Nuestra democracia es un bodrio porque sus defectos estructurales son tan numerosos como intensos: listas cerradas y bloqueadas, poder absoluto de los partidos políticos, profesionalización de la política, corrupción, mandatos sin limitación alguna de tiempo, impunidad práctica de los políticos, sobrevaloración de las minorías, poder decisivo para energúmenos sin apenas votos, exilio del ciudadano, monopolio políticos de los partidos, y un larguísimo y vergonzoso etcétera.
Pero la más escandalosa de las carencias de la democracia española quizás sea el hecho ostentoso e hiriente de que los perdedores se imponen a los ganadores, toda una violación de la esencia del sistema.
sábado, 23 de junio de 2007
más claro, agua
miércoles, 20 de junio de 2007
Pettit se explica
- Me convenció [Rodríguez Zapatero] de que es una persona profundamente sincera y muy firme en sus principios. (...) Lo que me impresionó al hablar con él fue, primero, el gran conocimiento que tenía de mi trabajo. (...) Tenía muy claro el principio de 'no dominación' como elemento definitorio de la libertad, la diferencia de este enfoque político con otros y las obligaciones que conlleva tanto en la toma de decisiones como en el ámbito constitucional.
- Mi tarea se ha limitado a ver hasta dónde se correspondían las políticas aprobadas a los valores republicanos o cívicos y, para ello, me he fijado en los principios básicos de cada política concreta y no en las consecuencias a largo plazo.
- Toda la legislación social aprobada por el Gobierno, para ser eficaz, necesita ser aceptada por la sociedad y esto requiere mucho trabajo de explicación y de información. (...) Es indispensable para que las leyes conecten con las preocupaciones de la gente.
- La política de Zapatero ha respondido a sus valores, su nota es muy alta: Sobresaliente.
martes, 19 de junio de 2007
la no dominación [el despiste de Pettit]
El gurú e ideólogo de referencia de José Luis Rodríguez Zapatero, Philip Pettit, presentó ayer en Madrid una auditoría académica de la gestión del presidente, en la que concluyó que el Gobierno ha sido “fiel” a la visión republicana que propugna su teoría política. El Ejecutivo, sentenció, “ha hecho de España un modelo para las democracias avanzadas en cuanto a lo que se puede avanzar” en la defensa de la libertad de los ciudadanos.
Hace siete años, Zapatero quedó eclipsado por la teoría política de Philip Pettit y, desde entonces, ha intentado aplicarla en España. De ahí que el filósofo de cabecera del presidente recibiera un inusual encargo de la Universidad Complutense: analizar si el Gobierno ha seguido sus principios teóricos. El estudio lo presentó en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales e inspirará ulteriores investigaciones académicas.
En su teoría republicana, el Gobierno tiene un “fin último”, aclaró Pettit: garantizar la libertad de los ciudadanos para que “no tengan un ‘dominus’, un amo, que no estén sometidos al control de ninguna otra persona, sino que sean ellos mismos, capaces de vivir sin miedo y sin pedir la indulgencia”, en especial los más desfavorecidos. Esa no-dominación de los poderes públicos o privados es un bien que el Ejecutivo debe proteger y que contrasta con el principio liberal de evitar interferir en la sociedad.
Pues bien. A su juicio, Zapatero ha seguido ese principio incluso cuando abordó las negociaciones con ETA. Pettit defendió que el presidente dialogara con la banda y arremetió contra la oposición por atacar con dureza al Ejecutivo. También destacó el hacinamiento de presos en las cárceles y la necesidad de que el próximo Gobierno acabe con la dispersión de los presos de ETA, y los acerque a cárceles del País Vasco.
Para releer su libro [a ver que entendimos mal] o prescindir de sus argumentos [los del libro y/o los del análisis del gobierno Rodríguez Zapatero].
los profesionales
"Nada hay más ridículo que hablar en público de lo que uno no sabe subrayando el comentario inconsistente con el cabreo personal. A la salsa rosa hay que añadir ahora la salsa ETA, ese tomate. Precisamente por tratarse de un asunto muy grave y complicado hay que dejar el problema del terrorismo en manos de profesionales solventes y discretos. A ellos corresponde dialogar con ETA o no dialogar, detener a los terroristas, juzgarlos, apretar los dientes si se produce un atentado y continuar con el trabajo en silencio".ELPAIS.com 17/06/2006****
"Como la inmensa mayoría de los españoles, que no son monárquicos ni republicanos, pienso que la monarquía española sólo es hereditaria en un sentido formal, pero no real, porque existe un sentimiento difuso entre los ciudadanos de que cada monarca tiene que ganarse a pulso su legitimidad, de modo que cada rey será descendiente de sí mismo. Particularmente, soy juancarlista desde un lejano 23 de abril. Día del Libro, en que fuí presentado al monarca por Jesús Aguirre, duque de Alba, durante un vino español en el patio de la Universidad de Alcalá después del acto académico del premio Cervantes. Me acerqué a mi amigo y le dije:
-Iba a saludar al Rey, pero te he visto y prefiero estar contigo.
