Desgraciadamente, ningún jefe de gobierno de nuestra democracia, desde Adolfo Suárez a Zapatero, ha demostrado autoridad moral o intelectual suficiente para dar clases de democracia a nadie.
Zapatero, antes de exhibir con incomprensible orgullo su exiguo bagaje democrático, debería comprender que no existe democracia sin ciudadanos y con una legión de políticos profesionales al frente del poder político. También debería saber que, sin controles ciudadanos reales, el poder tiende a ser totalitario y, en cualquier caso, es democráticamente ilegítimo, aunque sea legal. Que se mire en el espejo y verá a un político entronizado en un poder lejano e inalcanzable para el ciudadano, electo mediante un proceso electoral que tiene poco de democrático, donde no son los ciudadanos los que verdaderamente eligen, sino los partidos, que son los que hacen las listas. También contemplará a alguien a quien el ciudadano ya no puede controlar, ni fiscalizar, sino únicamente soportar hasta que de nuevo se abran las urnas.
¿Se ha preguntado Zapatero por la causa de que el prestigio de los políticos y su imagen esten por los suelos? ¿No será porque el pueblo, que es más sabio de lo que parece, es consciente desde hace tiempo que ya no está gobernado por una democracia sino por una oligocracia de partidos?
Ojalá ZP se preguntara si puede ser democrático un sistema en el que el ciudadano no puede hacer nada contra el gobernante, aunque pierda la confianza en él, un sistema que ignora que, en democracia, el poder representativo se basa en la confianza y que, cuando la confianza depositada en el político se pierde, también desaparece la legitimidad democrática".