El Departamento del Tesoro y la Reserva Federal estadounidenses han propuesto destinar, mediante una “Ley de Estabilización Financiera”, 700.000 millones de dólares a la compra de los activos “contaminados” por las hipotecas basura, con el fin de que los bancos puedan mantenerlos fuera de sus balances hasta que la economía se recupere con la reactivación del flujo crediticio.
Aunque ese plan de rescate financiero contaba con el apoyo de los candidatos a la Casa Blanca y de los líderes del Congreso, ha sido rechazado por la Cámara de Representantes de EEUU. 205 congresistas votaron a favor y 228 en contra (uno de cada dos republicanos y 90 demócratas).
Los legisladores aducen para oponerse al rescate gubernamental de la banca de Wall Street, entre otras razones, que el plan no incluye suficiente ayuda para las familias afectadas por las ejecuciones financieras, el poder sin precedentes que se le otorgaría al Secretario del Tesoro para decidir cuándo y dónde comprar deudas incobrables, o que los contribuyentes tengan que costear la irresponsabilidad de las mayores empresas financieras.
Un tipo de congresista cuya reelección depende de los ciudadanos de su distrito o Estado, y que, por tanto, no ha de someterse a la disciplina de partido para ser nuevamente incluido en una lista, hace que sea muy aventurado vaticinar pactos o consensos como los que se estilan por aquí. Sin embargo, “El Mundo” en su editorial “¿Seremos aquí capaces de pactar?” daba por hecho que los demócratas y republicanos aparcarían sus diferencias para resolver, codo con codo, los acuciantes problemas de la nación, demostrando con ello, “el sentido del Estado que tuvo nuestra clase política en los años setenta”.
Dicho periódico propone unos Pactos de la Moncloa como los que encabezó Suárez en 1977. Y que Zapatero, si el optimismo no le ha impedido cambiar de opinión sobre la crisis, podría reeditar con Rajoy y los nacionalistas. Además, respecto a EEUU, donde las votaciones son imprevisibles, poseemos una gran ventaja: la segura unanimidad con la que los diputados aprobarían lo acordado por sus jefes.
Basilio Aguilar
Diario de la República Constitucional
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