-¿No conoces a Su Majestad?
-No
-Ven. Te lo presento.
Llegamos hasta Don Juan Carlos, y Jesús Aguirre, sin más preámbulos le dijo:
-Majestad, le presento a mi futuro biógrafo.
-¿Tu biógrafo? Pues como cuente todo lo tuyo, vas arreglado -exclamó, riendo a carcajadas don Juan Carlos.
Jesús Aguirre ni se inmutó. En ese momento se acercó una mujer vestido con el traje típico de alcalaína y puso entre los tras a la altura de las sotabarbas, una bandeja de metal llena de chorizos relucientes de grasa pinchados cada uno en un mondadientes.
-¿un choricito, Majestad? -ofreció la mujer.
-Venga.
El Rey y el duque de Alba empezaron a comer chorizo castellano mientras la tuna cantaba Clavelitos, y ante esa visión pensé que estaba asistiendo a la profundidad máxima de España. Desde aquel día, el Rey me llama Manolo.
Éstas no son anécdotas, sino categorias de un reinado que dura ya 30 años. Esta Monarquía borbónica siempre fue castiza; ha mojado las galletas en el té o el picatoste en el chocolate, y han sido los toreros sus héroes nacionales. Su único trabajo consistía en cambiarse de traje 15 veces al día, pero Juan Carlos ha tratado de añadir a este trabajo uno más arduo todavía: conquistar adeptos, uno a uno, usando como arma su simpatía personal y no olvidar nunca tu nombre una vez te ha conocido".El PAIS 22/11/2005
lunes, 18 de junio de 2007
¿que hay que celebrar?
El deterioro progresivo del Régimen salido de la Transición ha ido consolidando una gigantesca tela de araña de intereses, en los que se incluye una clase política profesionalizada, renuente a cualquier cambio de modelo. Con el Rey en el vértice de la pirámide, decidido a dar hilo a la cometa hasta donde le sea posible, el Sistema parece blindado a cualquier posibilidad de cambio, a cualquier intento serio de regeneración democrática. Las leyes electorales garantizan el disfrute, en alternancia ordenada, del poder público por parte de los protagonistas y guardianes de la Transición, con la eficaz ayuda del poder económico, los grandes capitales dispuestos a sostener el tinglado de corrupción en que vivimos a cambio de determinadas regalías, por ejemplo, una Justicia a la carta, es decir, a la medida de sus delitos. En medio, la masa silente de los ciudadanos, testigos mudos de una construcción jurídico-política que deja nulo espacio a sus iniciativas, salvo la de ir a depositar su voto cada cuatro años en la urnas.
La transición no fue un modelo de transigencia para cerrar las heridas del pasado y alumbrar un futuro en democracia, sino un reparto de las cuotas de poder entre los herederos del franquismo. Algunas de las manifestaciones más evidentes del fracaso del modelo las encontramos en la situación de la Justicia y en la corrupción galopante, con los grandes medios de comunicación en plan consentidor de lo que acontece, como partícipes del reparto de cuotas de poder citado.
domingo, 17 de junio de 2007
30 años desde el 77. El fín de la Transición
..España no disfrutó, como debió ser el caso, de un periodo constituyente público y democrático y, por ello, las Cortes que fueron elegidas en los comicios legislativos de 1977 se autoconstituyeron —sin mandato explícito— en constituyentes, impidiendo que los ciudadanos participaran en el gran debate sobre el modelo político y constitucional de España, por ejemplo entre Monarquía y República. El proceso quedó en manos de las reuniones secretas de los primeros dirigentes de los partidos —la Constitución se debatió en secretó— y luego, una vez hallado el consenso partidario, se aprobó la Constitución de 1978 por “aclamación” —una ironía repetitiva del franquismo— en las Cámaras, y en posterior referéndum.
Consecuencias de esos pactos secretos y modelo constitucional han sido estos treinta años de paz, convivencia, modernización y encaje europeo e internacional de España, lo que es mucho. Pero de esos pactos de la Transición también se derivaron errores que han ahogado la vida democrática y dañado la identidad y unidad nacional:
1. El modelo autonómico, del “café para todos”, con el que se inventaron diecisiete Comunidades Autónomas ajenas a la Historia y realidad de España, en permanente transformación hacia fórmulas federadas o más bien confederadas, que niegan la histórica y objetiva realidad de España.
2. La “Democracia Parlamentaria (partitocrática)” que impide la separación de los poderes del Estado —“Montesquieu ha muerto”, declaró Guerra— y favorece la acumulación de poderes y la impunidad del Ejecutivo sobre el resto de poderes del Estado, Legislativo y Judicial. Un Ejecutivo que está en las manos del aparato del partido y no del Parlamento, al que somete a la vez que controla y nombra a los órganos directivos del poder judicial para impedir su independencia.
