime, pero acumula un paquete ingente de préstamos inmobiliarios que hoy en día vale cerca de un 40% menos del valor al que está tasado en las tripas de cada entidad.
Si en lugar de hacer artilugios contables evitando suspensiones de pagos de empresas que no ingresan un duro, tipo Habitat y Detinsa, hacen un ejercicio de honestidad y le ponen a las cosas el precio real, las llamadas provisiones genéricas -15.400 millones a junio- de la que presumen nuestros bancos y cajas se derriten en una mañana.
Por mucho que se resistan, este capítulo lo veremos y será el momento de ver a nuestras entidades al borde del abismo. Será el momento de que el Estado de Zapatero, ese que se ha cansado de repetir que aquí no pasaba nada antes de ofrecer una línea de crédito de hasta 50.000 millones (¿si no pasa para que malgasta el dinero de los contribuyentes en un problema que no existe? , y las comunidades autónomas, las que gestionan esas bombas de relojería que son algunas cajas de ahorros, den la cara y pongan capital y no liquidez.
Es decir, que compren participaciones de entre el 10% y el 20% de las entidades tocadas de muerte, cambien a sus gestores y les exijan responsabilidades, ya sean económicas o penales. Todo esto igual suena brusco, pero es lo que hay o lo que debería de haber para que nadie se sienta engañado.
La solución es recapitalizar vía aportación de recursos propios, no de liquidez. Lo demás son milongas mientras aumenta el riesgo de perder hasta la camisa.
Como los bancos centrales de todos el mundo y los Gobiernos de los principales estados se han gastado ingentes cantidades de dinero en inyectar liquidez al mercado con un resultado desastroso, hundimiento de los mercados de valores incluido, parece evidente que el diagnóstico no era el correcto y que, por tanto, la medicina es equivocada.
El problema que tiene nuestro sistema financiero y nuestros bancos, incluidos los españoles, no es de liquidez, como se han encargado de reiterar personajes de postín, al frente de instituciones como la AEB, el Banco de España, la CEOE y otros similares más allá de nuestras fronteras. Dinero hay a espuertas, como ya se ha demostrado.
El problema es de solvencia, es decir, la capacidad de las instituciones bancarias de pagar su deuda, de devolver el dinero que le deben a sus clientes, como usted. Por tanto, la cirugía que requiere la patología es diferente. La enfermedad es que los bancos se han quedado sin recursos propios, que sus balances valen un 40% menos de lo que dicen y que tarde o temprano los estados van a tener que comprar participaciones relevantes de entre el 20% y el 30% para tomar las riendas y enviar al patíbulo a los gestores que han generado esta grave situación.
Vamos por partes. La banca, su banco, insiste en que aquí no pasa nada y que tenemos una solidez a prueba de todo tipo de crash. Le repite que confíe en su sucursal, que sus ahorros están seguros, pero lo cierto es que ni los propios bancos se fían de si mismos, como refleja la disparidad entre la cotización del Euribor y la de los tipos de interés, amén de la sequía del mercado interbancario. Por tanto, ¿por qué me tengo que fiar yo de un sistema que desconfía de si mismo?
En segundo lugar, hay que abrir en canal los balances de los bancos y ponerle el precio real a sus activos. Es lo que se llama el mark to market. La banca española no tiene subprime, pero acumula un paquete ingente de préstamos inmobiliarios que hoy en día vale cerca de un 40% menos del valor al que está tasado en las tripas de cada entidad.
Si en lugar de hacer artilugios contables evitando suspensiones de pagos de empresas que no ingresan un duro, tipo Habitat y Detinsa, hacen un ejercicio de honestidad y le ponen a las cosas el precio real, las llamadas provisiones genéricas -15.400 millones a junio- de la que presumen nuestros bancos y cajas se derriten en una mañana.
Por mucho que se resistan, este capítulo lo veremos y será el momento de ver a nuestras entidades al borde del abismo. Será el momento de que el Estado de Zapatero, ese que se ha cansado de repetir que aquí no pasaba nada antes de ofrecer una línea de crédito de hasta 50.000 millones (¿si no pasa para que malgasta el dinero de los contribuyentes en un problema que no existe? , y las comunidades autónomas, las que gestionan esas bombas de relojería que son algunas cajas de ahorros, den la cara y pongan capital y no liquidez.
Es decir, que compren participaciones de entre el 10% y el 20% de las entidades tocadas de muerte, cambien a sus gestores y les exijan responsabilidades, ya sean económicas o penales. Todo esto igual suena brusco, pero es lo que hay o lo que debería de haber para que nadie se sienta engañado.
La solución es recapitalizar vía aportación de recursos propios, no de liquidez. Lo demás son milongas mientras aumenta el riesgo de perder hasta la camisa.
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