3. El sistema electoral, no representativo (listas cerradas) y proporcional, que prima a los partidos nacionalistas y les otorga una capacidad de presión sobre el Estado que el Gobierno central no tiene en esas autonomías (véase el nuevo Estatuto catalán). Un sistema electoral que además impide el sufragio universal para designar directamente al jefe del Gobierno, los diputados y senadores, los presidentes autonómicos y los alcaldes (véase el baile de los pactos “contra natura”). Y que permite “usurpar” la soberanía nacional que, al final, reside en la jefatura del aparato del partido que hace las listas, con un sistema de premios y castigos entre sus militantes.
4. La Jefatura del Estado, el Rey, que disfruta de ciertos poderes que deben ser de exclusiva obediencia de un Gobierno democrático y representativo, como la jefatura de las Fuerzas Armadas.
5. La prensa sometida por la capacidad de influencia directa del gobernante (licencias de radio y televisión) de turno, sobre el llamado “cuarto poder”, y que ha convertido los medios de comunicación en simples apéndices de propaganda de los partidos políticos, cuando no en “dueños” coyunturales de “sus” partidos afines.
Consecuencia de estas carencias democráticas y de libertades, que muchas veces han favorecido la debilidad de las instituciones y la impunidad de los gobernantes a lo largo de estos años, han sido: el golpe de Estado del 23F (bajo el gobierno de Suárez); el pantano de la corrupción y los crímenes de los GAL (en los gobiernos de González); la falta de autonomía del Parlamento y de su capacidad de control al Gobierno, al contrario es el Gobierno quien controla las Cámaras, con ayuda de reglamentos poco democráticos que impiden la libre actuación de los representantes del pueblo; la manipulación política de la Justicia (en todos los gobiernos); el autoritarismo de gobernantes (en el segundo gobierno de Aznar); el deterioro de la convivencia y unidad de España (en el actual gobierno de Zapatero); el clientelismo político en todas la autonomías; el fin del periodismo independiente —salvo unas honrosas excepciones—, con todos los gobiernos de la transición; y la pérdida de libertades y de la cohesión nacional en las autonomías gobernadas por los nacionalistas.
La crisis del modelo partitocrático ha engendrado un problema añadido de envergadura: el nivel y la calidad de nuestros gobernantes, legisladores y primeros responsables de las más altas instituciones del Estado. Porque, a medida que se ha ido instalando este sistema, los españoles más notorios en talento, profesión, aportación intelectual, cultural y más dotados para el ejercicio de la democracia y la gestión pública se han apartado de la política, generalmente mal pagada, como consecuencia de la obediencia debida al jefe del aparato del partido que gobierna, y a la pésima ley electoral con sus listas cerradas que suelen ocupar los funcionarios del partido (el caso de la crisis del PSOE en Madrid es ejemplar de esta ausencia de calidad y nivel de los representantes políticos).
Se ha hecho mucho en treinta años, pero todavía queda mucho por hacer, y no vale la excusa de la juventud de la pretendida Democracia española porque la Democracia no tiene edad, es o no es. Y porque el sistema parlamentario y partitocrático español es un hijo menor de la verdadera Democracia, que conviene que alcance su plenitud. Y ese tiempo ha llegado, por más que las aventuras de la reforma confederal y encubierta del modelo de Estado, puestas en marcha por Zapatero a su mayor gloria y como precio a pagar a ETA por el final de la violencia, están produciendo un efecto defensivo de este régimen que impide plantear las reformas para alcanzar la verdadera Democracia.
Una necesidad que cuenta con la poderosa oposición de los profesionales de la política, que viven de ella y no para ella, que en teoría deberían ser los impulsores de la nueva y gran reforma democrática, como en su día la Transición fue, en difíciles circunstancias, impulsada por los defensores de la libertad, que no sólo fueron los partidos políticos —en realidad en esos tiempos casi sólo existía organizado el PCE— sino también grandes movimientos ciudadanos —la Junta Democrática, por ejemplo—, como los que ahora se deberían concienciar de la necesidad de un cambio democrático y de régimen español. Lo está haciendo Francia, de manera ejemplar, lo hizo Italia —con la liquidación de todos los partidos corruptos de la “tangentópolis”— con unos regulares resultados, y lo están haciendo, poco a poco, las emergentes repúblicas salidas del telón de acero europeo. Y no se trata de una segunda Transición —que sería más de lo mismo—, sino de la llegada triunfal de la Democracia, que es el mejor homenaje que podemos hacer a quienes antes y durante estos años han luchado por la libertad, y a quienes pilotaron, con audacia y tenacidad, el proceso de la Transición de la dictadura a la Democracia, y aquí incluidos de manera muy especial el presidente Adolfo Suárez y el Rey Juan Carlos I que, por ello, ya están en la Historia de España de manera reconocida y singular.